"Mitre percibió la importancia del pasado en la conformación de las identidades nacionales"
Beatriz Bragoni, doctora en Historia e investigadora del CONICET, analizó el rol y los aportes multifacéticos de Bartolomé Mitre en la segunda mitad del siglo XIX. Las características de su presidencia, su visión política y los aportes para la conformación de la historiografía argentina.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- Político, militar, historiador, periodista y estadista, la figura de Bartolomé Mitre es clave para entender los procesos sociopolíticos de mediados y fines del siglo XIX en Argentina.
"Es un actor tan multifacético que, a lo largo de su vida, podemos encontrar a varios Mitres, antes, durante y después de su presidencia. A partir de su labor periodística en el exilio, y del accionar político posterior a Caseros, se convirtió en un líder político de primer orden en el complejo y violento proceso de construcción del Estado Nacional” afirmó la doctora en Historia e investigadora principal del CONICET, Beatriz Bragoni, en diálogo con la Agencia CTyS- UNLaM.
Directora del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA- CCT CONICET Mendoza), Bragoni analizó el papel de Mitre a nivel político, sus aportes para la conformación de la historiografía argentina y las principales características de su presidencia.
¿Qué implicaba, teniendo en cuenta las características y dinámicas particulares, ser político en esa época de la historia?
La conformación de la dirigencia política argentina acompañó la formación del Estado nacional y de los provinciales. Se trata de un proceso de largo plazo que se disparó con la Revolución de Mayo a raíz del surgimiento de la política como tema de debate entre publicistas o intelectuales, y como actividad específica que supone consensos, antagonismos y la gestión de lo público. En ese sentido, Mitre formó parte de la generación que se preparó para dirigir el país.
¿Y cuáles eran las características de esa generación?
Mitre integró la constelación de románticos argentinos junto a Domingo F. Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez, entre otros, que encararon la empresa de construir una cultura e identidad nacional desde el exilio. Un exilio que reconoce diferentes etapas, Montevideo, Bolivia y Chile, y que tuvo como factor aglutinante al ejercicio de poder autocrático del gobernador de Buenos Aires y jefe de la confederación argentina, Juan Manuel de Rosas. En términos generales, el programa romántico priorizaba la organización constitucional y el montaje del gobierno republicano y representativo que cobró vigor con la caída de Rosas en 1852 y el proceso constituyente que le siguió. En ese lapso, la trayectoria política de Mitre, como la de Sarmiento, se distinguieron del conjunto al convertirse en actores protagónicos de la vida política y encabezar la pirámide del poder ejecutivo nacional como presidentes. En otras palabras, Mitre y Sarmiento no sólo fueron potentes generadores y promotores del debate público para transformar el país, sino también por una voluntad y una vocación política muy fuerte. Fue una generación que pensó y también pudo ejecutar cómo hacer un nuevo país.
En relación a la idea de Nación, ¿cómo se puede sintetizar la visión que tenía Mitre respecto a la conformación de la unidad del país?
Mitre fue uno de los padres fundadores del republicanismo liberal. Para la década de 1850, había dos estados separados: por un lado, Buenos Aires; y, por el otro, la Confederación liderada por Justo José de Urquiza. Mitre fue un firme promotor de la unificación nacional sobre la base del liderazgo de la provincia de Buenos Aires, y del partido de la Libertad que lideraba. Una visión que tanto su gestión como las siguientes demostraron que sería insuficiente en tanto dependía de la creación de un centro de poder autónomo de las partes o provincias.
¿Cuáles fueron los aspectos más importantes y significativos en torno a su presidencia, de 1862 a 1868?
Durante su gestión, Mitre hizo ingresar al país a una guerra internacional, la Guerra de la Triple Alianza, aspecto que fue sumamente criticado en el Interior, pero no tanto en Buenos Aires. El otro aspecto, que ha dado lugar a muchos debates, tiene que ver con las políticas de pacificación en el interior y en la llamada domesticación de las rebeldías, en lugares como Cuyo, Córdoba, La Rioja y Catamarca. Durante mucho tiempo, se consideró que, después de la batalla de Pavón, el proceso de unidad había sido obtenida a partir, únicamente, de la coacción, con el Ejército de Buenos Aires avanzando hacia el interior del país. Pero, en los últimos 20 años, la historiografía ofreció nuevas evidencias de que las convicciones republicanas también estaban en más de una cabeza política del Interior. No se trataba, entonces, de una Buenos Aires liberal que se imponía sobre el resto del país, sino de un proceso donde la negociación y el consenso fue la contracara de la coacción. También hay que tener en cuenta la sincronía y multiplicidad de agencias estatales (bancos, escuelas, correos), incentivos impositivos, obras de infraestructura (ferrocarriles, etc.) que articulaban las decisiones del gobierno nacional, y los gobiernos provinciales, urgidos todos por enlazarse en el camino de la prosperidad material y cultural que Buenos Aires exhibía con vigor antes y después de 1852.
