“El daño que se está produciendo sobre las capacidades científicas se asemeja, en algún punto, al de un país en guerra”

Santiago Liaudat, investigador de la Universidad Nacional de La Plata y referente de la Mesa Federal por la Ciencia y la Tecnología, analiza la situación de desmantelamiento que atraviesa el sistema científico-tecnológico y advierte sobre las consecuencias cada vez más críticas del desfinanciamiento. La comparación con Ucrania y por qué es necesario un “programa de acción” a futuro.

Marianela Ríos (Agencia CTyS - UNLaM) - Lejos de haber una celebración por el Día del Investigador y la investigadora científica, el panorama en ciencia y tecnología es cada vez más complejo. La paralización de programas de financiamiento, la reducción de becas y el deterioro en los ingresos de becarios son algunos de los elementos que conforman un escenario crítico.

“Es un cóctel explosivo”, aseguró a la Agencia CTyS-UNLaM Santiago Liaudat, docente e investigador de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y referente de la Mesa Federal por la Ciencia y la Tecnología. Para Liaudat, el sector más golpeado es el de los jóvenes investigadores, que se ven perjudicados por el retraso en el valor de las becas de formación doctoral y posdoctoral. Además, sufren  el atraso salarial que afecta a todos los escalafones de la carrera de investigador científico y de personal de apoyo (superior al 35 por ciento en promedio).

Por otra parte, de los 77430 millones de pesos asignados, la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología (ICT)  ejecutó sólo 4331 millones de pesos, lo que representa el 5,59 por ciento del total. Es decir, la ejecución menor de todos los organismos.

Las cifras continúan, cada una como una cruel foto del presente en CyT. “Hay que agregar un recorte brutal en la cantidad de becas del CONICET otorgadas en 2024 respecto al año anterior: un 54 por ciento menos en las doctorales, pasando de 1300 a 600, y casi un 40 por ciento menos en las posdoctorales, yendo de 800 a 500. Además, se discontinuaron las prórrogas de 250 becas posdoctorales 2021-2024. Más de 1000 jóvenes científicos, que se formaron durante más de una década con un gran esfuerzo de todos los argentinos, quedaron fuera del sistema”, precisó.

Además, hay otras cuestiones que atentan contra los más jóvenes, como la demora en la efectivización de incorporaciones en la Carrera de Investigador Científico y la resolución de los concursos del Personal de Apoyo (CPA) llevados a cabo durante el 2023, que todavía no fueron dados de alta. “Desde la asunción del nuevo gobierno, no se ha concretado ningún ingreso a las Carreras de Investigador Científico y Personal de Apoyo en el CONICET”, reclamó Liaudat.

“Desde la asunción del nuevo gobierno, no se ha concretado ningún ingreso a las Carreras de Investigador Científico y Personal de Apoyo en el CONICET”, reclamó Liaudat.

Sin financiación no hay promoción

La Agencia I+D+i tiene como objetivo promover la investigación científica, la generación de conocimiento y la innovación productiva del país. A lo largo de sus  más de veinte años de historia, adquirió un papel protagónico e indiscutible dentro del sistema científico y tecnológico. Pero, según denunció el ámbito científico en varias manifestaciones realizadas en el último año, el organismo fue desarticulado

“Todos sus instrumentos para la promoción de la ciencia y la tecnología fueron vaciados. Es muy doloroso, porque es quizá el organismo más dañado del complejo CyT en lo que va del gobierno libertario. Esto se evidencia, naturalmente, en el caso de los becarios de la institución, que han visto congelados sus estipendios desde marzo del año pasado”, alertó.

Sin posibilidad de acceder a financiación, los equipos se ven obligados a achicar su trabajo. Gabriela Auge es investigadora adjunta del CONICET en el Laboratorio de Memoria Ambiental en Plantas (IABIMO, INTA-CONICET).  En su grupo tuvieron que limitar el número de experimentos, en varias ocasiones, al mínimo.

“Además, estamos trabajando mucho en colaboración con otros grupos en el país para cubrir necesidades colectivas, un tipo de trueque científico. Y por supuesto, nada sería posible sin los colaboradores del extranjero que aceptan a nuestros estudiantes para hacer estancias o finalizar proyectos que de otra manera no serían posibles de realizar”, sostuvo, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

Para Auge, la realidad es “desalentadora”. “Personalmente, me encuentro todo el tiempo en lucha entre el entusiasmo y la motivación por el trabajo que hacemos, y la desazón por no poder llevarlo más allá respondiendo nuevas preguntas y aplicando nuestro conocimiento. Tener que estar en pie de lucha constante consume mucho de nuestro espacio mental”, lamentó.

