"El desafío es repensar la relación de la ciencia con las problemáticas sociales y ambientales"
Guillermo Folguera, doctor en Biología y licenciado en Filosofía, analiza y pone bajo la lupa el escenario que se generó a partir de la lista “Las 20 peores ‘investigaciones científicas’ del CONICET”. Defiende la importancia de las ciencias humanísticas y sociales, al tiempo que señala la oportunidad para involucrarse aún más en la política científica.
Guillermo Folguera (especial para Agencia CTyS-UNLaM)
Las posibilidades que ofrecen los ataques: acerca de la política científica y la campaña contra las investigaciones en CONICET
En los últimos días, en plena toma del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (Mincyt) en manos de diferentes actores sociales cercanos a CONICET, se inició una campaña en diferentes redes sociales. Dicha campaña tiene como objetivo principal ridiculizar algunas investigaciones de las ciencias sociales y las humanidades realizadas por investigadores/as de CONICET. En este manuscrito pretendo realizar algunos aportes al respecto, no sólo con vistas a comprender mejor lo ocurrido, sino también para poder sacar provecho de este tipo de escenario y mejorar entonces nuestra actividad académica. Para ello, utilizaré como material de análisis “Las 20 peores “investigaciones científicas” del Conicet” y marcaré cinco elementos respecto a los ataques que considero fundamentales:
1. Un único ataque, un único objetivo. Este texto debe inevitablemente comenzar por aquí. El primer movimiento debe ser una defensa frente a lo que es en efecto un burdo ataque, a los fines de meramente justificar recortes presupuestarios, precarización laboral y expulsión de trabajadores. Numerosas evidencias -tipos, momentos y actores que intervinieron- muestran que se trata de una campaña orquestada, posiblemente desde el gobierno nacional para buscar deslegitimar las investigaciones de una institución como CONICET y así buscar consenso social acerca de la disminución de su tasa de crecimiento. Esta campaña cuenta además, como suele ocurrir, con el apoyo de los grandes medios de comunicación que actuaron como amplificadores. Pero busquemos decir algo más, tratemos de avanzar con lo ocurrido.
2. El tipo de ataque, matriz positivista. Las características del ataque evidenciaron una estrategia. La misma consiste en que son las ciencias humanas los principales blancos de los cuestionamientos. Así, se enumeraban interpretaciones del “Rey León”, transexuales o la historia de la izquierda nacional. La estrategia presupone que las comunidades que pueblan nuestro territorio valoran de manera distinta investigaciones que provienen de las ciencias naturales o de las ciencias exactas, que aquellas de las ciencias sociales y las humanidades. Más allá de nuestras propias valoraciones, esta estrategia acude a un imaginario positivista, en donde el saber es de un solo tipo (tanto en términos teóricos como metodológicos) y es representado de mejor manera por las ciencias naturales que por las otras. Desconozco si la percepción social coincide en efecto con la estrategia elegida. Pero sí es preciso señalar que esta matriz positivista se reconoce en las editoriales de los grandes medios de comunicación que la amplificaron, como así también coincide con la política científica desarrollada por instituciones tales como CONICET, Agencia o el propio Mincyt, más allá de la coyuntura actual. Por ejemplo, el recordado Plan 2020 generado desde el Mincyt reducía todo el saber académico a un puñado de ejes: biotecnología, nanotecnología y las tecnologías de la información y comunicación. Esta jerarquización del saber nos permite entender un poco mejor por qué las características de este ataque, aunque es preciso introducir otro elemento más: las promesas sociales.
3. Ataque, promesas sociales. Los ataques buscan mostrar la inutilidad de lo que se investiga. Presentar que los fondos del Estado son utilizados para investigaciones fútiles. No peligrosas. No fuera de moda. Sólo fútiles. Este tipo de ataque presupone que el saber científico en su conjunto debe mejorar la calidad de vida de las personas. De hecho, en muchos de los ámbitos se enfatiza la oposición con estudios acerca del cáncer, por ejemplo. Sin embargo, al indagar las características de la ciencia y la tecnología en la actualidad, es posible reconocer diversos modos de pensar diferentes, con objetivos también diversos. Uno de ellos, presenta un modo de razonar y actuar que se entiende por pragmático y busca en efecto incidir en la vida cotidiana. Claro está que los objetivos varían según los proyectos: desde buscar la cura de determinada enfermedad, generar un producto para el mercado, evitar determinada inundación, generar determinada patente, etc. El otro modo de pensar y actuar, apunta a describir el mundo tanto social como natural. Más allá del problema acerca de si hay o no posibilidad de ser objetivos, se trata de un intento por describir el mundo. Cabe señalar que una parte muy importante de la actividad científica en Argentina se enmarca en este segundo objetivo. En cambio, los ataques presuponen un predominio del primero. Pero aún más importante: en los últimos años, instituciones tales como el Mincyt y el CONICET buscaron fomentar una actividad científica con el primer tipo de racionalidad y, en particular, centrada en generar divisas. Por ello, es menester señalar que los ataques realizados encuentran eco no sólo en grandes medios y en una parte de la sociedad, sino también en muchas de las personas que toman decisiones desde las propias instituciones involucradas, acentuando el imaginario de una ciencia para hacer negocios.
