24M: Tras los rastros de la identidad
En el marco del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, Mariana Herrara Piñero, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, reflexiona sobre el presente y futuro de la institución que logró la restitución de cientos de nietos y bebés apropiados durante la última dictadura cívico-militar. La importancia de crear una ley nacional de búsqueda e identificación de personas desaparecidas, entre sus próximas metas.
Marianela Ríos (Agencia CTyS - UNLaM) - Una mujer murmura palabras inconexas sobre la camilla de una clínica. Los párpados se cierran. Intermitentes, como un foco de luz que está a punto de apagarse, oponen resistencia.
-Relajate, mami. Nosotros nos ocupamos a partir de ahora.
Está a punto de parir, pero ya casi no siente nada. Las palabras de la partera no la tranquilizan. Se aferra a las últimas imágenes que llega a ver. Destellos blancos. Caras. Una mano sobre su panza. Otra cara. Oscuridad.
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El robo de bebés durante la última dictadura cívico-militar fue sistemático. Los circuitos de tráfico de niños, ya existentes por esos años, fueron, con la complicidad de médicos, enfermeras y parteras, utilizados por el propio gobierno militar para perpetuar el ocultamiento de otros infantes apropiados. En la identidad de cientos de personas de ese período de la historia se gestó una deuda que, más tarde, las Abuelas de Plaza de Mayo, la Comisión por el Derecho a la Identidad y el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) vendría a saldar.
El BNDG es, en sí mismo, un inmenso archivo de material genético y muestras biológicas de familiares de personas que fueron secuestradas y desaparecidas durante la última dictadura cívico-militar argentina. Desde 2015, es dirigido por Mariana Herrera Piñero, doctora en Ciencias Biológicas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y una de las fundadoras de la Sociedad Argentina de Genética Forense.
“El tiempo juega un rol central en nuestro trabajo”, asegura en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, y adelanta que una de las metas científicas para este año es consolidar una metodología para poder identificar a los nietos, a partir de los bisnietos, para aquellos casos en los que ya fallecieron.
¿Qué significa el 24 de marzo para quienes trabajan en el BNDG?
En el plano individual, yo era una adolescente cuando sufrimos la dictadura cívico militar. Tengo tres primos desaparecidos y una prima, que estaba embarazada, dio a luz en Campo de Mayo y la mataron a golpes, quitándole su bebé. Vi gente asesinada por la Policía en la calle. Así que no es fácil y, en esta fecha, una hace un ejercicio de memoria: dónde estaba, qué era lo que le pasaba, cómo se normalizaban determinadas situaciones. Había cosas de las cuales no se hablaba. Recuerdo a mi papá tratando que supiéramos lo menos posible y había mucho miedo a lo que pasaba con mis primos que estaban en la clandestinidad.
En lo que tiene que ver con el Banco, yo creo que nosotros, a lo largo de todo este tiempo, hemos caído en la cuenta de que también estamos escribiendo la historia de este país, que esta demanda de un grupo de mujeres y de la sociedad de dar una respuesta a qué fue de los niños y niñas nacidos en cautiverio durante la última dictadura es una demanda enorme, por la significancia en lo que tiene que ver con las políticas de Memoria, Verdad y Justicia y los 40 años de democracia.
Cuando uno no devuelve una identidad, ese delito se sigue perpetuando y eso genera la conciencia de que no se puede cerrar el capítulo de una dictadura. No es el pasado, es un presente permanente y vivo.
Las Abuelas suelen decir que ellas comenzaron buscando a sus nietos, pero que, a medida que pasa el tiempo, son ellos quienes las buscan. ¿Cómo juega la variable tiempo en el trabajo que llevan adelante?
El tiempo juega un rol central en nuestro trabajo porque, a partir del momento que los nietos empezaron a cumplir 21 años, hubo un salto muy importante en la afluencia de personas que se acercaron al Banco. La mayor parte de las restituciones se generaron a partir de que los nietos fueron mayores de edad. Hasta 1999, llegaban aproximadamente 54 personas al Banco por año. Ahora estamos en un promedio de 1200 personas.
En la medida que los nietos van creciendo, esos cuestionamientos respecto de su propia identidad también crecen. Pueden tardar años, pero, en algún momento, vienen voluntariamente . Incluso muchos, por no querer generar un problema con sus padres legales, empiezan a concurrir a partir de que fallecen.
Con la edad, lo que también sucede es que esos nietos y nietas que tienen dudas, empiezan a tener hijos y ahí comienza una toma de conciencia, porque entienden el amor desesperado de un padre o madre hacia un hijo y que lo peor que les podría pasar es que se lo separe de ellos y su núcleo familiar. Y cuando un bisnieto de las Abuelas le hace un cuestionamiento a sus padres, es desde el lugar de la propia identidad de ese bisnieto, porque la identidad se hereda. Si hay una identidad fraguada, se hereda sobre la generación siguiente.
