Tan parecidas y tan diferentes
Científicos de la UBA visitaron la Feria del Libro para hablar sobre la epigenética, una disciplina que busca entender cómo y por qué células con el mismo material genético se diferencian tanto en sus perfiles y funciones. ¿Influye el ambiente en lo que somos o hacemos? Pasen y lean.
Agencia CTyS- UNLaM- ¿Cuántas células tenemos en el cuerpo? Podríamos decir que millones y millones, y aún así nos quedaríamos cortos. Pero más interesante que eso, ¿por qué, si todas y cada una de esas células tienen exactamente la misma información, tienen características y funciones tan distintas?
Para entender algunas de estas cuestiones es que se apela a la epigenética, tema de estudio de un grupo de científicos de la Facultad de Exactas y Naturales de la UBA. Por un rato, estos investigadores cambiaron al laboratorio por el espacio de Zona Explora, en la Feria del Libro, para contar su trabajo. Y explicar, en definitiva, por qué si la célula del hígado tiene la misma información que una neurona, ambas son –por suerte- tan distintas entre sí.
Laura Belluscio, doctora en Química Biológica e integrante del Laboratorio de Neuroepigenética de la UBA, explica a los presentes que la clave está en la interpretación de la información genética, y, para demostrarlo recurre a una clásica obra. “Pensemos en Romeo y Julieta: hay muchísimas versiones y muchísimas obras a partir del mismo libro, de la misma información. Y sin embargo cada una es distinta entre sí”, narra la científica.
Allí entra en juego la epigenética –etimológicamente, lo que está por encima de los genes-, que juega un papel fundamental en el proceso de interpretación de la información. “El ADN, que está en el núcleo de la célula, se transcribe a unas moléculas que se llaman ARN mensajero, y a su vez este ARN se traduce en proteínas. Cada una de estas tiene una función en particular”, continúa Belluscio.
Un ejemplo de proteínas son los neurotransmisores, fundamentales para las neuronas (células del cerebro) para comunicarse entre sí. ¿Y los genes que codifican para estas proteínas están en células del pulmón o del hígado? Claro que sí, pero en este caso están “apagados”. “Lo que regula ese prendido y apagado es, justamente, la epigenética”, subraya la investigadora.
En este proceso de interpretación juega también su papel las histonas, unas proteínas que recubren el ADN. “Hay que tener en cuenta que el ADN está totalmente compactado y enrollado dentro del núcleo- aclara Belluscio- y para que un determinado gen pueda leerse y luego traducirse a una proteína particular debe estar accesible”. Cuán compactado o no esté esa porción de ADN -es decir, un determinado gen- se regula con “marcas” químicas que pueden estar tanto sobre el material genético como en las histonas.
Uno de los factores de enorme influencia en esta interpretación del material genético es el ambiente, por eso es que Belluscio no duda en asegurar que lo externo se vuelve “fundamental”. “Esta interpretación es modificable a lo largo de la vida, podrá ir cambiando, o no, de acuerdo a cómo interactuamos con el ambiente. Por eso es que los primeros años de desarrollo son de gran importancia”, resalta.
Un ejemplo histórico para analizar estas cuestiones lo proporcionó la hambruna holandesa de 1944, a finales de la Segunda Guerra Mundial, donde miles de personas murieron de hambre y muchas otras vieron afectada drásticamente su alimentación.
“Mucha gente sufrió una disminución de la ingesta calórica del 30 por ciento de lo normal- relata Belluscio- y se han hecho estudios con los hijos y con los nietos de las mujeres que estaban embarazadas en ese período. No es lo mismo haber sufrido esa falta de nutrientes en el primer trimestre del embarazo o en el tercero. Claro que cuán transmisibles son en la herencia este tipo de transformaciones todavía sigue siendo terreno de debate”, concluyó.
El armado del stand en el espacio de Zona Explora, en la Feria del Libro, estuvo a cargo de Octavio Gianatiempo, Mariela Chertoff y Bruno Berardino. En la exposición también estuvieron Nadina Ferroni, Estefanía Fesser y Carolina Alberca. Todos integran el grupo de investigación del Laboratorio de Neuroepigenética que funciona en el Departamento de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA), que está dirigido por el doctor Eduardo Cánepa.