Mil voces, colores y texturas: ¿cuántos universos entran en la cultura científica?
Con motivo del Día Internacional de la Cultura Científica, convocamos a investigadores y comunicadores que, con sus saberes y pasiones, combinan el lenguaje de la ciencia con el de las artes y otros conocimientos. ¿Por qué es tan importante fomentar la cultura de la investigación y de la tecnología? Aquí, algunas ideas y reflexiones.
María Eugenia Fazio- Coordinadora de la Especialización en Comunicación, Gestión y Producción Cultural de la Ciencia y la Tecnología y del proyecto interuniversitario Saberes en Territorio
La cultura científica no es solo importante sino, además, necesaria para curiosear, explorar, interrogar, cuestionar, conocer y, en ocasiones, transformar el mundo, la vida y la forma en la que hacemos muchas cosas. También para participar e intervenir, con base en información y evidencias de calidad, en los desafíos enormes y actuales que afectan directamente a la calidad de la democracia y del ejercicio ciudadano. Entre ellos, entre los más dramáticos y urgentes: los usos destructivos y abusos sobre el ambiente, la desigualdad extrema, la provisión y el uso de cantidades gigantescas de datos para guiar y monetizar nuestros hábitos y conductas.
Desde mi experiencia, especialmente en la Universidad y en otros ámbitos culturales, lo más hermoso de promover iniciativas y espacios nuevos de cultura científica está en los pequeños y progresivos aprendizajes colectivos; en la posibilidad de pensar en conjunto; en mezclar valores, ideas y creencias con saberes diversos para crear sentidos nuevos; en borrar límites; en hackear espacios para que, por ejemplo, la Universidad y el conocimiento científico y tecnológico invaluable que allí se crea, sea de todas y todos.
Roxana Aramburu- Doctora en Ciencias Naturales (UNLP), actriz y dramaturga
Como bióloga y dramaturga, y pensando el conocimiento científico como parte de la cultura, crucé en varias oportunidades la ciencia con el teatro. De este modo, es posible abordar lúdicamente aspectos complejos, con lenguajes más próximos a los públicos y despertar interés en temas de importancia social y planetaria. El cruce aporta a la democratización del conocimiento de manera atractiva, promueve la ciudadanía, forma personas críticas y comprometidas; todos ellos, son objetivos de la comunicación pública de la ciencia.
En mi caso, se trató de una necesidad personal de compartir historias que estaban vinculadas al ámbito científico, pero desde otro lenguaje que me era familiar: el teatral. Así surgieron obras vinculadas a las prácticas antropológicas decimonónicas y los llamados “prisioneros de la ciencia”, a las restituciones desde el Museo de La Plata, al surgimiento del Equipo Argentino de Antropología Forense, a la Reforma Universitaria, al uso de agrotóxicos, al viaje de Charles Darwin por nuestro territorio. Las prácticas comunicacionales no mediadas, como el espectáculo teatral, se caracterizan por el contacto directo, por una mayor interacción. Los participantes intercambian inquietudes, plantean dudas y cuestionamientos, ponen en común experiencias y saberes o experimentan curiosidad por temas poco conocidos o desconocidos, invitando a la búsqueda de mayor información. Esta actividad me genera mucho entusiasmo porque permite abrir el juego y el debate sobre aspectos de importancia crucial para la humanidad y el futuro del planeta, es en definitiva una forma de estimular la reflexión sobre el avance del conocimiento tecnocientífico y sus implicaciones. En ese marco, estoy co-coordinando en el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, un Programa de Artes escénicas y Cultura Científica. Creo que concebir a la ciencia y al arte como compartimientos estancos, definitivamente empobrece nuestra concepción y experiencia del mundo.
Javier García de Souza - Doctor en Ciencias Naturales, bailarín e integrante de Poper Stand Up
Considero que fomentar la cultura científica es importante porque permite que la ciudadanía pueda intervenir más activamente en discusiones de relevancia social vinculadas con la ciencia, por ejemplo, en temas de ambiente y salud. Además, este universo de acciones, que busca poner al alcance de la sociedad las actividades y productos de la ciencia y la tecnología, puede pensarse desde las formas más variadas de hablar de ciencia, pero también permite generar instancias para lograr una co-construcción del conocimiento. Es importante visibilizar que la ciencia es parte de la cultura, y que, como tal, es un entramado de símbolos y lenguajes que no puede quedar encerrado en los laboratorios, ni remitirse a un diálogo entre especialistas.
