Lector de libros, un paso adelante por la inclusión
Se trata de una combinación de software y hardware libre que pasa textos a voz. Un pequeño dispositivo con un prometedor futuro en el campo de la asistencia a personas no videntes o con patologías visuales.
Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) – Tal como soñaron muchos escritores de ciencia ficción, las tecnologías llegarían para dominar cada resquicio de las actividades cotidianas y, aunque en muchos casos su avance produce ciertos resquemores, en otros resulta indispensable.
El ámbito de la lectura no es ajeno a esta tendencia. Cientos de libros en papel se transformaron en un largo pergamino digital de la mano de los e-books. Pero lejos de desaparecer, el libro clásico de papel sigue a la espera de sus lectores que, sin afectar su aspecto material, pueden cambiar la forma en que acceden a su contenido.
El técnico del Instituto de Investigación en Luz, Ambiente y Visión (ILAV-CONICET) -que funciona en convenio con la Universidad Nacional de Tucumán (UNT)-, Gustavo Jiménez, desarrolló un lector de libros que fue presentado en el concurso INNOVAR 2015, donde descubrió el uso potencial que tendría su invento: ayudar a personas con problemas de visión.
En diálogo con Agencia CTyS-UNLaM, el inventor cuenta que su visita a Tecnópolis fue una oportunidad para conocer espacios en los que su prototipo podría brindar grandes beneficios de asistencia social: los clubes de lectura para ciegos, aquellos grupos que prestan su voz para dejar plasmado en un disco o algún otro soporte distintas obras literarias.
A su vez, explica que las posibilidades de uso se extendían a otros terrenos: “Mucha gente se acercó y me hizo notar que no solamente sería útil para personas no videntes, sino para aquellas personas con algunas dificultades para ver las letras con bajo contraste, como los adultos mayores”.
Con una cámara, un teclado y una plataforma para ubicar los textos, Jiménez diseñó un dispositivo que logra detectar los caracteres para transformarlos en audio por medio de tres programas informáticos que fueron enlazados por el inventor.
El procedimiento comienza con una fotografía del texto. Esa información pasa por el programa Imagemagick, que manipula la imagen ajustando su tamaño, orientación, brillo y contraste para facilitar la posterior discriminación de su contenido.
Luego, en una segunda instancia, el programa Tesseract se encarga de la transformación: actúa como reconocedor óptico de caracteres convirtiendo la imagen a un archivo “.txt”. Finalmente, un tercer software, el Festival, completa la operación al pasar ese archivo a palabra hablada.
Toda esta serie de etapas se realiza en una computadora Raspberry Pi con sistema operativo Raspbian, tecnología que permite una configuración personalizada como la que se presentó en este equipo que, una vez encendido, activa directamente la función de lector.
Según Jiménez, el futuro de este dispositivo está abierto a múltiples posibilidades y espera que la comunidad científica se apropie de sus elementos para hacerlo más adaptable a las necesidades del usuario.
Es así que convoca tanto a ingenieros como a diseñadores industriales para componer una nueva morfología para esta serie de elementos que están lejos de las ataduras del patentamiento.
“Una forma de producirlo y distribuirlo entre la gente que lo necesita es a través de los planos del prototipo, de manera que cualquier interesado, –como sucede en la cultura del software y el hardware libre-, pueda construirlo”, sugiere e invita a los estudiantes universitarios para cumplir esa tarea.