Un “Ejercicio Plástico” para el arte
Muchos lo comparan con maravillas de siglos pasados por su magnitud y belleza. Este mural envolvente realizado por el reconocido muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, oculta una historia que involucra amor, pasión y política.
María Laura Guevara (Agencia CTyS) Desde su gestación, esta obra estuvo destinada a la oscuridad, ya que fue realizada en un sótano y permaneció enterrada durante casi seis décadas, hasta que se tomó la decisión de recuperarla. Su misterioso relato aún no ha sido clausurado y ha rodado por el continente convirtiéndose en uno de los mitos del arte latinoamericano.
“Es una obra inédita de patrimonio mundial, que se estaba deteriorando por negligencia, por no hacerse cargo del patrimonio cultural”, sostiene Ana Gutiérrez Costa, licenciada en historia del arte, docente de la UNLaM y vice-directora del centro cultural “Paco Urondo” de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
La historia del mural comienza en 1933, cuando David Siqueiros desembarca en Buenos Aires acompañado por su esposa, la escritora y poeta uruguaya Blanca Luz Brum, supuesta musa inspiradora y protagonista de la obra.
De marcada ideología marxista, el matrimonio recae en el país luego de varias experiencias de cárcel, expulsión y persecución política. Aquí conoce a otro de los personajes centrales de esta historia: Natalio Botana, fundador del diario “Crítica”.
Es en el sótano de la quinta “Los Granados”, propiedad de Botana, donde, en sólo tres meses, se completó esta obra de arte que hoy se exhibe en el Museo del Bicentenario. El “Equipo Poligráfico Ejecutor”, como se denominó al conjunto con el que Siqueiros llevó a cabo la obra, estaba formado por los argentinos Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Lino Spilimbergo y el uruguayo Enrique Lázaro.
Los materiales y técnicas de avanzada empleados para ejecutar Ejercicio Plástico, acordes con las ideas progresistas de Siqueiros, ocupan un lugar protagónico. Los artistas cambian el pincel por el aerógrafo, el boceto por la fotografía, el óleo por las resinas sintéticas y el banco académico, que otorga un punto de vista arbitrario, por la trayectoria lógica que recorre el espectador.
Su entusiasmo por estas nuevas técnicas contribuyó a que el mural fuera pintado rápidamente, pero lo realmente importante es que la resistencia de los materiales empleados -la piroxilina y el silicato- fueron decisivos para el destino de la obra.
Por otra parte, esta obra se constituye como un sito specific porque Siqueiros escogió el tema, la composición y el discurso de esta obra. En el arte contemporáneo, se lo podría describir como una instalación artística ya que se utiliza como medio para crear una experiencia conceptual en un espacio determinado. En estos términos, se puede decir que Siqueiros se adelantó cuatro décadas al nacimiento de las instalaciones, que se popularizaron en 1970.
Pero el rasgo más distintivo es que “Ejercicio Plástico” es la única obra del autor sin contenido político o social. “Es la primera vez donde la cuestión personal es tan fuerte que le gana, y pinta lo que siente. Y por eso el mural es tan excepcional y único. Porque Siqueiros es mucho más grande cuando pinta lo que siente que cuando pinta para transmitir un mensaje”, expone Daniel Schávelzon, doctor en restauración de monumentos, especialista en arqueología urbana y autor del libro “El Mural de Siqueiros”.
Más allá de la excepción, para Ana Gutierrez Costa, esta obra marca un antes y un después en el muralismo. “El lenguaje plástico de Siqueiros cambia totalmente. Todo el ejercicio que le permitió este mural, lo plasma en murales posteriores”, cuenta la profesora de la UNLaM.
La historia del mural
Más allá de la excepción, es esta experiencia, junto con los artistas involucrados, lo que da origen al movimiento muralista argentino.
Al poco tiempo de concluida la obra, Siqueiros es expulsado y debe abandonar el país. Así lo hará, pero esta vez solo, ya que su Blanca Luz permanece en Buenos Aires viviendo un romance con el mismísimo Botana.
Al igual que sus protagonistas, “Ejercicio Plástico” tiene una historia que no todos conocen. El mural relata el episodio violento que pone fin a la relación entre Siqueiros y Brum. Estando en un restaurant, Siqueiros le da un golpe tan fuerte a Blanca Luz que ella cae de espaldas sobre una mesa.
