Murió Eugenia Sacerdote de Lustig
Nacida en Turín, Italia, la doctora Lustig fue una ávida investigadora y la persona que introdujo la vacuna de la poliomelitis en Argentina, animándose a probarla en sus propios hijos.
Agencia CTyS - Lustig, junto a su prima hermana Rita Levi-Montalcini, premio Nobel de Medicina 1986, fueron dos de las cuatro mujeres que pudieron estudiar Medicina en la Universidad de Turín en 1930.
Aunque su carrera fue dificultosa, terminó con uno de los mejores promedios y quedó seleccionada para trabajar junto con el profesor Giuseppe Levi. Pero la llegada del fascismo hizo que emigrara a la Argentina.
Como había trabajado en cultivo de células vivas en el laboratorio del profesor Levi, en Turín, se acercó a la cátedra de Histología de la UBA, donde la dejaron trabajar.
Luego, el director del Instituto de Medicina Experimental (actual Roffo) invitó a la científica a formar parte de su equipo de investigación sobre células cancerosas en 1947. En 1954, mientras estaba a cargo del Instituto de Virología del Instituto Malbrán, el Ministerio de Salud Pública la convocó para combatir la epidemia de poliomielitis, que fue erradicada del país por su trabajo experimental.
En 1958, el rector de la UBA, Risieri Frondizi, le permitió presentarse a concurso para ser docente, aunque su título fuera italiano. De esta manera, obtuvo la cátedra de Biología Celular y a los dos años, Bernardo Houssay la incluyó en el recientemente creado CONICET, institución en la que permaneció en la carrera de investigador hasta el año 2000.
A la cátedra de la UBA renunció en 1966, cuando el dictador Juan Carlos Onganía intervino las universidades, durante la nefasta "Noche de los Bastones Largos", cuando la policía entró en la Facultad de Ciencias Exactas. Lustig se salvó de los golpes que sufrieron otros profesores sólo por salir a hablar por teléfono, para avisar que iba a llegar tarde a su casa.
Incesante trabajo
La doctora Lusting había sido premiada este año en la primera entrega del galardón Rebeca Gerschman en ciencias médicas, que distingue a investigadoras mujeres mayores de 60 años.
Investigadora emérita del CONICET y jefa de Virología del Instituto Malbrán dedicó su vida al estudio de las células tumorales en el Instituto Angel Roffo. Hasta pasados los 80 años, trabajó en el laboratorio y su actividad se vio afectada por la ceguera, que le impidió continuar utilizando el microscopio.