En mi caso particular, el juego y el arte han sido siempre excelentes aliados a la hora de pensar en formas de acercar la ciencia a la sociedad, sobre todo desde que pude cruzar dos de mis universos personales, el de las ciencias naturales y el de las artes escénicas. Incursionar en diversas estrategias de promoción de la cultura científica, en escuelas, barrios, teatros y centros culturales, a partir de diversos formatos como stand up científico, el teatro, y la danza, ha sido y es realmente transformador. En particular la danza, que a priori se podría pensar lejana y abstracta, me ha permitido generar encuentros donde lo corporal y sensorial se ha vuelto central a la hora de reflexionar sobre la ciencia, estimular el desarrollo del pensamiento crítico, y ampliar las formas de ver el mundo. “Bailar la ciencia” es posible, es necesario y es transformador.
Como científico, mis prácticas profesionales se han transformado radicalmente desde que las pienso de una forma más integral, sin dejar mis otras facetas de lado, y desde que pienso en cómo involucrar a la población en mis investigaciones, pensando no solo en buscar estrategias novedosas para contar “qué hice” (lo cual no deja de ser importante y necesario), sino, también, pensando en formas de “hacer” más participativas y en diálogo con intereses y necesidades locales. Algo que actualmente considero clave es que no solo se busque promover formas de acercar la ciencia a la sociedad, sino pensar en nuevas formas de hacer ciencia que impliquen instancias más democráticas de vínculo con el saber para, incluso, poder contribuir con la transformación de las desigualdades.
Martín Farina- Licenciado en Paleontología y standapero, integrante de Hallucigenia Divulgación
La cultura está compuesta de una serie de símbolos, conductas y saberes propias de las sociedades que, a su vez, se modelan así mismo según la cultura que las rodea. Un ciclo sin fin que se agranda cuando mayor y diverso es el acervo cultural. La cultura científica, como parte de ese acervo, aporta una mirada particular sobre la sociedad y sobre ella misma. Interpela su entorno y también se interpela a sí misma. Quizás por eso ciertas disciplinas artísticas, como la comedia, se conjugan tan armónicamente para llegar a un objetivo. Quizás porque comparte el objetivo.
Habitualmente se tiene una idea errónea de lo que es el stand up. Se califica así, en general, a cualquier show que tenga algo de humor, a los narradores de historias o “cuentachistes”. El stand up esta sinonimizado con el humor. Sin embargo, si bien uno es componente fundamental del otro, están muy lejos de ser lo mismo. Algo similar ocurre con la paleontología. Está cargada de ideas comunes que incluyen idílicos viajes a parajes remotos para encontrar, invariablemente, dinosaurios.
El stand up es humor, sí, pero no cualquier humor. Es humor de observación. Trabaja sobre ideas cotidianas, sobre lo que está ahí y no se ve, ya sea por repetido o por aceptado. El stand up se nutre de ese material para hacer humor que concluye, idealmente, en la reflexión del mundo y la creación de un nuevo parámetro para interpretar la realidad.
La paleontología, como todas las disciplinas científicas, está plagada de ideas erróneas, lo que la convierte en la materia prima ideal. Los dinosaurios, los viajes, Indiana Jones, Jurassic Park, la inmadurez... son tópicos sobre los que se construye el humor para destruir una idea previa, transformarla o repensarla.
El humor no es fácil, pero sí robusto. Rompe barreras y nos muestra vulnerables, destaca el plano humano por sobre los títulos y méritos que podamos poseer. Humaniza la ciencia. La acerca y la pone al alcance de todos/as. Es el Caballo de Troya para decir cosas incómodas y reconocernos entre nosotros como iguales.
Durante los últimos años hubo un boom del stand up en Latinoamérica y, con ello, surgieron grupos que lo utilizaron para hacer comunicación científica. La experiencia de Poper Stand Up en Argentina, Bardo Científico en Uruguay o el grupo Homo-Nologus en Colombia son solo algunas de las expresiones que tomó el stand up en Latinoamérica para comunicar ciencia.
La cultura científica hoy atraviesa uno de sus desafíos más difíciles. En tiempos de crisis donde la pseudociencia gana terreno, quizás no sea momento de tomárselas cosas en serio. Quizás haya que mirarlo, analizarlo y desarmarlo con un chiste.