“Hay una perspectiva muy desdibujada del futuro”
El economista Fernando Peirano señaló una falta de autonomía y de recursos en las instituciones de ciencia y tecnología nacionales, y analizó el presente del sector productivo vinculado al desarrollo en un contexto económico crítico.
Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) – Fueron múltiples los eventos que pusieron a la ciencia argentina en el centro de la escena mediática. En los últimos meses, distintos investigadores fueron reconocidos mundialmente por su labor. Tales son los casos de la Dra. Andrea Gamarnik, que recibió el premio L’Oréal-UNESCO en 2016, y del Dr. Ernesto Calvo, que en junio pasado ganó el certamen Bright Minds Challenge por su proyecto en energías alternativas.
En los últimos días, el CONICET volvió a ser noticia. El organismo escaló 62 posiciones en el Ranking SCImago 2017, que evalúa las instituciones y universidades orientadas a la investigación en todo el mundo. Así, se posicionó como la segunda institución más importante de Latinoamérica.
Sin embargo, la distinción se dio en una coyuntura de notables ajustes que ponen en duda la continuidad del desarrollo que llevó, entre otras cosas, a obtener ese prestigio a escala global y a pensar a la ciencia como eslabón necesario para el crecimiento productivo y el fortalecimiento de la soberanía nacional.
Para Fernando Peirano, economista y ex Subsecretario de Políticas de la cartera de ciencia y tecnología, el CONICET se encuentra “en jaque desde lo institucional y lo presupuestario”. No obstante, valora el posicionamiento de la comunidad científica como actor político que defiende los recursos adquiridos y lucha por incrementarlos a largo plazo.
¿Qué lectura hace del contexto en ciencia y tecnología?
Hay una perspectiva muy desdibujada del futuro en lo que respecta al hacer científico, que es lo que más afecta a una entidad en la que se requiere una mirada a largo plazo. Queda en claro que las decisiones se están tomando en otras esferas; el Ministerio de Ciencia y Tecnología avala y ejecuta, pero ya sea en Jefatura de Gabinete o en el Ministerio de Modernización es desde donde se está aplicando un ajuste y, fundamentalmente, un cambió de rumbo que encierra muchos retrocesos. Esto se expresa claramente con el tema del recorte presupuestario que, si bien en estos últimos días ha habido una partida adicional, esta partida se da para atender compromisos ya asumidos que no responden a nuevas iniciativas. Además, se plasma en un CONICET, institución emblemática y columna vertebral de nuestro sistema, donde se viven distintas situaciones de conflicto. La primera y más evidente tiene que ver con la falta de definición sobre casi 500 investigadores que han tenido una doble recomendación y que no han podido ingresar a la Carrera de Investigador Científico. En segundo lugar, se vive un conflicto en materia de toma de decisiones en el directorio, ya que la situación no se ha logrado regularizar a pesar de tener las elecciones del área concluidas hace más de un año: las designaciones de Miguel Ángel Laborde y Roberto Salvarezza todavía están pendientes y ya se aproximan nuevas elecciones en las otras dos áreas.
¿Cómo explica la posición de los decisores de MINCyT y CONICET frente a los reclamos de la comunidad científica?
Resulta elocuente la ausencia en el debate, por parte de los funcionarios de MINCyT y CONICET, sobre los proyectos que están en el Congreso de la Nación, que a instancias de los diputados y senadores del FPV-PJ, buscan elevar el presupuesto de manera gradual y sostenida hasta el año 2030, un tema que sin duda involucra al área y que ha nacido en el mismo ministerio a través del trabajo realizado durante el 2014 y el 2015. Hoy, ese ministerio no se ha expresado y muchos menos ha compartido recomendaciones a pesar de que algunos integrantes de la alianza Cambiemos, en especial del radicalismo, han acompañado los dictámenes que se han aprobado en las comisiones de Ciencia y Tecnología, tanto del Senado como de Diputados.
¿Y qué piensan los investigadores de esta situación?
Cuando uno habla con los investigadores, lo que señalan es un presente más exigente, con menos recursos y con la proyección de un futuro que los preocupa y los condiciona porque, en materia de ciencia y tecnología, la imposibilidad de pensar a largo plazo tiene un impacto en el presente. Esto se materializa en nuestros debates: estamos discutiendo sobre presupuestos, recortes y silencios en lugar de discutir cuestiones estratégicas, nuevas institucionalidades y nuevos actores que son todos los requisitos claves para que la ciencia y la tecnología contribuya con el desarrollo.
