Desenterrando la afroargentinidad
En Argentina, la herencia afro fue relegada al olvido, pese a que se estima que el 60 por ciento de la población de Buenos Aires tiene algún antepasado esclavo. La arqueóloga Ana Igareta aporta su visión sobre cómo y por qué esta parte de la cultura nacional ha permanecido silenciada en la narrativa oficial.
Rodrigo Albano (especial para Agencia CTyS-UNLaM)*- Mientras la historia celebra la inmigración europea, se esconde bajo tierra la memoria de quienes también llegaron en barcos, pero encadenados. Pura esclavitud. Aunque nos hayan dicho que los argentinos éramos blancos, la verdad oculta de la afroargentinidad -una herencia de lucha, cultura y resistencia- sigue viva.
Un gran número de africanos llegó a nuestro país durante el período colonial. Entre 1777 y 1812, más de 700 barcos desembarcaron en los puertos de Buenos Aires y Montevideo, trayendo consigo a unos 72 mil esclavos africanos. Para 1810, Buenos Aires contaba con alrededor de 40 mil habitantes, de los cuales un tercio tenía origen africano.
Según Ana Igareta, investigadora del CONICET, la ausencia de ciertas características físicas que sirvan como recordatorio visual permitieron que el relato histórico se construya de tal manera que se minimice la percepción de la esclavitud en nuestro país.
Las narrativas históricas comparaban la esclavitud en Argentina con los procesos de Brasil y Cuba, países con una fuerte carga afrodescendiente. En esa comparación, la ausencia en la actualidad de población de origen africano a nivel local era entendida como un pasado escasamente esclavista. De acuerdo con la antropóloga y arqueóloga, ciertos rasgos físicos asociados a la negritud, entendida como sinónimo de descendencia esclava, marcan y recuerdan ineludiblemente su pasado esclavista en dichos países pero son menos frecuentes en el nuestro.
La esclavitud y un mestizaje social y también genético
La diferencia del uso de los esclavos y sus condiciones de vida fueron claves para el contraste de la realidad argentina con respecto a la de otros países de la región. En el país, la esclavitud arreaba ganado o trabajaba dispersos en plantaciones que abarcaban grandes extensiones de tierra. Este fenómeno los obligaba a desplazarse por grandes extensiones de territorio. Además, los esclavos argentinos tenían escasas restricciones para casarse con gente de otros grupos étnicos. En Brasil, la realidad era diferente. Los esclavos vivían hacinados en “quilombos”, lugares de donde no podían salir así como tenían prohibido formar familia con individuos de otras comunidades.
Las personas negras en Argentina comenzaron a cruzarse rápidamente con otros grupos étnicos que formaban parte de la dinámica social de la colonia. Estos intercambios involucraron a numerosas comunidades indígenas y a los criollos que surgieron en las áreas urbanas. Este proceso de mestizaje no solo fue social, sino también genético. Esto implicó que influyera en la percepción de la población y facilitó la modificación del relato histórico en Argentina.
“La mezcla genética resultante de este cruce hizo que la presencia de la comunidad afroargentina se volviera menos evidente en términos físicos”, asegura Igareta. Sin embargo, no debe confundirse la ausencia de una “negritud” visible con ausencia de esclavos en el país. De hecho, estudios recientes de rastreo genético han establecido que alrededor del 60 por ciento de la población de Buenos Aires tiene antepasados esclavos. La herencia africana sigue presente.
Con el correr de los siglos, las guerras y enfermedades fueron diluyendo la presencia afro en el total de la población. También lo hizo el arribo masivo de inmigrantes europeos para la segunda mitad del siglo XIX. Este escenario provocó que los recién llegados ocuparan oficios que los hombres negros habían ejercido casi con exclusividad desde la época colonial. Al mismo tiempo, nuevos genes pasaron a integrar el acervo local.
Ni "negro botellero" ni "blanqueador"
Hay un estribillo de comparsa afro en los carnavales da cuenta de este proceso. “Ya no hay negro botellero, ni tampoco changador, ni negro que vende fruta, mucho menos pescador; porque esos napolitanos hasta pasteleros son, y ya nos quieren quitar el oficio de blanqueador".
En la década de 1880, con la llegada de la oligarquía liberal al poder, se llevó a cabo un proceso de asimilación que buscaba imponer el modelo “civilizatorio” a cualquier precio. “Hubo una promoción muy fuerte del Estado para importar gente de Europa”, asegura Igareta.
De hecho, en el artículo 25 de la Constitución Nacional se establece el deber de promover la inmigración europea. Según señala Federico Pita, politólogo de la UBA y activista afroargentino, esto implicó dar la bienvenida a personas blancas con el fin de “purificar la raza”.
