Rodolfo Goya: “En 50 o 100 años, la Ciencia hará cosas que ni imaginamos”
El investigador del CONICET Rodolfo Goya será preservado en frío cuando muera, a -196º C, con la esperanza de ser reanimado por los científicos del futuro. En esta entrevista con la Agencia CTyS, comenta, entre otras cosas, que entre los cadáveres congelados ya hay una distinción posible de clases sociales.
Emanuel Pujol (Agencia CTyS) - En El hombre bicentenario, un robot deseaba adquirir las cualidades humanas, incluso la de poder morir. En cambio, el doctor Rodolfo Goya se declara en rebeldía contra la parca y espera no solamente ser revivido en un futuro, sino también despertar algún día siendo un avatar: que su conciencia sea copiada, como si fuese un programa de computación, a un organismo cibernético.
¿En cuánto tiempo imagina que la ciencia podría reanimar a personas criopreservadas? ¿500 años serían suficientes?
Pensar en 500 años parece mucho. El avance ha sido tan vertiginoso en el último siglo que superó cómodamente a los desarrollos hechos durante el resto de la historia humana. La tecnología se apoya en los avances anteriores y esto provoca un crecimiento geométrico. Este proceso continúa acelerándose, por lo que, en 50 o 100 años, la Ciencia podrá hacer cosas que ni imaginamos.
La Ciencia ya ha logrado cosas que se decían imposibles, como la clonación, por lo que es arriesgado asegurar que algo no se podrá hacer en el futuro; además, la criónica ya se aplica exitosamente en embriones o células. El tema es que cuando uno trata con seres muy pequeños, la sustancia criopreservadora ingresa rápidamente en sus estructuras y eso hace posible lograr un congelamiento casi inmediato, lo cual es clave para evitar daños. Asimismo, al descongelar rápidamente los embriones, se preservan sus estructuras intactas, lo cual permite que revivan.
Hoy, hay seres humanos caminando por la calle que fueron embriones criopreservados. Estuvieron sometidos a la criónica cuando recién empezaron la vida; en mi caso, la diferencia es que busco ser congelado después de mi muerte.
Además de la dificultad de congelar y descongelar exitosamente cuerpos de mayor tamaño, también está el obstáculo de resucitar a alguien que ya ha muerto.
Es cierto, en el caso del ser humano se debe esperar a la muerte, porque está prohibido por ley criopreservarnos desde antes. El fallecimiento debe ser natural y legal, y debe haber un médico que así lo declare.
Recién después de que se firma el certificado de defunción, un equipo de criónica podría acercarse al cuerpo y procesarlo. Lo ideal sería que cuando me quede poco tiempo de vida, me mude a un hospicio que quede cerca del Instituto de Criónica de Michigan, que es donde seré congelado. Lamentablemente uno no puede controlar las circunstancias de su muerte, por lo que no sé si estaré en Michigan cuando me quede poco tiempo de vida.
Si muriera en Argentina y debieran transportarme, no sería lo mismo. Si bien se aceptan cuerpos de hasta 2 o 3 días después de la muerte, lo ideal es que inmediatamente a mi fallecimiento se acerque un equipo de criónica y me inyecte por vía arterial una solución criopreservadora que me desplace toda mi sangre e impregne mis tejidos, para evitar que cuando sea congelado se formen cristales de hielo puntiagudos que romperían mis células.
Luego, se haría el traslado en una ambulancia hasta el Instituto, donde se enfriará progresivamente mi cuerpo con nitrógeno, hasta quedar cerca de los -196° C. Posteriormente, seré ubicado en un gran termo, denominado crióstato, donde hay otros pacientes; en cada crióstato hay seis pacientes, puestos con la cabeza hacia abajo, para que, si algo fallara, el cerebro sea lo último que se descongele. Por eso, espero que después de fallecer pueda ser congelado y confío en que la ciencia del futuro será capaz de desarrollar la tecnología para revivirme y curar la enfermedad que me haya causado la muerte.
¿Ya existen ciertas teorías sobre cómo descongelar cuerpos y reanimarlos?
Se ha intentado congelar animales pequeños, como conejos, hasta unos -20ºC y luego reanimarlos, pero se fracasó en todos los casos.
Lamentablemente, hay poca financiación para la investigación sobre criónica, son más bien intentos con fondos privados. Donde actualmente hay mucho interés puesto es en la criopreservación de órganos, para poder crear bancos de órganos, lo cual facilitaría la atención a los pacientes que necesitan un transplante, porque no habría que esperar a alguien que haya muerto hace pocas horas; hasta hoy, se mantiene a los órganos en un baño frío de 4º C y duran un tiempo acotado, pocas horas; entonces, si se los lograra mantener a -20º C y luego reactivarlos, además de la gran importancia que tendría para las donaciones, indirectamente, también sería un avance muy importante para la criónica, porque un hígado tiene un tamaño considerable, muy superior a una célula, y ya se estaría mucho más cerca de criopreservar y revivir un cuerpo humano.
Para ser criopreservado, pagará 35 mil dólares; quizás, parece poco, porque existía la idea de que solamente multimillonarios como Walt Disney podían costearlo.
La organización que congelará mi cuerpo cobra 35 mil dólares. Pero hay otro instituto en Estados Unidos, en Arizona, que se llama Alcor y cobra 250 mil dólares. Es una especie de organismo criónico VIP; allí está congelada gente más adinerada; en cambio, en el Instituto de Criónica de Michigan hay gente de clase media.
