Los libros Incunables y la lectura a través del tiempo
El novelista francés André Maurois describió la lectura como un diálogo incesante en el cual el libro habla y el alma contesta. Este diálogo perdura desde tiempos inmemorables, cuando el hombre comenzó a comunicarse a través de la palabra escrita, dejando plasmado importantes transformaciones en las prácticas culturales.
Agencia CTyS (María Laura Guevara) Los libros que resguarda el Tesoro de la Biblioteca Nacional son un ejemplo de cómo se fueron dando los cambios en la confección de los libros y, con ello, los cambios en los hábitos de lectura.
Los tres primeros libros en el Río de La Plata fueron íntegramente producidos por manos e inteligencia nativa, con la orientación de los jesuitas. Se trata de Flos Sanctorum, Martirologio romano y De la diferencia de lo temporal y eterno.
Todos ellos fueron confeccionados a finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, pero no llegan a ser considerados incunables. No obstante, la biblioteca resguarda 21 incunables, dentro de los que se encuentra un folio de la “Biblia de Gutenberg”.
Se da el nombre de “Incunable” a una serie de libros producidos entre el nacimiento de la imprenta y el año 1500. El término hace referencia a la época en que los libros se hallaban en la “cuna”, vinculándolo a la “infancia” de esta moderna técnica.
Pero María Chepareborda, directora del Tesoro de la Biblioteca Nacional, sostiene que “una de las gemas de la biblioteca es el libro encadenado”.
Este texto pertenecía a la colección del ex presidente Juan Domingo Perón, que fue enajenada por decreto en 1957. Se trata de un manuscrito del siglo XV de “Filosofía Natural” de Jean Buridan.
“El ejemplar -uno de los cuatro que hay en existencia- fue un regalo del cónsul general de Francia y está dedicado a Perón como acto de gratitud”, revela la especialista para quien, incluso, es anterior a los incunables. “Es el libro más antiguo que tenemos”, asegura.
Este ejemplar recibe el nombre de “encadenado” por poseer una cadena para ser sujeto al pupitre o la biblioteca, costumbre que proviene de las bibliotecas medievales. Y tiene la particularidad de estar confeccionado al estilo pescia: “Así como los estudiantes hoy sacan fotocopias, en ese momento los estudiantes hacían copias por cuadernillos y después las vendían. Luego, esas copias se juntaban y formaban el libro”, explica la directora del Tesoro, con una amplia trayectoria en el trabajo bibliotecario.
Borges decía que un libro que nadie ha leído no es más que un cubo de papel con hojas. Es la lectura lo que da importancia, proyección, existencia, a lo que el autor escribió.
Lo innegable es que los libros son la herencia que nos pasan nuestros ascendentes y existe una responsabilidad con las generaciones futuras. “No solamente hay que tener los libros para el presente, hay que pensar en el futuro”, sostiene Chepareborda.
De Gutenberg hasta ahora
La imprenta sustituyó a las audiencias separadas y especializadas de la edad del manuscrito por un nuevo público, en el que se mezclaban clases, edades y sexos. El invento de Gutenberg puso al alcance de todos lo que hasta el momento era privilegio de unos pocos.
Los fieles seguidores de los modelos aristocráticos de la escritura despreciaban el negocio de los libreros y la publicación de textos impresos, al considerar que corrompían la integridad de las obras. Los aristócratas y los eruditos preferían la circulación manuscrita de las obras porque los textos eran destinados sólo a los que podían apreciarlos o comprenderlos y, por supuesto, adquirirlos.
Para el historiador Roger Chartier, formado en la escuela de los Annales, la razón más importante para considerar al impreso como continuación del manuscrito es la aparición de la lectura silenciosa.
A partir de la imprenta cada lector pudo tener acceso a leer un número mayor de libros y, al mismo tiempo, el libro podía alcanzar un número mayor de lectores. De allí que las lecturas grupales fueron desapareciendo de a poco.
La presencia de la imprenta ocasionó una circulación de textos a escala inédita, al reducir drásticamente el costo de fabricación, lo que permitió el tiraje de quinientos o mil ejemplares y abrevió la duración de su producción.
Sin duda, la imprenta surge para ahorrar mano de obra. “Tener a una persona haciendo 100 copias implicaba un salario durante bastante tiempo. En cambio, Gutemberg hizo en un periodo muy breve 100 copias de la Biblia y eran más bellas, prolijas y todas iguales”, explica Roberto Casazza, Magister de Arte y Filosofía del Renacimiento y director del Programa Nacional de Catalogación, Restauración y Estudio Histórico-crítico de la bibliografía colonial de la Biblioteca Nacional
Los primeros libros, aun en sus versiones xilográficas, pasaban apenas las cincuenta páginas, y estaban destinados a personas de escasa cultura. Es claro que con la imprenta se amplió el público y la familiaridad con los libros, así como se facilitó la multiplicación de los ejemplares, las ediciones en pequeño formato y las traducciones en las lenguas vulgares.
Este avance tecnológico aseguró la difusión de los textos clásicos y sabios más allá de los sectores privilegiados que solían leerlos en la cultura manuscrita. Los libros incunables son un claro ejemplo de ello.
Rollo, papiro, codex, incunable, o electrónico. Lo importante del libro es recordar que abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.