"Hacer trabajo de campo en un mes no proporciona grandes conclusiones"
La doctora en Antropología Social, Rosana Guber, resalta el trabajo de campo en la disciplina a la hora de entender otras formas de vivir y de pensar. Además, destaca la inversión y el apoyo que se le ha dado a las Ciencias Sociales y Humanidades en los últimos años y subraya la importancia de que las políticas de evaluación sean consensuadas por la comunidad académica argentina.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- A partir de la publicación de títulos como El Salvaje Metropolitano (1991), La Etnografía: método, campo y reflexividad (2001) y ¿Por qué Malvinas? De la causa justa a la guerra absurda (2001), Rosana Guber se ha convertido en una referencia ineludible a la hora de repensar desafíos y nuevas realidades de la antropología social.
Doctorada por la Johns Hopkins University (EE.UU), Guber ha sido premiada por los prestigiosos Premios Konex en el área de Arqueología y Antropología. “Es sumamente importante que la antropología social esté representada en el rubro, teniendo en cuenta que junto a la antropología forense son las más nuevas del grupo en la Argentina”, asegura la académica, quien se mostró halagada por el reconocimiento.
En diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, Guber analiza el rol del antropólogo y la importancia del tiempo dedicado al trabajo de campo, en búsqueda de nuevas conclusiones. “La antropología social camina junto a otras disciplinas sociales y humanísticas; combina las preguntas, los problemas y las realidades y también los combina según los interlocutores”, asevera.
¿Considera que se pudo dejar atrás la visión de la antropología como una disciplina que sólo estudiaba pueblos nómades o antiguos?
Los antropólogos trabajamos sobre cualquier grupo humano y los pueblos originarios son parte de esa humanidad. Lo que es una construcción o un ideal es el hecho de que el antropólogo se aísle para estudiar ese grupo. Hay una película colombiana llamada El Abrazo de la Serpiente (2015), donde se muestra el contraste de dos antropólogos: uno de principios del siglo XX y otro de la Segunda Guerra Mundial. La película se hizo en base a los cuadernos que dejaron los antropólogos, y esos cuadernos muestran que los antropólogos no estaban aislados, sus zonas de estudio siempre estaban atravesadas ya sea por grupos misioneros, estados más o menos débiles, militares, etc.
¿Qué aspectos son esenciales a la hora de poder desarrollar una buena metodología de trabajo antropológico?
Quizás haya una utopía muy productiva para nosotros y es que solíamos tener más tiempo de estadía, ya sea con los temas de estudio o con la gente. Es decir, más dedicación. Si bien eso no siempre es fácil ni muy practicable, es importante sostenerlo. Porque, en definitiva, es el tiempo dentro de la investigación en que uno entrega parte de la vida a tratar de entender otras formas de vivir y de pensar.
¿Y en relación al trabajo de campo?
Las universidades tienen propuestas para la formación de estudiantes que van cambiando de acuerdo a la época. Dentro de la metodología cualitativa, por ejemplo, también hay muchas discusiones y debates. En el método etnográfico, con trabajo de campo presencial, lo más importante, mucho más que las herramientas teóricas, es que los investigadores puedan entender que hacer trabajo de campo en un fin de semana o en un mes no le proporcionará grandes conclusiones. El trabajo de campo debe ocupar un espacio importante de la investigación y no que el campo venga a decir lo que la teoría ya sabe sobre nuestras realidades. Debería haber un intercambio, un debate y retroalimentación entre esa teoría y lo que nosotros hallemos en el campo.
¿Qué análisis hace sobre la política científica y el apoyo a las Ciencias Sociales en general y a la antropología en particular?
Desde el 2001,2002 se creció mucho, las Ciencias Sociales tuvieron una importancia creciente que no parece que vaya a cambiar en la nueva gestión. Hay mucha conciencia de que la investigación en general y la investigación en Ciencias Sociales en particular tienen muchísimo que ver con las políticas públicas, con la agenda, con el manejo de las poblaciones. La mayor parte de los grandes emprendimientos suelen tener financiamiento que exige un manejo de población. Y para el manejo de población son necesarios científicos sociales. Lo que me parece sumamente importante es que las políticas de evaluación sean políticas consensuadas por la comunidad académica argentina, particularmente por la comunidad de científicos sociales y humanistas. Es decir, que se pongan como prioridad las necesidades y la forma de trabajo en Argentina y no que pretendan plegarse a estándares internacionales que se basan en el número de publicaciones en revistas que nadie leerá ni en nuestro país ni en nuestra región. La investigación de punta en Ciencias Sociales se juega distinto que en las Biomédicas. Tendremos que compatibilizar ambos criterios: internacionalidad y regionalidad. La presión para publicar lleva a que muchas veces los investigadores produzcan artículos al por mayor sin mucho nuevo que decir.
Rosana Guber es Ph.D. en antropología social, por la Johns Hopkins University (EEUU, 1999). Es investigadora principal del CONICET, con afiliación institucional en el IDES. Se especializa en el estudio de las perspectivas cívico-militares de los protagonistas directos de la Guerra de Malvinas (Falklands) de 1982, en métodos etnográficos de trabajo de campo y en la historia y antropología de las antropologías argentinas. Es autora de El Salvaje Metropolitano (1991, 2004), La Etnografía: método, campo y reflexividad (2001, 2011), ¿Por qué Malvinas? De la causa justa a la guerra absurda (2001, 2012), De chicos a veteranos. Memorias argentinas de la guerra de Malvinas (2004, 2010) y Experiencia de Halcón (2016). Desde 1994 dirige el Centro de Antropología Social del IDES, y la Maestría en Antropología Social, programa conjunto entre IDES y IDAES, de la Universidad Nacional de San Martín. Es docente en los postgrados de Antropología de la Universidad Nacional de San Martín (desde 2001), la Universidad Nacional de Misiones (desde 1997) y la Universidad Nacional de Córdoba (desde 2005).