“Hoy no existe un Estado populista como el que hubo en Argentina a fines de los cuarenta”
El reconocido sociólogo y politólogo recibió a CTyS y reflexionó sobre “el modelo” argentino y el populismo, además de analizar los “procesos fuertemente reformistas” en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Agencia CTyS (Javier D’Alessandro) - El Centro Cultural de la Cooperación, el lugar en el cual Atilio Borón trabaja y el elegido para esta entrevista, no es un lugar más en Buenos Aires. Con aire cosmopolita, ubicado en el corazón de la cultura porteña, orillea la avenida Corrientes, como una metáfora de su objetivo fundacional, el de proyectar un imaginario popular, progresista y de izquierda que confronte con los ideales del neoliberalismo. Y tampoco es una casualidad encontrarse con el ex Secretario Ejecutivo de CLACSO en los pasillos de este edificio.
“Claramente me identifico con una tradición de pensamiento socialista, marxista; ese es mi marco de referencia. Y, por supuesto, estoy a favor de todos los movimientos de transformación social y, si hay revoluciones, por supuesto que estaré ahí”, son las primeras palabras que se escuchan del reconocido sociólogo, cuando se encienden los grabadores y todo lo dicho está destinado a trascender los límites de su oficina del quinto piso.
¿Hay revolución en América Latina?
En sentido estricto, la única que hasta ahora ha triunfado, y que se mantuvo por más de medio siglo, es la Revolución Cubana. Es el único proceso revolucionario completo.
Conciso y coherente con un estricto pensamiento revolucionario, analiza a tres países con gobiernos de corte popular: Venezuela, Bolivia y Ecuador. “Son tres procesos fuertemente reformistas que trascienden lo meramente económico y que, con características diferentes, tienen una potencialidad de transformación social muy grande. Son gobiernos que enfrentan abiertamente a las clases dominantes y que lograron avances muy importantes en su nivel de democratización”, define.
Entonces, ¿por qué se habla de Chávez como un dictador?
En doce años, Chávez llamo a quince elecciones; se pueden decir muchas cosas en relación a su gobierno, menos que no tiene legitimidad democrática. Además, tanto Bolivia como Venezuela tienen constituciones aprobadas a través de procesos electorales, no cómo Argentina, donde la reforma del ’94 la aprobaron constituyentes elegidos como punteros políticos, sin ninguna clase de participación popular. Brasil, Argentina y Uruguay son democracias liberales clásicas, mal llamadas representativas, donde el protagonismo popular está prácticamente ausente. Sus gobiernos tienen una cierta vocación transformadora, pero más atenuada que los que mencionaba antes, que realmente están cambiando el escenario social y las instituciones.
Como investigador Superior del CONICET y titular de la cátedra de Teoría Social y Política en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA Borón es reconocido por sus análisis sobre la realidad política latinoamericana. Sobre el novel presidente del Perú, Ollanta Humala, hace la siguiente consideración: “Si Ollanta gobierna con una política parecida a la de Alan García se le va a incendiar el país. No obstante, rescato como positivo el hecho de que no es el presidente que quería el establishment, ni el que quería Estados Unidos. Vamos a ver si logra llevar a cabo su programa”.
¿Qué piensa de las caracterizaciones de los presidentes de la región como líderes populistas?
Acá hay una enorme confusión; el populismo alude a una forma de régimen político que ha sido ya superada por la historia; representa una coagulación de formas políticas que corresponden a una fase del desarrollo del capitalismo marcada por la capacidad de conducción de la burguesía nacional, enfrentada con una clase obrera relativamente homogénea, organizada y con fuerte capacidad de presión, cosas que hoy ya no existen. Hoy no existe un Estado populista como el que hubo en Argentina a fines de los cuarenta, lo que no quiere decir que no existan gobiernos que lleven adelante políticas populares, pero si a eso se lo llama populismo, el concepto pierde toda significación. El populismo tuvo una política muy significativa de redistribución del ingreso que ahora no existe. Argentina, por ejemplo, si bien mejoró su política social no logró revertir la meseta de pobreza que dejó el neoliberalismo salvaje.
¿A qué atribuye esas diferencias?
La Argentina tiene una derecha muy fuerte, y por otra parte, creo que hay un gobierno que actúa como si fuera débil, cuando en realidad es un gobierno muy fuerte. Lo más sorprendente, tanto de Néstor como de Cristina, es que, teniendo un grado de legitimidad popular muy grande que les daba pie para avanzar con políticas mucho más radicales, no lo hicieron, aún teniendo la prueba de que cuando lo hicieron les fue muy bien. Cuando Néstor realmente adopta una política puntual de abandono del modelo, con la quita de los bonos de la deuda externa, tuvo un éxito sensacional. Si Cristina, en vez de ese discurso absurdo de profundizar el modelo, se decidiera justamente a dejar de lado el modelo, como lo hizo Néstor en su momento con la quita de los bonos, le iría mucho mejor de lo muy bien que le va ahora.
¿Qué es para usted “el modelo”?
Es la forma especial de articulación entre el proceso de acumulación y proceso de organización política que se gesta bajo la última dictadura militar, y que tiene como puntales el carácter prioritario de la especulación financiera, que se expresa en la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz; en el carácter autónomo del Banco Central, que se expresa en la Carta Orgánica de Domingo Cavallo; en la desvalorización del trabajo y el recorte de los salarios reales de los trabajadores, que se manifiesta en la derogación de los aportes patronales hechos por Cavallo; y en una estructura tributaria tremendamente regresiva. Ese es “el modelo”. Rigurosamente, es una economía neoliberal. A pesar de unas pocas correcciones que hizo el Gobierno, Argentina va por el estrecho camino del neoliberalismo. Cristina, y antes Néstor, lo que hicieron en algunos momentos fue apartarse de “el modelo”, y cuando lo hicieron les fue muy bien.
Entonces no cree en la “profundización del modelo”…
Creo que la “profundización del modelo” es un tema muy serio, que no se ha estudiado seriamente. ¿Por qué seguir con un modelo que privilegie la renta financiera, las ganancias del capital más concentrado, los estragos de la gran minería a cielo abierto y la sojización de la agricultura argentina y que, además, descanse sobre una mentira como pocas veces he visto en este país como la del INDEC? Explicame vos por qué Repsol paga regalías al nivel del 80 por ciento en Bolivia y acá paga el 18. ¿Por qué? Es un robo. Y la misma situación se repite en Brasil, en Chile, en Uruguay. Uruguay es aún un caso más extremo que el de la Argentina, en capitulación incluso en el ámbito de los derechos humanos, donde aquí se sigue dando una batalla muy importante.
¿Confía en que Cristina Fernández avance en ese sentido en un nuevo mandato?
Es muy difícil meterme en la cabeza de Cristina, pero creo que es una mujer muy, pero muy inteligente. El problema es que un gobernante, por más inteligente que sea, en algunos casos está rodeado por un grupo de gente que, a veces, le hace meter la pata. Creo que no hay un equipo de trabajo que le marque claramente las prioridades. Hay una buena intención en el sentido de que ellos realmente quieren que la gente este mejor, pero se equivocan tratando de poner paños tibios, cuando en realidad hay que cambiar los cosas de fondo. Si un enfermo tiene una peritonitis, no le podes dar una aspirina. Y la argentina necesita una cirugía mayor.