Personalmente, no entiendo por qué hay tanta diferencia entre sus valores. Creo que Alcor tiene una mirada más empresarial, pero debería estar manejada por una idiosincrasia crionicista, porque hay que garantizar la permanencia a los clientes y esto no puede depender de la variación de la rentabilidad de una firma.
Ya hay 250 personas congeladas, ¿entre ellas algún argentino?
Que yo sepa, no. Conozco a una argentina que ya tiene firmado el contrato con Alcor justamente, pero es más joven que yo.
¿Existe un orden para que, en un futuro, sean descongelados los cuerpos?
Creo que no se ha hablado aun sobre ello siquiera, porque es algo lejano y que va a ser decidido por las generaciones futuras en base a razones que consideren pertinentes.
En su caso, ¿decidió congelarse por temor a la muerte o por curiosidad por lo que puede llegar a haber después?
No es temor a la muerte, es rebeldía contra la muerte. Acepto la muerte, porque es una vieja compañera mía y desde joven trabajo pensando en el envejecimiento y la muerte. Pero tengo un gesto de resistencia, de no entregarme a ella mansamente.
Aunque no tenga éxito, me deja tranquilo conmigo mismo el haber intentado algo; quizás, es muy poquito lo que podemos hacer con la tecnología de nuestra época, pero de haber nacido hace 50 años ni esa chance hubiera tenido.
También tengo curiosidad por saber qué habrá después. De hecho, ahora tengo 61 y me gustaría al menos vivir hasta los 100 años, para ver si se concretan los avances que se dice que se lograrán en ciencia y tecnología, como por ejemplo si se harán los avatares, para que los cerebros de las personas puedan ser implantados en robots.
Si la ciencia le permitiera vivir indefinidamente, ¿cree que llegaría un punto en que se aburriría?
A principios del siglo XX la expectativa de vida era de 40 años en promedio y quizás algunas personas de esa época pensaban que se aburrirían de vivir, digamos, hasta los 75 años. Hoy casi nadie se siente aburrido de estar vivo a los 75 años. Si estás en buenas condiciones de salud, nadie se aburre de vivir. Nadie escucha al médico que le dice: “Señor, usted tiene cáncer”; y responde: “Ah, no hay problema, porque yo tengo 75 años y ya estaba medio aburrido de vivir”. Todos se aferran a vivir; todos nos aferramos a vivir.
Pero, en su caso, si volviera a la vida, despertaría con su cuerpo envejecido, tal como quedaría tras su muerte.
Es cierto. Pero también se tiene la esperanza de que en esa época tan avanzada, quizás dentro de 100 años, la medicina va a ser capaz de restaurarnos. La expectativa está puesta en la nanotecnología. Se dice que habrá pequeños robots inteligentes, microscópicos, que se podrán inyectar en nuestro torrente sanguíneo para que luego reparen célula por célula. La idea es que en ese momento se nos pueda rejuvenecer, hasta hacernos recuperar la capacidad física de cuando teníamos 30 años.
Otra posibilidad es que en esa época existan los avatares. Hay un proyecto que se llama Avatar 2045, que es impulsado por un millonario ruso, que se propone construir organismos cibernéticos, donde se podrían mudar nuestras conciencias, conservando todas nuestras experiencias y recuerdos. Estos organismos cibernéticos no serán robots de metal; posiblemente, serían iguales a nosotros, podrían ser jóvenes y bellos como quisiéramos ser, y, seguramente, tendrían la capacidad de hacer el amor, porque nosotros valoramos mucho esa capacidad y no vamos a querer perderla.
Asimismo, con ese soporte cibernético, nuestros cerebros tendrían muchas más capacidades: podrían estar conectados a Internet y recopilar y procesar información con mayor rapidez, por ejemplo.
Más allá de la confianza hacia la ciencia del futuro, también debe de confiar en la sociedad del futuro, porque si fuera reanimado en su vejez, siendo menos capaz que el resto, ¿por qué ellos querrían ayudarlo y rejuvenecerlo?
Imagino que esa sociedad del futuro no estará gobernada por empresarios que digan: “Este es inútil, no sirve para trabajar”. Podríamos pensar que la tecnología habrá facilitado y abaratado los medios de producción, la obtención de energía y alimentos. Pienso que si lograran revivir una persona de nuestra época, la valorarían por ser un ancestro de ellos, porque además tendríamos mucho para contarles. No creo que nos mandaran a trabajar de lavaplatos. Y, luego, por supuesto, existirían métodos de readaptación. Pero, si todo eso no funcionase o despertara en una sociedad en la que no me siento a gusto, en última instancia, tendría la opción de suicidarme.
Por lo pronto, al frente de su grupo de investigación, trabaja contra el envejecimiento cerebral…
Lo que hacemos hoy es interesante y se aplica en terapéuticas inmediatas. Buscamos restaurar la función cerebral en enfermedades como el Parkinson. Para ello, lo que hacemos, por ejemplo, es transplantar genes neuroprotectores en el cerebro de ratas de laboratorio viejas que tienen enfermedades parecidas al Parkinson, y hemos logrado resultados interesantes que ya hemos publicado.
Pero creo que la gerontología, que es la rama de la ciencia a la cual me dedico, no va a continuar en un futuro lejano, porque posiblemente será reemplazada por otras estrategias, como la mudanza de nuestra mente a los avatares.
*El Dr. Goya es investigador principal del CONICET. Se doctoró en bioquímica en la Facultad de Ciencias Exactas de La Plata en 1982 y, en 1988, se estableció en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata, donde fundó el primer grupo de investigación sobre neurobiología del envejecimiento de la Argentina. Hoy, su equipo está integrado por 14 investigadores, becarios doctorales y profesionales de apoyo, la mayoría de ellos del CONICET.