Estudian los cambios en la protesta social post 2001
Investigadores del Instituto Germani indagan cómo impactó la crisis en la estructura organizativa de los distintos actores de la sociedad civil en la Argentina del siglo XXI.
Javier D’Alessandro (Agencia CTyS) - Diciembre de 2001 quedará en la memoria colectiva como uno de los hitos más importantes de la historia argentina reciente. No obstante, a la sombra de las disputas político-partidarias, emergieron nuevas formas de asociación y participación que dieron abrigo a numerosos actores sociales que no se sentían representados por las formas institucionales vigentes.
“La crisis de 2001 fue una crisis social en un sentido amplio, es decir, que alteró el conjunto de las relaciones sociales, en el campo económico, político y cultural”, explica a la Agencia CTyS Julián Rebón, Sociólogo y doctor en Ciencias Sociales, investigador del Conicet.
Para el director del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), “esto implica que, después de 2001, la gente no se comporta como se comportaba habitualmente, porque entiende debe cambiar su forma de actuar para obtener lo que antes obtenía de otra manera”.
Los movimientos piqueteros, las asambleas barriales, los clubes de trueque, son sólo alguno de los tantos tipos de organizaciones sociales que surgieron tras el estallido de 2001, y se transformaron en uno de los grandes temas de las ciencias sociales en Argentina durante los últimos diez años.
La crisis de representación y el surgimiento de la acción directa
Como el sistema institucional no logra proyectar efectivamente el conjunto de las demandas sociales, se quiebran los patrones establecidos lo que produce una gran capacidad de innovación en el campo de la protesta e intervención de diversos actores sociales.
El análisis de las distintas formas que tomó la acción directa durante los años que siguieron al gran estallido de 2001 es el objeto de la investigación “Huellas del 2001. Acción directa y recuperación de empresas en la Argentina reciente”, que Rebón realizó junto a Rodrigo Salgado, Sociólogo, becario del Conicet y docente de la UBA.
Según el estudio, durante la crisis se produjo un proceso de autonomización de distintos actores de la estructura social por el cual diferentes grupos y colectivos dejaron de delegar en las autoridades políticas la resolución de sus problemas centrales y construyeron espacios de autonomía, innovación y confrontación directa.
Toda organización institucional tiene ciertas formas legitimadas para reclamar y ciertas formas proscriptas, pero cuando las formas legitimadas no logran canalizar las demandas y disconformidades, aparece la acción directa como una forma de confrontación que desborda la institucionalidad dominante.
“Con el concepto de acción directa quisimos enfatizar su condición de acción no reglada, espontánea y que desborda los canales formales e institucionales de procesamiento de la conflictividad”, aclara Rebón.
La acción directa en el periodo de la post-crisis
Durante la post-crisis tiende a desaparecer la acción directa de fines, aquella que en su misma realización alcanza la meta. El caso del trueque es un ejemplo., “Era un espacio de autonomía e innovación surgido por la crisis del dinero, que se esfumó tras la recomposición del sistema general de intercambio capitalista”, destaca Rebón.
Sin embargo, la acción directa a lo largo de la década continúo siendo una forma privilegiada de expresión del conflicto y se transformó, a partir de 2002, en una forma instrumental de imponerle ciertas demandas específicas al sistema político e institucional.
“El uso de repertorios de acción directa quedó en la ‘caja de herramientas’ de reclamo de distintos sectores de la población como un principio de ‘desobediencia’ frente a determinadas situaciones y problemas concretos que involucran y amenazan la propia identidad de los actores sociales”, sostiene el director del IIGG.
En este sentido, la legitimación de la acción directa está relacionada con el principio de efectividad de este tipo de medidas, ya que los individuos valoran la enorme efectividad que tiene esta forma de protesta por sobre su legalidad institucional.
“En Argentina estuvo cortado un puente internacional durante varios años, medida que contó durante un largo tiempo con el ‘aval tácito’ del gobierno nacional”, ejemplifica Rebón. “Este hecho tuvo un papel significativo en la política internacional, lo que demuestra la legitimidad y la eficacia de la acción directa en la última década”, agrega el especialista.
Además, los usos de la acción directa no son privativos de algún sector social específico. “Por ejemplo, el piquete, un formato de protesta generalizado por los sectores desestructurados terminó siendo usado en el 2008 por sectores más acomodados durante el conflicto por las retenciones agrarias”, aclara el investigador.
El futuro de la organización de la acción directa
Según Julián Rebón, Argentina siempre tuvo una rica vida organizativa en los sectores populares pero, con la crisis de principios de década, la emergencia de nuevos desafíos para nuevos sectores sociales enriqueció la estructura organizativa.
“Un ejemplo muy claro es que, en un país con una gran tradición sindical, la hegemonía de los sindicatos fue cuestionada por aquellos que quedaron fuera del mercado de trabajo, los cuales, al no sentirse representados por las organizaciones tradicionales, buscaron nuevos mecanismos de representación”, precisa el académico.
Para el especialista, el movimiento de fábricas recuperadas, los movimientos piqueteros, las asambleas barriales, entre otras organizaciones, dan cuenta, “con una gran diversidad y una heterogeneidad, del alto grado de fragmentación política por el que atravesó la sociedad argentina durante los últimos diez años”..
En la actualidad, hay varios intentos de institucionalización de estas nuevas organizaciones. “Es un proceso complejo, porque coexiste la cultura de la acción directa con muchas demandas postergadas de los sectores populares que no pueden ser resueltas por los mecanismos institucionales tradicionales”, concluye Rebón.