Rastreando a los primeros pobladores
La historia de América no comienza con la llegada de los españoles pero, al parecer, tampoco con los pueblos originarios que conocemos. Antepasados asiáticos, formas de consumo basadas en tabúes alimenticios y actividades cooperativas de caza marcaron el comportamiento de los primeros “argentinos”.
María Laura Guevara (Agencia CTyS) La llanura pampeana comenzó a poblarse durante la llamada “Era de Hielo” que, aparte de ser una famosa película de Hollywood, es un concepto utilizado para nombrar una de las etapas que abarcó el período cuaternario, momento en el que se produjo la extinción de los grandes mamíferos y el ser humano comenzó a desarrollar habilidades.
El Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano (INCUAPA), dependiente de la Universidad Nacional del Centro y del CONICET, se ocupa de investigar este antiguo, pero no antiquísimo, poblamiento.
“La región pampeana fue ocupada hace aproximadamente 14 mil años (14c), dentro de las primeras oleadas de pobladores del continente, aunque otros investigadores sostienen que el poblamiento fue mucho más antiguo, cerca de los 30 o 40 mil años (14c)”, dice Gustavo Politis, director de INCUAPA.
Estos viejísimos antepasados que poblaron la provincia de Buenos Aires eran mongoloides, provenientes del este asiático, pero hay autores, como Pucciareli y Neves, que sostienen la existencia de una oleada previa denominada “paleoamericana”.
Cuando se habla de los primeros pobladores es difícil no remitirse a aquellos que conocemos, o suponemos, fueron los primeros en habitar estas tierras. Culturas originarias como los mapuches, guaraníes o diaguitas es lo que primero viene a la mente.
Pero la respuesta de Gustavo Politis no deja lugar a duda: “Estos primeros pobladores mongoloides son antecesores de las culturas originarias. Las culturas aborígenes que aprendemos en el colegio son el resultado de doce mil años de historia, con todas las transformaciones que eso implicó. Desde el primer poblamiento de gente que vino a cazar megaterios hasta los Incas, en el norte argentino, que estaban cuando llegaron los españoles”.
Pero, ¿Cómo llegaron estos asiáticos hasta nuestras tierras? Gustavo Politis explica que “en el tiempo del poblamiento americano había glaciaciones, el mar estaba más bajo y el Estrecho de Bering no existía como tal, los continentes estaban unidos, por lo que podrían haber pasado caminando”.
Los pobladores de la zona interserrana no fueron los primeros ni los únicos, pero sí hubo una concentración de población en ese sector. “Probablemente, el hecho de que en las sierras de Tandil hubiera rocas duras, muy buenas para hacer artefactos, generó que haya mayor concentración de gente en estos primeros momentos de poblamiento y, por lo tanto, que haya más sitios arqueológicos”, afirma Politis, quien además de arqueólogo, es doctor en Ciencias Naturales.
Eligiendo el menú
Cuando uno va a comer afuera, se sienta a la mesa, lee una y otra vez la carta y termina eligiendo el plato según las preferencias de ese momento. Estos primeros habitantes también realizaron elecciones a la hora de decidir qué animales cazar, pero lo hacían guiados por razones ideológicas.
“La elección de la presa estaba mediatizada por un sistema simbólico, por la ideología, por tabúes alimenticios. Tenía que ver con qué animales se utilizaban como referentes, como representaciones de espíritus poderosos”, relata Politis.
Así como todavía hoy en ciertas partes del Amazonas no se caza el tapir por considerarse un animal sagrado, los primeros pobladores de la llanura pampeana también elegían de acuerdo a estos parámetros. “Los animales siempre tienen un papel central en la manera en que se percibe lo sagrado”, sentencia Politis.
Las presas preferidas eran animales como los megaterios y toxodontes, grandes y pesados como un elefante. Estas preferencias permiten inferirir un trabajo de cooperación entre los diferentes grupos para llevar a cabo esta actividad.
“Por el tamaño de las presas se debe haber requerido una cooperación entre los individuos para cazarlos. No sólo por el tamaño sino porque, además, una vez que lo cazaban tenían cientos de kilos de carne para comer así que no sólo se “invita” gente para la captura, sino también para aprovechar esa presa de caza”, detalla Gustavo Politis.
La primitiva tecnología
Los restos arqueológicos encontrados en sucesivas excavaciones demuestran que hubo una evolución tecnológica en los artefactos que utilizaban para cazar estos primeros pobladores.
Al final del Pleistoceno, hace unos diez mil años (14c), las puntas de lanzas que se usaban se llamaban “punta cola de pescado”, con un tamaño de entre siete u ocho centímetros.
“Cuando comienza el Holoceno –relata Politis- este tipo de puntas desaparecen y son reemplazadas por unas más chicas, lanceoladas. Luego aparecen unas puntas con forma de triángulo isósceles, que podrían haber estado asociadas con la tiradera, un artefacto para tirar la flecha. Sobre el Holoceno final, los últimos dos o tres mil años, encontramos una punta de flecha chiquita asociada con el ingreso del arco y la flecha”.