Lo que sí se ha incrementado es la organización de la comunidad frente al conflicto…
Los distintos agrupamientos de científicos han aparecido como un nuevo actor que tiene como objetivo contextualizar el debate en la realidad social, económica y política en lugar de limitarse a reivindicaciones sectoriales. Esto es resultado de una comunidad científica que se ha expandido, se ha diversificado, a la que se le han sumado nuevas generaciones. Se trata de diversos actores que antes no estaban presentes en la escena y que han sido muy importantes para motorizar iniciativas como las de los presupuestos al año 2030, que necesitaban un volumen político que, de otra manera, no se hubiese logrado y que están a la vanguardia en propuestas frente a los silencios y retrocesos que marcan la iniciativa oficial. También, son un elemento clave para señalar, reclamar y evitar muchos de los retrocesos que se intentan imponer día tras día desde diferentes ámbitos del gobierno.
¿Cómo analiza el presente del sector productivo?
En los últimos años, se había formado un colectivo interesante de unas 6.000 PyMEs que ha llevado adelante proyectos de alguna manera certificados desde la Agencia, que son iniciativas de cierta envergadura en materia de innovación. Y estos proyectos conforman un capital social que hoy está puesto en duda y corre riesgo de perderse. La promoción de la innovación puede impulsarse desde el MINCYT o la Agencia, pero necesita el acompañamiento de la macroeconomía, una demanda más pujante y oportunidades de inversión que, hoy, no se están viendo. La falta de articulación y coherencia entre estas políticas micro, como pueden ser las políticas de promoción científica, y las condiciones macro, están dañando un ejercicio que se venía potenciando. La Argentina tenía como desafío superar estas 6.000 empresas, o las 600 que hacen I+D, y avanzar hacia la ampliación de este colectivo. En su momento, habíamos establecido la necesidad de superar las 12.000 empresas en un lapso de cuatro años y así conformar una masa crítica que cambie las dinámicas de estos procesos. Nada de esto se está discutiendo hoy.
Parte del discurso oficial se sostiene en forjar la inversión privada y extranjera para motorizar estos proyectos…
Tras más de 18 meses de gobierno, se ha visto un cambio de rumbo, una discontinuidad en muchos de los aspectos que se venían llevando adelante. Quizá, se ha insinuado la posibilidad de capitales financieros como estímulo del desarrollo de empresas start ups de base tecnológica, pero, hasta ahora, esto queda en el discurso y no se está plasmando en hechos como para poder evaluarlo ni saber si se trata de una posibilidad real. Además, todo esto se lo ha presentado confrontando la inversión privada contra la pública, como si se tratará de procesos antagónicos o decisiones contrapuestas. La realidad es distinta: la inversión pública y la privada son agendas complementarias. Cuando se estudian las experiencias más destacadas a nivel mundial, se observa que existe una fuerte correlación entre estos dos tipos de inversiones. La inversión privada se desata a partir de cierto umbral superado por la inversión pública que, en Argentina, todavía no ha sido superado. Había que seguir incrementando la I+D pública para, luego, estar en condiciones de despertar la inversión privada que acompañe el proceso.
¿Cómo evalúa este diálogo en la actualidad?
Me cuesta encontrar una iniciativa de importancia para tomar como referencia. Las compras públicas perdieron importancia dañando la trayectoria de las empresas de equipamiento médico, por ejemplo. Para no reiterar el lamentable caso de ARSAT, veamos otro caso: qué pasó con las licitaciones en energía eólica. A pesar de que la ley marcaba un espacio para el componente nacional, esto se dejó de lado y, ahí, perdimos una oportunidad importante para ir a potenciar aquellos actores nacionales que podían resolver los desafíos que encierra esta nueva plataforma tecnológica desde la innovación local. En síntesis, frente a este escenario, creo que los investigadores y los empresarios innovadores tendrán que sumarle a los conocimientos que ya tienen la sabiduría necesaria para defender el piso de lo logrado, contrarrestar los cotidianos intentos de ajustes y retrocesos y, al mismo tiempo, darse el espacio para repensar el sistema de ciencia y tecnología a fin de recuperar un sendero que permita, en un futuro cercano, recrear otro período de expansión y desarrollo.