"En los medios hay una representación de un niño que no necesita del adulto"
La autora de Los juegos y los medios dialogó con Agencia CTyS sobre la relación de los juegos infantiles y el aumento del consumo televisivo. Además, pone bajo la lupa la construcción de niños y adultos en los discursos mediáticos.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS)- Un niño arma su Scaletrix en su habitación. Una a una, las piezas se enlazan entre sí para que más tarde los autitos compitan en interminables carreras. Décadas después, otro niño se sienta frente a la computadora y se dispone a jugar una carrera… de forma virtual.
La relación entre los juegos infantiles, el consumo televisivo y la inclusión de consolas de video juegos son algunos de los temas abordados por Carolina Duek, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del CONICET, en su libro El juego y los medios (Prometeo, 2012), donde además indaga sobre las formas de sociabilización y la importancia del juego.
Vos citás a Johan Huizinga y sus estudios sobre el juego. ¿Cómo definirías esta necesidad del humano de jugar?
Los seres humanos necesitan jugar, esa es la razón del éxito de Facebook, o de Twitter. La vida es muy lúdica, no hay manera de entender el rol de los nuevos celulares inteligentes en la vida adulta sin pensar en el juego. Una de las hipótesis que estoy trabajando ahora tiene que ver con que los adultos en Twitter o Facebook han aumentado exponencialmente el contenido lúdico de su vida pero jamás lo reconocerían. Toda la dinámica lúdica que tienen las plataformas de las redes sociales es la gran explicación del éxito. Una dinámica lúdica encubierta, nadie diría que está en Facebook jugando, pero lo cierto es que subir una foto o publicar en el muro es lúdico. Lo lúdico tiene que ver con transformar las acciones cotidianas en algo más digerible, como por ejemplo cambiar un recorrido con el auto. Hay dimensiones lúdicas de la vida cotidiana que suelen ser invisibilizadas. La vida se ameniza cuando le imprimimos un sentido lúdico a lo que hacemos.
La cuestión de la repetición y del placer ver algo varias veces, ¿es propio de los chicos? ¿O en realidad es inherente al ser humano?
La repetición tiene que ver con la esencia del juego. Buscar el mismo resultado a través del mismo proceso. Si le enseñas a un chico a hacer un rompecabezas, las primeras diez veces que lo haga solo lo va a hacer de la misma forma en que se lo enseñaste. Recién cuando lo tenga aprendido lo hará a su forma. Por eso es que Lev Vygotski dice el aprendizaje es poder hacer algo que se aprendió en un determinado contexto, en un contexto completamente distinto. La repetición es la esencia del juego, y la garantía de cómo termina una película tiene ese sentido lúdico. Al saber cómo termina la película, la angustia baja.
El pensamiento mágico y el pasaje hacia el lógico concreto, ¿se ve alterado por el consumo de televisión?
Uno podría decir que hay una cantidad de discursos que antes estaban orientados al mundo adulto y que ahora son accesibles de manera muy temprana a los niños. Pero cada niño va sintetizar y procesar esa información de diferentes maneras. No sé si eso anticipa el pasaje de período, tal vez coexiste más tiempo, o tal vez no. Por ahí, un chico que ve Ben 10 todo el día, no necesariamente lo ve como un discurso real articulado con la realidad, aunque lo actúe. Esta articulación entre los dos tipos de pensamientos tiene que ver con la manera de procesar el entorno que tienen los chicos.
¿Qué rol juegan los adultos en el consumo televisivo de los chicos?
Hay dos dimensiones para responder eso: qué rol juegan, y qué rol deberían jugar. Lo que yo he podido observar durante mi investigación fue una multiplicación de televisores hacia dentro del hogar, y muchos chicos con Netbook, a partir del plan Sarmiento y del Plan Conectar Igualdad. Y lo que más encontré fue la individualización de la recepción. Es imposible tener un control total sobre lo que ven los chicos. Por otra parte, hay una representación de los medios del adulto como inútil que muchas veces los adultos terminar creyendo. No pienso ni imagino tampoco un adulto totalmente devoto a un chico, y suspender todo el resto de la programación para ver lo que quieren los chicos. Con que veas uno solo de los programas que ve tu hijo, ya tenés un pantallazo general. Lo que he visto a lo largo de mi investigación es que cada vez que un adulto se sienta con un chico a ver la televisión, ese chico no para de hacer preguntas. Esas preguntas están siempre, lo que pasa es que al no tener un interlocutor, ese chico no puede hacer las preguntas a nadie.
Recién mencionabas la representación que se hace de los adultos en los medios. ¿Qué pasa con la representación de los niños en la televisión?
La representación hegemónica de los niños es un niño independiente, que sabe lo que quiere, que se maneja solo en el mundo, que no necesita un adulto: un niño totalmente autosuficiente. Se invisibiliza esta necesidad de que sea un adulto el que pague por los caprichos de este chico, pero la representación de este chico es de autonomía total, presentado como un consumidor que tiene perfectamente claro lo que quiere. Y eso lo vi por ejemplo en la investigación que hice sobre los cumpleaños en Mc Donald’s, donde los padres decían “Para mi este cumpleaños es una porquería, pero si le gusta a mi hijo está bien”. Y yo no sé si es tan así. Si se debe a que es la opción más barata, no te lo voy a discutir nunca, porque las condiciones materiales son determinantes. Pero esta idea de ubicar a los niños como los pequeños tiranos para mí es bastante problemática porque tiene que ver con un corrimiento del adulto como interventor.
