Un lugar donde se aprende de los animales
La Reserva Experimental Horco Molle es la única área protegida totalmente gestionada por una universidad pública junto con el Parque Sierra San Javier que pertenece a la misma Casa de Altos Estudios. Allí, no sólo se trabaja en el cuidado de la fauna amenazada del norte argentino, sino que, además, funciona como un gran laboratorio de ciencia básica donde los estudiantes estudian y enseñan.
Gaspar Grieco (Agencia CTyS) - La destreza del ocelote, la majestuosidad del águila coronada y la paciencia del tapir son escenas que pocos tienen el privilegio de ver en su ambiente natural. No solo porque habitan en las inhóspitas selvas del norte argentino, sino también porque se encuentran en peligro de extinción por la casa furtiva y la reducción de su hábitat de origen.
La Reserva Experimental Horco Molle pertenece a la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT y al Instituto Miguel Lillo. Junto con el Parque Sierra San Javier, son las únicas dos áreas protegidas del país. Sus especialistas se dedican al rescate, el cuidado y la reinmersión de las especies potencialmente amenazadas.
Situada a 15 kilómetros de la capital provincial, en el municipio tucumano de Yerba Buena, la reserva fue creada en el año 1986 y tiene una extensión de 200 hectáreas. Esta extensa área protegida no solo se ha convertido en un gran laboratorio de extensión para estudiantes de la Universidad Nacional de Tucumán, sino que, además, funciona como un zoológico de especies nativas en medio de un frondoso bosque con guardafaunas que acompañan a los visitantes durante todo el recorrido.
En diálogo con al Agencia CTyS el director del predio natural y doctor en Ciencias Biológicas, Juan Pablo Juliá, resaltó las actividades que allí realizan: “Entre los objetivos que tiene la reserva está el de convertirse en un laboratorio de campo de la facultad donde se realicen actividades vinculadas a la flora, fauna, geología y arqueología. También busca constituirse en un centro de educación ambiental y proceder al rescate, rehabilitación y liberación de fauna”.
En 2012, la Reserva Experimental Horco Molle efectuó 47 liberaciones y en lo que va de este año ya realizó 31. En tanto, cuando los especialistas observan que el estado del animal no es propicio para ser liberado, queda alojado como huésped, donde se le realizan diversos estudios como materia prima para futuras investigaciones en diversas instituciones.
En ocasiones, luego de rescatar, curar y devolver al ambiente natural a las especies malheridas o enfermas, los científicos realizan un seguimiento de los ejemplares para ver cómo se adaptan de nuevo a la vida salvaje y monitorear su estado de salud.
Juliá reconoce que “la liberación de especímenes tiene un impacto menor para cada especie, porque son pocas las que se liberan” pero resalta la importancia de la difusión y la educación ambiental. “Ese acto de liberación es muy emotivo y pone sobre el tapete la problemática de determinadas especies. Desde el punto de vista de educación ambiental y de concienciación pública, el impacto es importantísimo”, puntualiza.
Todos los días, una enorme cantidad de animales con problemas de salud son trasladados a la reserva para ser rescatados. Entre 2012 y 2013 se realizaron 25 liberaciones de aves rapaces, como águilas y halcones; 17 de aves de otras especies; 16 mamíferos y 11 reptiles.
Conciencia ambiental
Lejos de dedicarse solo al cuidado de la fauna, el área protegida cuenta con un extenso vivero donde más del 80 por ciento de los cultivos lo constituyen árboles autóctonos. “Realizamos tareas de reforestación y proveemos de árboles a las escuelas. Estamos presentando un proyecto de restauración ecológica y control de especies exóticas que esperamos que trascienda los límites de nuestra reserva”, adelanta Juliá.
Los especialistas, entre los que se destacan zoólogos, veterinarios, biólogos, ecólogos y botánicos, realizan campañas de educación ambiental para concienciar a la sociedad acerca del cuidado de las especies. “Los chicos de las escuelas rurales de los sitios de suelta de animales hablan de sus águilas cuando las reconocen por los anillos que les dejamos. Las sienten como propia y eso es muy positivo”, se enorgullece el director.
Cuando uno visita la reserva, es flanqueado durante todo el recorrido por un guardafauna. Pero no se trata de cualquier persona; todos los que trabajan allí son alumnos de la Facultad de Ciencas Naturales y del Instituto Miguel Lillo de la UNT trabajan durante un año como auxiliares docentes estudiantiles (cargo al que acceden por concurso), donde aprenden y dictan numerosos talleres.
“También hay un programa de voluntariado donde siempre hay muchos aspirantes y se trabaja en distintas áreas: educación ambiental, veterinaria de fauna silvestre, botánica y aves. A los que están más capacitados los incorporamos para que dicten talleres educativos de observación de aves, identificación de plantas y producción, para las escuelas que visitan la reserva”, destaca el biólogo.
De esta manera, mediante las numerosas actividades que realiza, la Reserva Experimental Horco Molle invita a recorrer el camino de la conservación de la biodiversidad.