¿Cómo se transforma su vida política al concluir su presidencia?
Para empezar, hay que decir que Mitre no pudo imponer a su candidato. Era una época donde el presidente o cabeza del poder ejecutivo nacional todavía no tenía la influencia que después obtendría. Quien se impuso en los comicios fue Sarmiento, quien contó con el apoyo de los jefes del ejército que libraban la guerra en Paraguay, o los procónsules apostados en las provincias del interior. En 1874, Mitre aspiró a ocupar nuevamente la presidencia, pero las alianzas concertadas por las dirigencias provinciales en beneficio de Nicolás Avellaneda se lo impidieron. Ese momento muestra otro Mitre: el promotor de la rebeldía o insurrección en detrimento del orden que había defendido mientras ejercía la presidencia. En su libro Mitre montonero, el historiador Eduardo Miguez explica como Mitre apeló al levantamiento armado para oponerse a la dirigencia política de ese entonces. Y su nombre no sólo moviliza a las guardias nacionales de Buenos Aires, sino también a algunas parcialidades indias de dicha provincia. Si bien esa revolución fue derrotada por las fuerzas del gobierno nacional, introdujeron un nuevo capítulo en la vida de los partidos políticos y obligó al por ese entonces presidente, Nicolás Avellaneda, a instalar una política de conciliación para dotar de estabilidad a su gobierno.
Y su vida política seguiría muy activa, con el correr de los años...
Sí. Décadas después, Mitre y los mitristas vuelven a ocupar un lugar de relieve en el escenario político nacional: no sólo porque sumaron voces contra el gobierno de Juarez Celman que vigorizó la conocida Revolución de 1890, sino porque animó el pacto de gobernabilidad con Julio A. Roca, que permitió al régimen de los notables gestionar la crisis institucional y reinstalar un nuevo capítulo de la vida política argentina, ahora dinamizada por la emergencia de nuevos partidos políticos (como la UCR) que vigorizó la competencia electoral y estimuló sucesivas reformas electorales en vista a fortalecer la legitimidad de la democracia republicana.
A toda esta faceta política se le suma su costado historiador. ¿Qué peso tuvo este aspecto en sus intereses políticos e intelectuales?
Los intereses literarios de Mitre se inscriben en una densa trama de textos y autores del romanticismo europeo. Esas lecturas, como la experiencia acumulada como publicista, le hacen percibir (junto con Vicente. F. López) el papel fundamental que tiene el pasado en la conformación de las identidades nacionales. A ello obedece su interés por los grandes actores de la revolución argentina y sudamericana, Manuel Belgrano y José de San Martín. Pero interesa destacar que dicha percepción radica en que el pasado revolucionario estaba siendo objeto de reflexiones, comentarios, refutaciones y de memorias por quienes habían participado de las guerras de independencia. Ya había un proceso de escritura del pasado en la década de 1850, pero Mitre lo que hace es sistematizar y crear un relato fundador. Y lo hace porque considera que tiene que haber un relato sobre el origen de la Nación. Mitre percibió la importancia del pasado en la conformación de las identidades nacionales.
¿Qué visión tenía, en ese sentido, respecto a la Revolución de Mayo?
Su principal hipótesis es que hay características sociales, demográficas, culturales e históricas que hacen que Argentina sea democrática y plebeya incluso antes de la Revolución. Entonces, desde la perspectiva mitrista, la revolución es un producto de la historia y la Nación es prexistente a las provincias. La revolución, bajo su óptica, se hizo porque hay una patria que quiere nacer y que hay que parir.
¿Por esta faceta es que se lo considera como parte fundacional de la historiografía argentina?
Sí, totalmente. En este sentido, Mitre cree en el valor del documento. Y ese interés por documentar lo conduce a cultivar relaciones muy estrechas con historiadores de Chile y de Uruguay, que van a servir de constitución de redes académicas, preocupadas por el pasado latinoamericano. De hecho, Mitre va a promover la creación de la Junta de Historia y Numismática, que, con el tiempo, se convirtió en la actual Academia Nacional de Historia.