Un encuentro con la ciencia por fuera del manual
En el marco de las jornadas educativas de País Ciencia, plataforma del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), estudiantes de sexto grado participaron de “Eureka – Preguntas a la ciencia”, un ciclo donde distintos científicos responden a los interrogantes de los chicos.
Agencia CTyS- Aquella clásica imagen que habita en el estereotipo del científico, ese ser ermitaño y algo excéntrico que tuvo lugar en Volver al futuro de la mano del “Doctor Brown”, quedó poco a poco desplazada por los nuevos consumos culturales infantiles y juveniles que aportan otras ideas acerca de lo que es la ciencia hoy en día y cuál es su rol en la sociedad.
Inmersos en este paradigma, con una catarata de preguntas en la mente y una libretita bajo el abrazo, los alumnos de dos escuelas de La Matanza dieron rienda suelta a su imaginación y derribaron, uno a uno, los mitos sobre el mundo científico. En esta primera edición de “Eureka – Preguntas a la ciencia” en Buenos Aires, el sociólogo Sergio Kaminker y el historiador e investigador Julio Vezub contaron sus experiencias y los motivos que los llevaron a seguir sus vocaciones.
La iniciativa, que hasta entonces tenía lugar únicamente en la localidad de Puerto Madryn, se trasladó al “Espacio de Diálogos y Cine” de CONICET, ubicado en Tecnópolis, e invitó a participar a los alumnos de sexto grado de las escuelas Nº 18 “Bartolomé Mitre”, de Aldo Bonzi, y Nº 137 “José Antonio Wilde”, de Villa Celina.
“Hacer ciencia no es de élite, es para todos”, advierte a Agencia Ctys Alejandro Canizzaro, comunicador del Centro Nacional Patagónico (CENPAT – CONICET) y creador del proyecto junto a Alexa Sapoznikow, responsable del área de educación de la misma institución. “Eureka – Preguntas a la ciencia” brinda a los estudiantes de primaria y secundaria la oportunidad “para que ellos mismos sientan y piensen que pueden hacer ciencia mas allá de la edad que tengan y de los distintos vectores sociales”.
Por su parte, Sapoznikow reflexiona que trasladar la producción científica a las aulas “lleva a una democratización del acceso al conocimiento” y asegura que estas experiencias incorporan herramientas metodológicas en los niños que tienen lugar fuera del entorno escolar. “Enseñar ciencias de esta manera –sostiene- también genera otras actitudes aunque los chicos después no sean científicos: practican la curiosidad, generan hipótesis y pueden tomar decisiones informadas y racionales”.
“Los chicos están familiarizados con la idea de lo que aprenden en ciencias naturales -explica Canizzaro- y me parece que si vos les decís que la ciencia no está solamente en química y en el guardapolvo blanco, sino que hay ciencias de todo tipo, abrís la oferta y las posibilidades. Después, cuando van a la universidad, saben que existe otro tipo de ciencia y que ellos también la pueden producir.”
Desde esa perspectiva, CENPAT y CONICET llevan adelante políticas pedagógicas que articulan con las escuelas para que los jóvenes asimiles el acceso a las innovaciones científicas como un derecho inalienable y las comprendan como un factor de cambio social que no solo se cristaliza en los manuales.
Sin embargo, este camino recién comienza a problematizarse. “Son pocas las experiencias en las que los chicos son los generadores del conocimiento y hacen una investigación de primera mano a partir de preguntas planteadas por ellos, diseñando un estudio, tomando los datos y analizando los resultados tal cual lo hace un científico. En general la ciencia todavía se enseña de una forma estática, como un contenido que no puede ser modificado y falta contar el proceso de la ciencia en las escuelas”, subraya Alexa, organizadora del encuentro.
Para ello, estos organismos creyeron que era necesario estrechar los lazos entre la comunidad científica y la escuela para mitigar la asimetría que supone el conocimiento. “Nosotros buscamos que los chicos le pregunten al científico lo que quieran. Entonces, les damos pautas para hacerlo, pero también les hablamos sobre la importancia de acceder al conocimiento científico como sujetos de derecho”, sintetiza el comunicador.
De esa manera, estos curiosos profesionales en potencia indagaron en la vida y el trabajo de Kaminker y Vezug, los descubrieron de jóvenes mientras miraban un western y jugaban al fútbol, escucharon sus anhelos de la infancia con sed de aventuras, y los vieron queriendo cambiar la sociedad todos los días. De golpe, grandes y chicos ya no parecían ser tan distintos.