Una alternativa microscópica para combatir una enfermedad mortal
La leishmaniasis visceral es una enfermedad infecciosa desatendida que afecta a cientos de miles de personas en todo el mundo. Los científicos argentinos estudian los microorganismos asociados al vector que la transmite con el propósito de controlarla.
Agencia CTyS (Gaspar Grieco) - La fauna de la selva misionera es diversa. Miles de especies de todos los tamaños viven en torno a su abundante vegetación y contemplan la majestuosidad de sus cataratas. Sin embargo, en esta selva, no cuenta la ley del más fuerte. Es que allí vive una pequeña mosca que no cesa de propagar al parásito que transmite la leishmaniasis visceral, una enfermedad que ya se llevó siete vidas desde que, en 2008, se detectó el primer caso en el país, y que sigue matando a miles de personas alrededor del mundo.
Científicos del Centro Regional de Estudios Genómicos (CREG) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) estudian los microorganismos asociados al vector que transmite la leishmaniasis visceral, con el propósito de controlar la enfermedad.
Al igual que en nuestro cuerpo, en el interior de la pequeña mosca, un insecto flebótomo, conviven miles de microorganismos que actúan de manera diferente. Muchos de ellos pueden afectar la capacidad infectiva del parásito, Leishmania infantum chagasi, que se desarrolla en el tracto digestivo del vector y que es el causante de la enfermedad.
“Los organismos no sólo pueden afectar el desarrollo del parásito, sino que también pueden llegar a afectar la capacidad vectorial; es decir, si el insecto alberga un grupo determinado de microorganismos, puede ser un mejor o peor transmisor del parásito”, explica a la Agencia CTyS Christina McCarthy, la doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del CONICET.
Varios estudios anteriores analizaron las bacterias asociadas al tracto digestivo del vector de esta enfermedad luego de cultivarlas en el laboratorio, pero los científicos del CREG llevaron adelante una metodología novedosa: la metagenómica, una técnica que permite conocer tanto a los microorganismos que conviven dentro de los vectores, como a los que están asociados a ellos superficialmente.
Lejos de limitarse a realizar una suerte de autopsia a un vector, los investigadores analizaron una gran cantidad de moscas provenientes de la ciudad misionera de Posadas y de Brasil: “Encontramos protistas asociados que son agentes de enfermedades de interés médico y veterinario. Por ejemplo, en algunos flebótomos se encontró el agente causal de la malaria”, detalla la responsable del proyecto.
El resultado final de la investigación, publicado en la revista científica internacional de acceso abierto PloS Neglected Tropical Diseases, demostró la presencia de bacterias, hongos, protistas parásitos, plantas y metazoos asociados al vector. Según McCarthy, los protistas gregarinos podrían plantearse como alternativa “para controlar al vector de la enfermedad y, en un paso posterior, estudiar si esta herramienta de control se puede producir a un costo-beneficio adecuado”.
Un parásito devastador
Según datos registrados en la prestigiosa revista científica Microbiology, en el mundo hay 500.000 casos de leishmaniasis visceral y más de 50.000 muertes cada año. Aunque el 90 por ciento de los casos se registra en Bangladesh, India, Nepal, Sudán, Etiopía y Brasil, Argentina no está exenta del peligro, dado que, según los datos del Sistema Nacional de Vigilancia de la Salud, en la provincia de Misiones se registran más de 80 infectados y 7 víctimas fatales desde que se diagnosticó el primer caso en 2008.
El parásito Leishmania infantum chagasi avanza en el organismo con total ferocidad. Se desarrolla en el interior de las células que utiliza como barco para navegar por el torrente sanguíneo y elude al sistema inmune que intenta detenerlo. Cuando logra evadirlo, comienza a destruir al organismo.
“Es un parásito intracelular que se multiplica en los macrófagos y que se disemina a través del sistema vascular y linfático, llegando hasta el bazo, médula ósea e hígado, pudiendo destruir allí las células. Puede terminar matando a la persona, porque ataca el sistema de defensa”, detalla McCarthy.
Una vez que el parásito se instala en el organismo comienza un período de incubación que suele durar de dos a seis meses. Luego de esta etapa, el infectado presenta los primeros síntomas que se manifiestan a través de fiebre, fatiga, pérdida del apetito y peso. A medida que avanza la enfermedad, se produce un agrandamiento patológico de los ganglios linfáticos, el bazo y el hígado.
Esta enfermedad tropical desatendida, que afecta principalmente a países en vías de desarrollo, no sólo afecta a personas; también los perros, que actúan como reservorio del parásito, sufren de su cruento potencial. Un informe realizado por la Red de Investigación en Leishmaniasis de Argentina (REDILA) en 2010 determinó que, en Posadas, hay más de 10.000 perros infectados.
Según la investigadora, no se ha comprobado que el vector de Leishmania infantum chagasi, no portador del parásito, sea capaz de transmitirlo luego de picar a un paciente leishmaniásico, pero sí está comprobada la transmisión del mismo hacia una persona si el flebótomo previamente picó a un perro contagiado.