Tom Wolfe, o cómo hacer periodismo con estilo
Padre del Nuevo Periodismo, polémico, mordaz y de enorme capacidad, Tom Wolfe supo dejar una gran huella en el periodismo moderno. Sus aires de dandy y sus trajes crearon marca junto a una forma única de narrar la realidad y contar historias.
(Agencia CTyS-UNLaM)- Tom Wolfe habría sido un excelente personaje a retratar por la pluma de Tom Wolfe. La vida del periodista y escritor, fallecido este lunes a los 88 años, estuvo llena de excesos, polémicas, extravagancias y, sobre todo, mucho talento. ¿Cómo, sino, se convierte uno en el padre del Nuevo Periodismo?
Si las historias merecen un buen arranque, Wolfe como periodista lo tuvo. En su primera entrevista, le encargaron ir a la casa de la esposa de un gángster que había desaparecido. La mujer le mostró el taller de su esposo y trató de convencerlo de que un hombre con talento para la ebanistería no podía ser un asesino. “Resultó ser una entrevista estupenda”, sostuvo luego. Vaya debut.
Al breve período trabajando en diarios de Massachusetts y en el Washington Post –donde se pasaba las tardes leyendo periódicos y entregando crónicas con cierta impuntualidad- le seguiría el arribo al Herald Tribune de Nueva York. Allí, cuentan sus biógrafos, Wolfe empezó a convertirse –y a construirse- en Wolfe.
Primero, en lo periodístico. En búsqueda de nuevas formas de contar historias, se topó con el reportaje de Gay Talese sobre el boxeador Joe Loie, que le demostró que había otra manera de narrar la realidad.
Así, comenzó a construir relatos y textos donde echaba mano a todo tipo de recursos para hacer vivir al lector mundos tan desconocidos como reales. Astronautas, experimentadores con drogas, millonarios, personas que vivían en la calle, revolucionarios y burgueses que apoyaban causas revolucionarias... Cada historia era prolija en detalles y llenas de energía. Wolfe empezaba a emerger como referente.
Pero eso no era todo. Como si su propia vida se tratara de una crónica, el esmero que el periodista norteamericano le ponía al desarrollo de sus personajes también lo ponía en la construcción del mismo Wolfe. Fue en aquel diario Herald Tribune donde se compró el primer traje blanco, que junto a sus pañuelos, sus guantes, sus sombreros y últimamente su bastón le darían un inconfundible aire de dandy y lo convertirían en marca registrada. Un hombre pequeño pero con una excentricidad gigante.
La elección de la ropa no fue azarosa: esos trajes blancos eran la típica prenda que se llevaba en verano a su Richmond natal. A ello se le agregarían sus gustos por el exceso -“debe ser algo que me queda de mi condición de snob”, dijo alguna vez- y un notable amor por los comentarios afilados, que no se quedaban sólo en su prosa. Desde asuntos sociales hasta su voto a George Bush y su apoyo al ataque contra Irak, Wolfe nunca se guardaba nada.
Las polémicas y su visita a Argentina
No todas fueron rosas. Tuvo una larga y casi mítica enemistad con el periodista y escritor Norman Mailer, que también formó parte del Nuevo Periodismo. Otro enfrentamiento memorable fue a partir de la crónica de 1970 “Estas veladas radicales chic”. Allí, relató con ironía la fiesta que Leonard Bernstein, director de orquesta estadounidense, organizó en su elegante casa para recaudar fondos para las Panteras Negras, organización nacionalista negra y antirracista. Más allá de la polémica –que no fue menor-, el texto nació gracias a que Wolfe pudo colarse en esa fiesta, sin ser descubierto.
Lo controvertido, en todo caso, formó parte de su ser, sin quitarle ningún mérito en lo periodístico. Incluso acalló las críticas de los que decían que no podía elaborar una novela de ficción con la publicación de La hoguera de las vanidades (1987), de notable éxito y a la que la seguirían más obras. Ficción o no, dicen los que lo conocieron que la clave de sus trabajos estaba en la investigación extensa y rigurosa. Cada pincelada con que dibujaba con palabras sus perfiles, cada dato incluido en la ficción había sido estudiado y chequeado.
En medio de una vida tan ajetreada, tuvo tiempo de venir a la Argentina. “La imaginación de un periodista es incapaz frente a lo que se lee en los diarios”, decía hace unos diez años en la Feria del Libro ante más de mil personas. Y hasta sorprendió con su gusto por Astor Piazzolla, al que ponderó por “ser profundamente complejo y capturar los sonidos del siglo XX”.
Padre de la criatura que hoy se consolida, definió al periodismo narrativo como una historia que se construye escena a escena. “Poner cómo eran los muebles que lo rodeaban, la casa, cómo hablaba con sus superiores, sus inferiores, en fin, poner todas esas cosas que reflejan clase y status. Eso sí- aclaraba-, sin jamás alejarse de la verdad. Es decir, nada inventado”.
No sabemos si Wolfe escritor se hubiera alejado mucho o poco de la verdad al hablar de Wolfe personaje. Pero hubiera sido una gran historia.