Replantean el control de casos de malaria en zonas endémicas
Un grupo de científicos del CONICET y del exterior demostró la influencia de los cambios del clima en el desarrollo de la malaria y detectó cómo, en territorios expuestos al parásito constantemente, los individuos desarrollan una inmunidad que enmascara una mayor cantidad de casos.
Sebastián Alonso (Agencia CTyS) - La malaria, o paludismo, es la enfermedad infecciosa responsable de un millón de muertes al año en el mundo causadas por el parásito falciparum, que predomina en el continente africano e India y es transmitido al ser humano por la picadura del mosquito del género Anopheles.
Karina Laneri, investigadora del CONICET en el Centro Atómico Bariloche de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), estudió junto a un equipo de investigadores del Institut Pasteur de Paris y Dakar y del Institut Català de Ciències del Clima de Barcelona a dos poblaciones de Senegal monitoreadas diariamente, durante veinte años, y puso en evidencia cómo el clima determina la variabilidad de la enfermedad.
Las poblaciones de mosquito Anopheles están directamente reguladas por factores climáticos como la temperatura y las lluvias. Así lo expone Laneri, en diálogo con la Agencia CTyS: “las características desérticas de la zona hacen que el agua de las precipitaciones se pueda acumular, lo que genera que los mosquitos puedan poner más huevos y su población aumente”.
A su vez, la temperatura es un factor de variabilidad al influir en los tiempos de desarrollo del parásito y del transmisor. Lo que los investigadores observaron es que, en zonas epidémicas (estacionales) especialmente, tanto la lluvia como la temperatura son las que decretan cuándo se va a producir una epidemia y con que magnitud. Pero en las zonas endémicas no solo el clima sino también la velocidad de respuesta del sistema inmune determinan la variabilidad en los casos observados.
Para llegar a esta conclusión, Laneri detalla que se aplicaron modelos matemáticos sobre dos poblaciones “chicas”, cercanas a los 500 habitantes, las cuales fueron controladas por el Institut Pasteur, durante veinte años en una sala sanitaria permanente y, al mismo tiempo, se analizaron datos de mosquitos de la zona.
“Eran un conjunto de datos únicos para poder modelizarlos”, afirma la científica. Además de tomar muestras del insecto, estos fueron diseccionados para observar si en sus glándulas salivales había parásitos. También los investigadores analizaron otras variables como la cantidad de picaduras del mosquito en función del tiempo y los datos climáticos.
La inmunidad que oculta el accionar del clima
Una de las poblaciones estudiadas se encontraba muy cerca de un arroyo donde permanentemente circulaba el mosquito y así los humanos se encontraban expuestos a la picadura y al parásito durante todo el año. El estudio demostró que, en los diferentes años, esas personas infectadas en julio fueron desarrollando una inmunidad clínica que produjo menos casos en diciembre que los esperados, debido al aumento de la transmisión ajustada con el modelo.
Laneri explica que la gente que desde muy chica vivió en este tipo de zonas (endémicas) y fue infectada en reiteradas oportunidades, al ser adulta, puede dejar de mostrar síntomas relacionados con la malaria, como la fiebre, por ejemplo.
El sistema inmune reacciona contra el parásito y hace que la carga parasitaria sea menor. De esta manera, hay una ausencia sintomática pero el individuo es portador y según los resultados de este estudio, contribuye con la transmisión significativamente.
Las predicciones realizadas en torno a la evolución de la enfermedad han tenido en cuenta ciertos aspectos climáticos; en las zonas epidémicas se confirma que el clima determina la variabilidad de los casos. Sin embargo, el modelo recreado por los especialistas advierte que en las zonas endémicas no solo debe tenerse en cuenta los cambios del clima sino también la inmunidad desarrollada por la población debido a su exposición constante al parásito.
Esta investigación se produce en un contexto de avance en cuanto a los métodos para paliar los efectos de la malaria. Youyou Tu, científica china de 84 años, recibió el premio Nobel de Medicina por hallar un extracto de planta, de ajenjo dulce (Artemisia annua), que puede actuar como un tratamiento efectivo contra esta patología que afecta, principalmente, a los sectores ligados a la pobreza.