Durante el 2022, además de la restitución de dos nietos, se logró el reencuentro de siete jóvenes con sus madres biológicas. ¿Cómo comenzó ese trabajo y qué importancia tienen esas restituciones?
Hubo varios disparadores. Lo que ocurrió fue que había muchas madres cuyos derechos se vulneraron en el mismo periodo de la dictadura. Eran madres que, por ejemplo, entraron a un hospital, las durmieron y les dijeron que su bebé había nacido muerto y, en realidad, había entrado en un circuito de venta de bebés, o chicas que quedaron embarazadas en la adolescencia y los padres por vergüenza entregaron a sus hijos en adopción. Las llamamos madres víctimas de trata porque todas denuncian algún tipo de irregularidad en la forma que le sacaron a los bebés.
Algunas de ellas hicieron presentaciones en la Justicia, pero, durante muchos años, no se pudo investigar, porque eran épocas muy difíciles, se veían amenazadas en muchos casos. Entonces, ahora, la Justicia, sabiendo que hay una base de datos de personas que son del mismo período, entendió que el BNDG era el mejor lugar para comenzar a buscarlos. La dictadura no utilizó circuitos distintos a los que ya había de robo de bebés en hospitales o parteras que entregaba chicos, usó los mismos. Así que incorporar a estas madres era lo más lógico.
Por el Banco han pasado, aproximadamente, unas 14 mil personas. Cuando son nietos o nietas, se resuelve esa identidad, pero cuando no hay coincidencia con los grupos de Abuelas, esas personas quedan en un limbo, así que incorporarlos, y que se produzcan esos encuentros también son maravillosos.
¿Cómo se vincula el BNDG con las nuevas generaciones de jóvenes?
Los chicos y chicas que están en la secundaria ya tienen la edad de los bisnietos de las Abuelas. Entonces, el trabajo que hacemos en las escuelas, ya desde hace muchos años, para mí es maravilloso. No han entrado en los “tironeos” alrededor de la palabra Derechos Humanos, son mucho menos prejuiciosos que los adultos y mucho más abiertos a escuchar y cuestionar su propia identidad.
Por un lado, para nosotros es muy importante llevar nuestra historia reciente a las escuelas, contarles para qué sirve la ciencia, porque de ahí van a salir vocaciones científicas. Es importante que tomen real dimensión de lo que significa hacer ciencia para un país. Y, por el otro lado, que los mismos chicos pudieran interpelar a sus padres, preguntándoles si conocen a alguien de su generación que podría ser un nieto de las Abuelas o plantearles cómo se sentirían en una situación que tenés vulnerada tu identidad. Una, en la adolescencia, se cuestiona todo, es la etapa donde necesita saber quién es e identificarse con un grupo de pertenencia social y cultural, entonces es una buena forma de llevar estas políticas de Memoria, Verdad y Justicia.
¿Qué desafíos tiene el BNDG por delante?
Yo creo que en Argentina hay una deuda respecto de la identidad de personas en otro período, pero es una deuda que no tiene que ver con una base de datos genéticos. Es una deuda de poner sobre la mesa una real discusión alrededor de toda la violencia los derechos de esas madres y niños en todas las instancias del Estado. Para que le quiten un niño a una persona y entre en un circuito de trata, tiene que haber habido alguien que firmó la partida, un médico de un hospital que también fue cómplice, jueces, registros municipales, hay muchos estamentos que dejaron que esto sucediera.
Entonces, la identidad de una persona se devuelve investigando ese circuito y no en una base de datos genética, porque para que abarque todos los casos tendría que ser una base de un millón de personas y tampoco podría estar concentrada solamente en el Banco. Lo que se tiene que hacer es una base de datos nacional, donde los laboratorios forenses puedan incorporar perfiles de las provincias o municipios y que se pueda hacer una comparación a nivel nacional.
Y otro punto importante es que, en este país no hay una ley de búsqueda e identificación de personas desaparecidas. Nosotros estamos trabajando en una norma que nos permita, a nivel iberoamericano, poder compartir perfiles genéticos, porque la trata de personas atraviesa fronteras y ahí el Banco tiene un rol central, que es ser el único organismo del Estado que tiene el know-how para establecer los procedimientos, las políticas y los protocolos que se deben llevar adelante por otros laboratorios forenses del país para que esa búsqueda sea exitosa.
En ese marco, estamos trabajando en hacer una convocatoria a través de Cancillería que se llama Iber Identidades, donde queremos juntar a todos los laboratorios públicos de Latinoamérica para discutir procedimientos comunes que sirvan a nivel internacional para estas situaciones que son nuestro presente.