Y es ese episodio el que refleja la obra. Cuando uno ingresa al sitio lo que se observa es el cuerpo de Blanca de espaldas y él, delante, moviendo la mano. “El le acaba de pegar, ella cae, y es eso lo que genera la ruptura”, relata Schávelzon, quien pudo reconstruir la historia de los protagonistas gracias a que recuperó los diarios que mantuvo Brum durante su estadía en Buenos Aires.
La escena que ellos protagonizan sucede dentro de una burbuja, y todos los demás miran de afuera. A partir de ahí, ella empieza a levantarse, a enroscarse, a transformarse, llegando hasta la pared donde está la salida. Por ahí atraviesa la burbuja y desaparece.
Fuera de la burbuja, el “público” de la escena, señala con horror lo que está pasando. Lo que decora el piso de la instalación es la imagen de Blanca Luz entrando a la burbuja, invitando a la gente a ver y a entender la escena, el por qué de la ruptura con su esposo.
“El mural es un acto de amor desesperado de Siqueiros. Cuando se da cuenta que la perdió y no puede hacer nada, el insiste para que Brum, que ya estaba en Montevideo, vuelva a ver el mural. Ella vuelve pero termina teniendo un romance con el dueño de la quinta”, narra Schávelzon, fundador del Centro de Arqueología Urbana.
El arte habla, y muchas veces interpretar la historia detrás de las obras es la parte más difícil. “Como profesional del arte prefiero leer las obras por sí mismas. Plantarse en la cuestión amorosa significa desvirtuar el trabajo del Grupo Poligráfico”, sostiene la licenciada Liliana Bustos, integrante del staff del Museo del Bicentenario.
“Siempre se dijo que la esposa de Siqueiros era la que modelaba para el mural, pero sin embargo en la obra se observan figuras de diferentes edades, una niña, una mujer mayor”, relata Eduardo Guitima, restaurador del mural.
Camino a la recuperación
Testigo de rupturas y pasiones, luego de que Natalio Botana falleciera en 1941, el mural, producto de la venta de “Los Granados”, pasa a manos de Álvaro Alsogaray. Su peregrinar recién comenzaba.
Según cuenta la historia, la esposa del ingeniero consideraba “obscenas” las imágenes retratadas y, para “proteger” a su pequeña hija María Julia, mandó a rociar la obra con ácido. La técnica usada por Siqueiros fue inusualmente resistente por lo que la señora Alsogaray recurrió a una medida más drástica: tapó el mural con cal e inhabilitó el acceso al sótano.
Con el paso de los años, en 1989, la quinta recae en mano de Héctor Mendizabal, quien saca el mural del sótano de “Los Granados” y lo separa como si fuera un rompecabezas, con la idea de que la obra de Siqueiros pudiera mostrar su magnificencia en una exhibición itinerante alrededor del mundo.
Mendizabal debió pedir un préstamo para poder realizar este trabajo, y fue justamente este dinero el que desató las disputas legales que condenaron al mural a la oscuridad. Una oscuridad distinta de aquella que lo vio nacer.
Los problemas legales mantuvieron al mural preso en predios del Partido de La Matanza por más de diez años. “Desde el punto de vista de la restauración estaba bien, porque era posible de restaurar- describe Schávelzon- pero no estaba impecable, había sufrido 40 años de abandono”.
El arqueólogo, uno de los expertos del mural en Argentina, sostiene que la estadía en los containers no tuvo ingerencia en el estado de la obra de arte: “Lo único que pasó fue que se oxidaron las estructuras de metal que lo sostenían y hubo algunos sectores donde hubo que sacarle el óxido. Todos los peritajes coincidieron en que estaba en perfecto estado”, concluye.
El salvataje de “Ejercicio Plástico” comenzó en 2003, cuando el ex presidente Néstor Kirchner lo declara “bien de interés artístico”. Finalmente, en 2009 el Senado aprueba su expropiación. En ese mismo año comenzaron las tareas de restauración de este mural, cotizado en más de cinco millones de pesos.
Las imágenes oníricas y contorsionadas de “Ejercicio Plástico” hoy descansan en la vieja Aduana Taylor, donde se emplaza el Museo del Bicentenario, esperando, para susurrar su historia a los visitantes que transiten por su espacio.