4. Ataque, espíritu crítico. El ataque considera en su listado temáticas muy diversas. Se mezclan así temas históricos, filosóficos, de percepción social, entre otros. Pero también aparecen temáticas fuertemente asociadas a actores del gobierno anterior, tal como los casos de estudios acerca de Cristina Fernandez de Kirchner y de Daniel Scioli. Ciertamente, el entendimiento de nuestro presente y nuestra historia debe ser parte de la agenda de estudio. Pero en muchos casos, el modo de aproximación a los diferentes actores y políticas ha carecido de un espíritu crítico necesario. Por supuesto, no se cuestiona aquí la existencia de afinidades que puede tener determinado investigador/a con políticas y actores sociales. Pero como académicos precisamos también la mirada aguda necesaria. Tenemos, entonces, un rol social inevitablemente complejo. Un rol que debemos hacerlo con cuidado, apertura y ternura. Evitando escenarios de simplificación o de maniqueísmo. O dicho de otro modo, debemos poder mostrar que el disenso y el cuestionamiento interno no son signos de debilidad, sino más bien todo lo contrario.
5. Entre la libertad de investigar y el reconocimiento de los problemas sociales y ambientales. Volvamos al tipo de ataque para problematizar el último tópico. La idea de que los académicos no estamos reconociendo los problemas que nos aquejan cotidianamente y nos regimos por la simple libertad de investigar, guiados por nuestro mero deseo. Ya he señalado en los ítems anteriores que una parte de las investigaciones en ciencia pueden presentar un carácter meramente descriptivo. No deseo volver sobre ello. Sin embargo, creo que en este punto nos debemos importantes debates y discusiones hacia adentro de la comunidad académica. No tanto por los temas tratados, sino por los omitidos o minimizados. Las últimas décadas en Argentina y en el globo han reconocido el avance de prácticas y lógicas que han generado un impacto notable sobre nuestras vidas. Procesos extractivistas mineros, de hidrocarburos, pesqueros, agrícolas. Avances de los negocios farmacéuticos sobre nuestra salud física y mental. Deterioro en la calidad de vida social y pérdida de autonomía de las comunidades en nuestros territorios. Desigualdades sociales crecientes y mercantilizaciones diversas. La lista, obvio, es muy larga. Y muchas de las investigaciones en efecto hoy se dirigen hacia allí. Pero, como comunidad toda, no siempre hemos comprendido la importancia de movernos hacia esas aguas profundas. Que no se malinterpreten mis palabras, no toda investigación científica debe centrarse en esos asuntos. A su vez, tampoco confundir con la discusión acerca de ciencia teórica o aplicada. Se trata más bien de reconocer que tenemos la maravillosa oportunidad que muchas de las voces, cabezas y cuerpos se involucren con esos tópicos y tantos otros.
Para el lector generoso que termina el texto, cabe volver aquí a las primeras palabras, espero ahora resignificadas. El ataque sólo busca justificar recortes presupuestarios, precarización laboral y expulsión de trabajadores. Pero podemos sacar provecho del modo en que es realizado. Tenemos una buena oportunidad para involucrarnos con la política científica, para repensar la relación con la sociedad, para buscar escenarios diferentes. A pesar de los pesares, el desafío es repensar la relación de la ciencia con las problemáticas sociales y ambientales, repensarnos no ya desde la defensa contra el ataque mercenario, sino desde la búsqueda por una ciencia mejor, por un vivir mejor.
Guillermo Folguera es Doctor en Ciencias Biológicas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es Licenciado en Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y en Ciencias Biológicas de la FCEN, ambas carreras realizadas en la UBA. Actualmente se desempeña como investigador adjunto CONICET. Es profesor adjunto de la disciplina Historia de la Ciencia de la FCEN. Se especializa en filosofía de la biología, en particular las relaciones disciplinares en biología. Es co-autor, junto a la escritora y Bioquímica Paula Bombara, de Charles Darwin y la evolución (Eudeba, 2009).