Educar para decidir
De aprobarse la despenalización del aborto, ¿qué condiciones ofrece el contexto actual para ejercer esa práctica? Dos médicas investigadoras proponen deconstruir el aborto como idea “pecaminosa y vergonzante” en las escuelas, así como cambios en la formación profesional de ginecólogos y obstetras.
Magalí De Diego y Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) – Desde mediados de 2017, por iniciativa del Centro de Estudiantes, las médicas Raquel Tizziani y María Paula Botta dictan la materia electiva “El aborto como problema de salud” en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. La materia, pionera a nivel nacional, viene a saldar una deuda con el primer eslabón en la cadena de la educación para decidir: los profesionales de la salud.
“La mirada que existía hasta el momento en la Facultad de Medicina era muy punitiva; el aborto era y es un delito desde la mirada del modelo médico hegemónico. Cuando nosotras cursábamos, este tema se trabajaba solamente en la cátedra de ginecología, dedicada al aborto espontáneo y complicaciones en abortos provocados o incompletos”, recuerda Tizziani.
Por su parte, Botta, quien ejerce como médica generalista y asiste interrupciones legales del embarazo en el Hospital Saenz Peña, asume que “hay que deconstruir eso que habían incorporado los estudiantes en su cabeza, como la desconfianza en el paciente, y eso implica fomentar la escucha y reflexionar sobre el rol profesional”.
El aborto, según Tizziani, es un problema de “salud, justicia social y dignidad humana”. Con esa premisa, y a la luz de la bioética, el cuerpo, en su materia, es considerado como “el primer territorio”. En esta línea, quien habita ese cuerpo gestante es quien debe recibir “información no tergiversada y libre de cuestiones morales o religiosas para tomar decisiones”.
Las profesionales aseguran que, para garantizar el acceso a información científica y veraz, los mismos profesionales deben ser capaces de separar sus creencias personales y cumplir con la responsabilidad de atender a las pacientes, o derivarlas habiendo facilitado toda la información para poder decidir sobre su cuerpo.
“Puede haber profesionales que, ya desde su formación de pregrado, por cuestiones religiosas o morales no estén de acuerdo con el aborto, pero que entienden cuál es un buen uso de la objeción de conciencia como derecho legítimo en términos legales, y cuándo hay abandono de persona”, ejemplifica Botta.
La aprobación del proyecto en Senadores, que se definirá el próximo 8 de agosto, implicará cambios en varios aspectos, siguiendo la recomendación de la OMS de practicar abortos mediante la aspiración manual intrauterina, lo que implica un menor riesgo que la técnica conocida como legrado.
“En tanto se logre la legislación -proyecta Botta- tendremos la medicación que necesitamos y recibiremos información sobre la mifepristona y el misoprostol en materias como Farmacología. A su vez, en Ginecología, se tendrá que enseñar el método de la aspiración manual intrauterina como técnica para abortar, más allá de sus otros usos médicos”.
Para ella, la culpa, para él, la disculpa
En relación a la educación sexual y reproductiva, la anticoncepción suele ser abordada como una responsabilidad netamente femenina. En este sentido, Tizzianni es contundente: “El varón es el gran ausente. Para introducirlos en este tema, hay que deconstruir la masculinidad, los roles, y trabajar en otras cuestiones de fondo mucho antes que en los métodos anticonceptivos”.
“Negociar el uso del preservativo con el varón es un momento de gran vulnerabilidad”. Es un momento de violencia en donde el patriarcado se pone en juego de lleno. Sigue primando esta impunidad de lo que Majo Gerez señala como cuerpos eyaculadores que, de alguna manera, no toman el 50 por ciento de la responsabilidad que les corresponde”, apunta.
La desigualdad en los roles reproductivos también aparece en la ciencia y la industria farmacéutica. Actualmente, la gran mayoría de los métodos anticonceptivos desarrollados son para el control de la sexualidad en los cuerpos femeninos o feminizados, dejando opciones limitadas para el varón.
La vasectomía, una cirugía sencilla y prácticamente ambulatoria, escasamente es una opción para el varón. Según Tizziani, de las 3.000 ligaduras de trompas que se realizan por año en Rosario, sólo se practican 200 vasectomías.
“Los medios de comunicación y los organismos antiderechos históricamente han operaron para que el aborto sea un tabú, algo vergonzante, pecaminoso. Estamos transitando un proceso de deconstrucción de estas ideas, con herramientas para que los docentes puedan trabajar desde las aulas, pilares en este cambio de paradigma”, amplía la médica clínica y sexóloga.
Según la especialista, en la educación secundaria se trabaja la prevención del embarazo adolescente y después el acompañamiento de la maternidad o de la paternidad dentro de la adolescencia, pero “hay una falta total y absoluta del tratamiento del aborto como un tema en sí”. Es decir, que la posibilidad de interrumpir ese embarazo legalmente no cabe como opción.
Derecho al goce, el otro gran tabú
Antes de convertirse en un cuerpo gestante, ese territorio era y es un cuerpo deseante. Entre los grandes flagelos de una educación conservadora, la negación de la sexualidad femenina es una de las denuncias que el feminismo ha logrado poner en escena.
“El derecho al placer es un derecho humano. Lo que ha sucedido históricamente en torno a la construcción del cuerpo sexuado femenino es lo que yo considero una alienación, porque hay mujeres que no han explorado su propio cuerpo y no saben cuáles son las zonas ni la intensidad de los estímulos que provocan el propio placer”, concluye Tizziani.
El deseo es que tanto desconocimiento se reemplace por educación, que el Estado no las deje solas, que esa responsabilidad siempre sea compartida y que un hospital público invada el lugar que, hasta hoy, ocupa la clandestinidad. En síntesis, que se asuma y se respete la dignidad humana de las mujeres.