Houssay y los cimientos de la ciencia argentina
El trabajo del primer Premio Nobel de América Latina permitió el surgimiento de la figura del científico tal como se la conoce en la actualidad. Creador del CONICET, Bernardo Houssay dio entidad propia a la labor del investigador. Agencia CTyS repasa una de sus herencias más relevantes: la creación de institutos de investigación en una época en la que la ciencia no vivía su mejor momento.
Gaspar Grieco (Agencia CTyS) - Durante las décadas del 1940 y 1950, desde el Estado nacional se incentivaba el desarrollo de la ciencia al servicio de la industria básica y armamentística. Sin embargo, la investigación biológica estaba relegada al ámbito privado y los especialistas eran considerados como miembros de la elite. Pese a esta situación, Bernardo Houssay y sus discípulos, llevaron a las ciencias naturales a su más alta expresión y crearon cuatro de los institutos de investigación más reconocidos del país.
En una investigación en curso, la museóloga María José Fernández intenta comprender este período. “La gran pregunta es cómo hicieron para formar toda esta estrategia de llevar adelante institutos privados en casas de familia, muy modestos y albergando a grandes científicos que incluso fueron premios Nobel”, relata en diálogo con la Agencia CTyS.
A partir del año 1919, Houssay gana un concurso de la Universidad Buenos Aires (UBA) y pasa a dirigir la primera cátedra full time en fisiología. Siguiendo su fuerte convicción en la educación permanente basada en la etapa experimental, formó durante 20 años a los más destacados científicos del país. Dentro de su selecto grupo figuraron Federico Leloir, Braun Menéndez, Oscar Orías y Juan Lewis.
En los inicios del golpe de Estado conocido como la Revolución de 1943, Houssay y varios intelectuales fueron separados de sus cargos docentes en distintas Universidades por firmar un manifiesto en el que reclamaban “democracia efectiva por medio de la fiel aplicación de todas las prescripciones de la Constitución Nacional y solidaridad americana por el leal cumplimiento de los compromisos internacionales firmados por los representantes del país”. Sin embargo, durante ese período y el posterior, ellos crearon los prestigiosos institutos que hoy se conocen como IBYME, Leloir, INIMEC y ARFIC.
Creación de los nuevos institutos privados
Luego de ser separado de la UBA, Houssay, que presidía la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia (AAPC), recibió fondos de la adinerada familia Sauverán y una modesta casa que era de la familia Braun Menéndez en el barrio porteño de Palermo. El inmueble fue adaptado como laboratorio y así se formó el prestigioso Instituto de Biología Y Medicina Experimental (IBYME), bajo una órbita totalmente privada.
Ya en el año 1946, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, las autoridades deciden que los que habían sido separados de sus cargos vuelvan a reintegrarse, pero luego de uno pocos meses Houssay es removido de su cargo por una jubilación anticipada.
“Se discute bastante este evento. Hay publicaciones en los diarios, por ejemplo una carta abierta que firma Juan Lewis (otro de sus discípulos) respecto a la ilegalidad de esta situación. Él cumplía con las condiciones de seguir siendo profesor en la UBA a pesar de tener la edad para jubilarse”, relata la especialista.
Luego de este episodio, Houssay comienza a replantear su apoyo a la Universidad Nacional, que hasta ese momento era una constante en su vida y decide insistir en la necesidad de la educación privada. Cuando sus discípulos se enteran de su “jubilación”, renuncian a sus cargos docentes en las universidades y deciden acompañar a su maestro.
“Oscar Orías se junta con otros científicos en Córdoba y decide fundar el Instituto de Investigaciones Médicas para la Promoción de la Medicina Científica en Córdoba, que también era privado”, explica Fernández.
Este instituto comienza a funcionar en el año 1947 y de inmediato cambia su nombre por el de Instituto Mercedes y Martín Ferreira, en honor a la familia que había donado el edificio construido específicamente como laboratorio de ciencias básicas.
Ese mismo año, coincidente con la entrega del premio Nobel de Ciencias a Houssay, se crea la Fundación Campomar, dirigida por el joven Federico Leloir, a tan solo una cuadra del IBYME.
“El empresario textil Jaime Campomar tenía una relación de parentesco con uno de los químicos (Cardini) que vino de Tucumán. Él donó una casa para que Houssay arme un instituto de investigaciones bioquímicas”, señala Fernández, al tiempo que señala que muchos años después, ese centro se convertiría en el actual Instituto Leloir.
Finalmente, en abril del 1948 se crea la Asociación Rosarina para el Fomento de la Investigación Científica (ARFIC), que financia la creación de un nuevo instituto de investigaciones fisiológicas en la ciudad santafecina de Fischerton, dirigido por Juan T. Lewis.
Todos los institutos llevados adelante en este período eran manejados íntegramente por Houssay y sus discípulos, a tal punto que eran ellos mismos los que se dedicaban a arreglar las instalaciones y, en muchos casos, confeccionaban sus propios instrumentos de investigación con donaciones que recibían de fundaciones extrangeras.
Luego del año 1955 pasaron a ser parte del Estado y, con la creación del CONICET en 1958, también fundado por Houssay, fueron incluidos dentro de su órbita.
Hoy, estos institutos figuran dentro de los más destacados del país y la institucionalización de la ciencia continua avanzando en todo el territorio nacional.
Fuente foto de portada: Conicet