"Mientras haya transmisión de información, las bibliotecas vamos a existir siempre, reinventándonos en función de nuestra comunidad"

Daniela Rodríguez, directora de la Biblioteca Leopoldo Marechal de la UNLaM, comparte objetivos y desafíos de este espacio clave para la vida académica. El vínculo con otras áreas de la universidad y de la comunidad, el alcance de la Biblioteca Sonora y por qué se habla de estos espacios "como momentos de encuentro":

Agustina Lima (Agencia CTyS-UNLaM)- Pocas instituciones logran tener un vínculo tan fuerte con su comunidad. No es casualidad que la Biblioteca Leopoldo Marechal esté ubicada en el corazón de la Universidad Nacional de La Matanza. Estantes repletos de libros, salas de lectura y grupos de estudiantes que eligen las instalaciones de la biblioteca como parte de su viaje por la vida universitaria componen el panorama diario.

El 12 de diciembre de 2003, se inauguraba su actual edificio bajo el nombre de “Biblioteca Leopoldo Marechal”. Las nuevas incorporaciones, por ese entonces, fueron una sala silenciosa con 120 puestos de lectura, una sala parlante con 600 puestos y una sala virtual con equipamiento para la consulta de recursos digitales y videoconferencias. Además, se agregaron una biblioteca sonora, un sector de preservación y encuadernación y un auditorio preparado para albergar a más de cuarenta personas, especialmente diseñado para la generación y difusión de encuentros científicos y culturales.

Daniela Rodríguez, directora de la Biblioteca, resalta el rol de la institución y el vínculo con los diversos actores de la comunidad matancera, así como también la relación con otras bibliotecas del sistema universitario. Rodríguez plantea, además, el rol simbólico del libro en la actualidad, las colecciones virtuales y la adaptación a formatos digitales, entre otros tópicos.

“Hablamos de un nuevo paradigma que pretende entender estos espacios como momentos de encuentro. Es decir, buscamos dejar de lado la bibliotecología tradicional de gran volumen de libros físicos y pasar a un modelo de recursos”, asegura Rodríguez, licenciada en Bibliotecología y Documentación, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

¿Cómo es mirar hacia atrás y entender el presente de la institución?

La Biblioteca comenzó funcionando en un espacio muy chiquito, ubicada donde hoy está el Teatro, con la lógica de cualquier biblioteca con servicios mínimos: una colección de libros y un espacio de lectura. Pero la Universidad creció y la Biblioteca también. Pensar un pabellón completo para la “Biblio” fue una decisión más que acertada: ahora tenemos más espacio, pero la esencia es la misma. Los alumnos egresan y el público se renueva, pero la Biblioteca siempre es el punto de encuentro. Nos proponemos siempre desarrollar diversas actividades con la comunidad, con nuestra identidad que nos define y apostando siempre en un camino a futuro. Por eso, elegimos salir del concepto meramente de biblioteca como una colección de libros y apuntamos a un espacio que sea útil para nuestros estudiantes.

¿Por qué es clave pensar a la Biblioteca Leopoldo Marechal como un servicio?

En línea con lo anterior, por el vínculo que tenemos con nuestros usuarios es que podemos, hoy, hablar de una comunidad. La gente, tanto alumnos como vecinos de la zona, nos elige. Los estudiantes, una vez que finalizan sus carreras, deciden si volver o no a la Universidad, pero que hayan pasado por la Biblioteca en este recorrido tan importante para sus vidas, que los hayamos ayudado o el haber brindado un espacio con mesas, luz y un ambiente climatizado nos llena de orgullo.

También hay sanitarios a disposición, sala de lectura silenciosa para mayor concentración, un repositorio digital, sumado a la posición estratégica en el centro de la Universidad con acceso a todos los departamentos. Son algunos de los servicios que brindamos para acentuar el aprendizaje y, además, contamos con la certificación internacional correspondiente IRAM ISO 9001, que refleja la transparencia y confiabilidad en la gestión de los recursos y servicios de información a la comunidad.

No se trata simplemente de la prestación de un producto ni del volumen de nuestra colección. Esto es un espacio de acompañamiento y, como prestadores, año a año, nos fortalecemos. Siempre agradecemos a las autoridades de la UNLaM que siguen apostando por el desarrollo de nuestra querida Biblioteca y nos brindan las herramientas para poder hacerlo.

¿Cómo se genera la articulación con otras áreas de la UNLaM?

Es un gran desafío que asumimos hace muchos años ya: el poder no solo articular con el alumnado que utiliza el espacio, sino, también, con docentes e investigadores de esta Casa de Altos Estudios. La Biblioteca tiene un aula y un auditorio que se encuentran a disposición de todas las carreras y que, muchas veces, son utilizados por profesores de materias como las tesis o los trabajos finales de grado, que requieren de bibliografía especializada.

También, este proceso viene de la mano de la profesionalización de nuestros bibliotecarios, quienes ahora forman parte de un programa interno con que invitamos a docentes a que se acerquen con sus alumnos para presenciar charlas sobre uso responsable de la información, búsquedas académicas en Internet y consumos de información, entre otros ejes.

En casos de comisiones numerosas, también “llevamos” la Biblioteca al aula: nos acercamos con proyector y una computadora y generamos la misma capacitación. Notamos que el vínculo va creciendo y nos da satisfacción que sepan que pueden contar con nuestra formación académica para sumar contenidos.