"Tener que estar en pie de lucha constante consume mucho de nuestro espacio mental”, lamentó Auge.

Un nuevo término para un nuevo escenario 

Recientemente, Santiago Liaudat y su colega Gabriel Bilmes escribieron un artículo en la revista Ciencia, Tecnología y Política en el que reconstruyeron el origen y los alcances del término “cientificidio”. Allí mostraron que, si bien existen algunos antecedentes internacionales, el concepto comenzó a utilizarse ampliamente durante el gobierno de Mauricio Macri, por el ajuste sobre el sector.

No obstante, precisaron que fue durante el actual gobierno de Javier Milei que alcanzó su mayor difusión, incluso en la prensa internacional y en revistas especializadas. “Es increíble, pero el otro contexto en el cual se ha aplicado en años recientes el término fue Ucrania, donde se habla de cientificidio por la destrucción de su sistema científico-tecnológico a causa del conflicto bélico -ejemplifica el investigador-. El daño que se está produciendo sobre las capacidades científicas se asemeja, en algún punto, al de un país en guerra”.

Según explica,  un “cientificidio” puede producirse en, al menos, seis planos de la organización y funcionamiento de un sector científico-tecnológico: normativo, institucional, económico, situación del personal, la opinión pública y la complejidad del sistema. En el caso argentino -asegura- se están viendo afectados todos.

“En lo normativo, el Gobierno incumple la Ley 27.614 de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y desconoce la Ley 27.738 que establece el Plan Nacional hasta el 2030 para el sector. En lo institucional, comenzó con la degradación de la cartera de ciencia y tecnología, que pasó de ministerio a subsecretaría de la nación.  Y, en lo económico, se ha producido una caída presupuestaria de la cual no hay antecedentes”, precisó. 

Crónica de una fuga anunciada

Las consecuencias de lo que la comunidad científica denomina cientificidio son palpables y se agravan con el correr del tiempo. Sin financiación, sueldos adecuados ni becas, los grupos y redes de trabajo comienzan a desarticularse. Así, se interrumpe la continuidad en líneas de investigación y, por ende, se produce un desincentivo hacia la profesión científica como opción de vida para muchos jóvenes científicos que no les queda más opción que migrar.

“La fuga de recursos humanos altamente calificados al extranjero ya es una realidad. Estamos hablando de investigadores cuya formación desde el nivel inicial al doctorado costó muchísimo al país y que se van de la Argentina por falta de posibilidades para desarrollarse. Y no solo impacta en términos de un drenaje de recursos que se van hoy, sino también como pérdida de potencial a futuro”, advirtió  Liaudat.

Por su parte, Auge señaló que la falta de posibilidades para obtener financiamiento internacional y articular con el sector privado limita la posibilidad de generar conocimiento y aplicaciones relevantes a nivel regional, lo que deriva indefectiblemente en la migración de cerebros. “La consecuencia de esto es la pérdida de inversión en la formación de recursos humanos que buscarán mejores oportunidades fuera del país”, sentenció. 

Hacia una salida colectiva

En este contexto, los desafíos son muchos. Para el representante de la Mesa Federal por la Ciencia y la Tecnología existen dos que se dan de manera simultánea: uno defensivo y otro ofensivo. “Hay que resistir y esto implica no solo informar, denunciar, organizarse, movilizar, sino también cuidar a los más vulnerables, los jóvenes, los trabajadores precarizados y las instituciones que están siendo más expuestas al ataque. Esto sucede con el Instituto Nacional del Agua, el Servicio Meteorológico Nacional, el Instituto Geográfico Nacional o el INTA”, enumeró.

Esa defensiva, según Liaudat, implica una gran solidaridad por parte de los investigadores  para salir de situación personal y pensar colectivamente. “El mayor enemigo en ese sentido es la simulación de normalidad. Hoy la prioridad no debería ser  publicar tal o cual paper o cumplir con tal o cual convocatoria, sino organizarnos y movilizarnos. Esto no implica dejar de hacer ciencia, sino reorientar la actividad en función de prioridades colectivas”, consideró.

Por último, con respecto al plano ofensivo, sostuvo que es indispensable construir un programa de acción. “La situación extraordinaria que vivimos es un buen momento para revisar nuestras prácticas. ¿Está adecuado el sistema científico a las necesidades sociales y productivas del país? ¿Qué políticas del pasado fueron exitosas en ese sentido y qué inercias se resisten al cambio y tenemos que modificar? En síntesis, hay que dar la discusión relativa a la construcción de una ciencia y una tecnología para un proyecto nacional”, concluyó.