La maravilla de la evidencia material
Para los investigadores, explorar y contar la historia de la comunidad afro es una tarea compleja. Sobre todo por la limitada visibilidad de estas personas en el registro arqueológico y de sus prácticas en los registros históricos. Aunque algunos se interesaron por la historia africana, los documentos que abordaban estos temas no solían ser prioritarios para los historiadores.
Se celebra el Día Nacional de la Afroargentinidad en homenaje a María Remedios del Valle, "Madre de la Patria", a quien Manuel Belgrano le otorgó el título de Capitana del Ejército.
— Derechos Humanos PBA (@DerHumanosPBA) November 8, 2024
Falleció el 8 de noviembre de 1847.
La ley 26.852 del año 2013 estableció este día en su homenaje. pic.twitter.com/ET32lK1emV
En este contexto, la arqueología histórica se presenta como una herramienta crucial para desafiar y ampliar esa narrativa tradicional que ha invisibilizado la presencia afroargentina. Al centrarse en rastros materiales y evidencias olvidadas, permite reconstruir una historia más completa que reconoce el legado y la contribución de la comunidad afro en el país.
Igareta cuenta que cuando aún no se tenía tan presente la historia afro nacional, en diferentes excavaciones en ciertos puntos de Buenos Aires y en otras provincias empezaron a aparecer objetos que no tenían nada que ver ni con las poblaciones indígenas, ni con los españoles, ni con los otros grupos que habían participado de la conquista.
“Lo que pasa con la arqueología es que uno encuentra lo que está buscando y lo que no busca también. Esa es la maravilla de la evidencia material”, asegura la investigadora. Según la antropóloga, los hallazgos arqueológicos son una especie de rueda que una vez que arranca a rodar ya no se puede frenar. “Se aprende cada vez más de todo esto y vamos sabiendo mejor que buscar”, agrega. Finalmente, cuando la arqueología reconoció a la cultura afro como protagonista clave de la historia nacional, con una materialidad identificable, propia historia cultural y prácticas distintivas, se hizo posible buscar y entender mejor sus elementos. De esta manera emerge el concepto de afroargentinos.
Huellas de un pasado esclavizante
Entre los hallazgos arqueológicos más relevantes, las investigaciones pusieron en evidencia la existencia de un mercado de esclavos en Retiro, que había estado mucho tiempo negado o minimizado. Gracias a este descubrimiento, se pudo vincular a Buenos Aires con un importante centro de comercio de esclavitud, al igual que Montevideo.
Además, la arqueología ha revelado prácticas crueles como el “carimbado”, el marcaje físico de las personas esclavizadas, en pleno barrio de Recoleta, donde ahora la gente va a tomarse un café y ver arte.
“Lamentablemente, cuando la esclavitud comenzó a ser cuestionada y vista con desprecio, los espacios físicos asociados a ella fueron destruidos para borrar esa parte incómoda de la historia”, reconoce Igareta. Este panorama se sumaba a la negación del tema en el relato oficial.
Descubrimientos que no se cuidaron
El hallazgo principal de la cultura afro en el territorio argentino son las cerámicas encontradas en el Arroyo de Leyes, en la provincia de Santa Fe. Allí se descubrieron hace casi un siglo unas piezas de características muy diferentes a las producidas por los grupos indígenas locales. Tenían rasgos muy particulares y unos animales extraños como hipopótamos, jirafas y cocodrilos, cuenta la investigadora.
Sin embargo, un elevado porcentaje de esas piezas fueron destruidas porque se pensó que eran falsificaciones. Al parecer, eran cerámicas muy diferentes a las conocidas hasta ese entonces, producidas por poblaciones indígenas, además de su mala calidad. Según la investigadora, en ese entonces, para que un elemento cultural fuera considerado digno de estudio arqueológico, debía ser precolombino. Como las piezas encontradas en Arroyo de Leyes no cumplían con este criterio, se facilitó su descarte en lugar de afrontar el desafío de comprender su significado.
Los arqueólogos se dieron cuenta posteriormente de que ese material era producto de poblaciones afro, que vivían en esa zona, aledaña a Cayastá, (Santa Fe La Vieja). La construcción de dicha ciudad fue obra de los esclavos africanos, que comenzaron a generar una producción cultural propia.
Hasta no hace tantas décadas, la arqueología, junto al discurso hegemónico nacional, solo reconocía un pasado compuesto por indígenas y mestizos, resultados de la mezcla entre europeos e indígenas, e ignoraba a los africanos, lo que le dificultó la comprensión de la presencia de otros grupos en la historia. Sin embargo, en el curso de los últimos años, los hallazgos arqueológicos han demostrado que la cultura afroargentina es parte integral de nuestra identidad nacional. Esta evidencia tangible desafía los relatos que buscaron ocultar una realidad incómoda, que minimizaba o suprimía los aportes africanos en nuestra cultura.
* Trabajo hecho por el estudiante Rodrigo Albano, de la Licenciatura en Comunicación Social, en el marco de la cátedra de Periodismo Científico de Gráfica IV.