¿Y en cuanto al vínculo con otras bibliotecas de la zona o bibliotecas universitarias?

Para interactuar con públicos que son externos a la UNLaM, en principio utilizamos canales como la Feria Educativa, a la cual se acercan chicos en edad escolar con docentes, directivos de escuela e, incluso, a veces, con sus familias. Les contamos que somos una Biblioteca abierta a la comunidad y que está disponible para que la frecuenten. También asisten vecinos de la zona que llegan a leer porque encuentran que es un espacio cómodo y adecuado para la lectura. Asimismo, mantenemos contacto con bibliotecas populares de La Matanza.

Si bien son públicos disímiles por tener objetivos diferentes, lo que hacemos es identificar los servicios de cada una y los tenemos en cuenta para recomendaciones o futuras actividades. El diálogo con el sector académico es a través de la Red Interuniversitaria Argentina de Bibliotecas, donde acudimos a asambleas dos veces por año. Son lazos diferentes, en distintos niveles, pero siempre intentamos estar presentes.

La Biblioteca también cuenta con el Espacio Malvinas. ¿Qué representa este lugar en una universidad pública?

Es un trabajo de la Junta de Estudios Históricos de la UNLaM de 2017 y está pensado como un espacio para la divulgación y reflexión del patrimonio cultural de la historia argentina. La realidad es que nos enorgullece que esté en la Biblioteca y que todo aquel que ingrese pueda recorrerlo. Creemos que es necesario que esté presente ya que es parte de nuestra historia como Nación. El Museo cuenta con objetos de uso diario que los soldados utilizaron durante su participación en la Guerra y, además, se exhiben maquetas, diarios, revistas y cartas de los excombatientes.

¿Qué desafíos proyectan desde la Biblioteca de cara a este nuevo año académico?

Buscamos continuar en este camino de salir de un modelo tradicional de biblioteca hacia un espacio donde el libro ocupe un rol más simbólico que físico. Apuntamos a que todo lo que disponemos sea utilizado, que sean recursos útiles para nuestros estudiantes, que sepan que pueden encontrar lo que necesitan.

No importa tampoco si el formato es físico o digital: lo que nos interesa es el mensaje, no nos anclamos en el soporte. Mientras que se cumpla la función de transmisión de información, que es lo más valioso, las bibliotecas vamos a existir siempre reinventándonos en función de nuestra comunidad. Queremos seguir facilitando el acceso a la información y la cultura y que este sea un ambiente seguro, cálido y de encuentro para nuestros estudiantes.

Un servicio que evoluciona: biblioteca sonora para personas no videntes

En su génesis, se trataba de una sala de computadoras con software especializado y con una impresora en braille. También se contaba con profesionales que grababan, en casetes, diversas lecturas. En la actualidad, se trata de una Biblioteca Sonora mucho más completa: durante 2023, se registró la mayor cantidad en simultáneo de usuarios no videntes en la historia de la Biblioteca.

Esta dinámica implicó generar un protocolo de trabajo con varios pasos a seguir. En primer lugar, cada vez que un alumno solicita bibliografía adaptada, se genera una acción conjunta entre trabajadores de la biblioteca y voluntarios, que localizan los textos requeridos. Luego, se pasa a una fase de conversión tecnológica: se le envía al usuario un archivo MP3 o MP4, depende de lo que necesite, a su correo personal, o se carga en un pendrive. En algunos casos, también es posible generar archivos TXT para que el usuario lo disponga en su dispositivo personal con un lector automático.

“Es mucho trabajo y es maravilloso ver cómo logramos brindar un servicio con muy buen funcionamiento. Atrás hay mucha dedicación y un gran compromiso por parte del personal. Para colaborar con la Biblioteca Sonora, se realizan convocatorias en las que participa gente totalmente desinteresada, en su mayoría, suelen ser estudiantes de la Universidad o estudiantes de Bibliotecología. Ellos dedican tiempo de su día para hacer esta adecuación de textos, por eso, nos encanta que esté presente el componente humanitario”, resalta Rodríguez.


La ONU reconoció al repositorio institucional de la Biblioteca

Tras un comienzo de año que recién da sus primeros pasos, la Biblioteca continúa con su desarrollo y labor académico y comunitario. Estos motivos la llevaron a recibir un reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como proveedor de información para la Red AGRIS, a través de la gestión de datos en el Repositorio Institucional de esta Casa de Altos Estudios.

En este sentido, el sello que brinda la FAO para todos los proveedores de información sobre alimentación, agricultura y nutrición es un distintivo internacional que destaca la labor de hacer disponible información de todo tipo en estas áreas del conocimiento.

A su vez, esta agencia lidera en el plano internacional los esfuerzos en la lucha contra el hambre y su objetivo pasa por lograr la seguridad alimentaria para la población y, al mismo tiempo, garantizar el acceso regular a alimentos suficientes y de buena calidad para llevar una vida activa y sana.

Por su parte, el Repositorio Institucional UNLaM, cuya información administra la Biblioteca Leopoldo Marechal, es una iniciativa desarrollada conjuntamente entre las secretarías de Ciencia y Tecnología y la de Informática y Comunicaciones, que desde hace una década, tiene como objetivo poner a disposición de la sociedad los resultados de las producciones científicas y académicas de la universidad.

Así, quienes deseen buscar material o indagar en sus artículos y material académico y científico, pueden ingresar al repositorio institucional de la UNLaM que se encuentra disponible acá.