¿Y que pasa con la socialización de los chicos a partir del consumo televisivo?
Lo que pasa con eso no es nuevo. Cuando yo era chica, lo que se veía en la tele era fundamental, si no veías el programa de moda quedabas afuera. De hecho los adultos usamos los medios para relacionarnos con otros adultos, entonces ¿por qué un chico no lo haría? Por otro lado, hay que tener en cuenta como la escuela trata estos temas. Si tomáramos el ejemplo de una maestra que se queja de que sus alumnos de segundo grado no escriben, entonces identifica su programa favorito y les pide que escriban sobre Bob Esponja. Muchos la pueden criticar, y dirán “Qué mal, cómo reproducen los medios, la escuela”, pero lo cierto es que los chicos cumplieron con la consigna. Entonces hay una relación ambivalente. Por otro lado está el convencimiento de que lo que ven los chicos en la televisión es una porquería, entonces en la escuela le ponen un documental de National Geographic que ni siquiera los docentes verían. Hay que usar lo que los chicos ven, en la escuela, pero para mostrarles cómo usan los estereotipos, por qué las rubias ganan siempre, etc.
¿Cómo cambia la relación de lo aburrido y lo divertido, a partir del consumo?
No cambia de ninguna manera. Lo aburrido es la escuela, lo divertido son los medios. De hecho, yo identifiqué un proceso que llamé hiperpedagogización: en un momento en que la computadora aparece como un gran espacio de deseo para los chicos, los canales de televisión se reconfiguraron, y ahora todo es tan educativo y pedagógico que parece una parodia. Esta idea de la hiperpedagogización tiene que ver con una reconversión de la televisión en un momento en que está perdiendo audiencia. Todos los canales para chicos tienen esta idea de la continuación de los contenidos curriculares como gran guiño al mundo adulto “prendele la tele, que ahí también hay educación”.
¿Encontraste ciertos mitos o lugares comunes en el tema de los juegos y el consumo de televisión?
En el mundo adulto siempre está la contraposición del “antes” y del “ahora”, con un pasado arcaico en el que la vida era feliz y los chicos jugaban en la calle. Siempre digo que no busco la verdad, sino la construcción. Me importa cómo se presenta el chico ante mí. Por eso entrevisto en las casas. Una vez entrevisté a una chica que supuestamente era la más alienada con Internet, y sin embargo tenía en la pieza un estante lleno de juegos de mesa. Seguramente los habrá usado y habrá jugado con ellos. No había ningún chico, dentro de la investigación, que no tuviera juguetes, y no hay ninguno que no juegue con sus juguetes. Hay un poder discursivo de “los chicos no juegan más a nada” y un gran reaseguro de los padres de “por lo menos está en la computadora y no sale de casa”. Hay una contradicción entre los adultos. Por otra parte, yo lo que encuentro son grandes continuidades, no rupturas. Si antes los chicos pasaban muchas horas jugando al Scalextric, ahora pasan mucho tiempo jugando al Grand Theft Auto (juego virtual). Cambió el soporte, y si bien no es lo mismo, lo cierto es que los chicos siguen jugando.
Y ese pasaje por ejemplo del Scaletrix a las consolas, ¿influye de alguna forma en la creatividad?
Yo pienso que no, porque hay usos creativos de todo y usos no creativos de objetos supuestamente creativos. Te doy un ejemplo personal: le regalaron a mi hija una caja de arte, con témperas, un pincel, cuatro platos de cartón y unos ojitos y planchas de goma eva troqueladas para hacer un pez. No había creatividad ahí, ahí había que hacer el pez. En el uso está la creatividad. La televisión no es tan importante como para decidir una conducta, ni tampoco que escuchar Marylin Manson explica que alguien haya matado a todos los compañeros. La película de Gus van Sant, Elephant, muestra que el chico estaba tocando música de Johann Bach antes de matar a sus compañeros. El consumo cultural no va a definir un perfil suicida o asesino, es sumar un discurso más a los discursos de los chicos. No es poco, pero tampoco es tanto.
Carolina Duek es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Es Magíster en Comunicación y Cultura y Licenciada en Cs. De la Comunicación (Facultad de Ciencias sociales, UBA). Realiza investigaciones sobre infancia, juego y medios de comunicación desde el año 2002. Es investigadora del Conicet. Dirige un proyecto PICT titulado: "Juguetes, consolas y dispositivos electrónicos: ¿los nuevos auxiliares lúdicos infantiles? Y dirige y codirige proyectos en la Facultad de s. Sociales y en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Ha publicado Infancia, juego y pantallas. Hacia la definición de los juegos posibles (2011) y también capítulos y artículos en revistas nacionales e internacionales. Se desempeña como docente en la UBA.