Reaprovechan desechos de la industria pesquera para reducir el impacto ambiental
Se trata de una iniciativa que recupera desechos de langostinos, cuyo comercio es una actividad económica clave en muchos sectores del país pero que genera grandes contaminaciones. Las aplicaciones en el campo de la agricultura y cómo el origen de un proyecto derivó en una empresa de base tecnológica, para profundizar el trabajo del equipo.
Nicolás Camargo Lescano- Investigadoras del CONICET y de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) lograron reaprovechar desechos de la industria pesquera, de gran impacto ambiental por su capacidad contaminante, para producir nanotecnología biodegradable. La tecnología desarrollada a partir de estos residuos, según afirman las científicas, permite reducir hasta en un 80 por ciento la necesidad de los compuestos dañinos en las fórmulas de agroquímicos usadas por los agricultores.
“El punto de partida para este proyecto es la comercialización de langostinos, una industria de gran impacto y presencia en muchas zonas. Buscamos aprovechar las cáscaras de estos langostinos, que son fuente de muchos biomateriales, como la quitina y el quitosano”, explicó Claudia Casalongue, investigadora jubilada del CONICET e integrante del Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB-CONICET-UNMDP).
El problema de los desechos de langostinos, cuentan las investigadoras, es crucial: durante más de una década, la pesca de esa especie creció exponencialmente en las costas patagónica y bonaerenses, generando, anualmente, miles de toneladas de cáscaras de estos animales.
“El aumento de estos desechos genera graves problemas ambientales en la Patagonia, como contaminación del suelo y de las napas de agua, liberación de gases a la atmósfera y un aumento de la población de gaviotas, que se alimentan de estas cáscaras y pueden ser vehículos de enfermedades para las ballenas”, repasa Vera Álvarez, doctora en Ciencias de los Materiales e investigadora del CONICET, que forma parte del grupo de estudio.
Álvarez, actual presidenta de la Fundación Argentina de Nanotecnología, ya venía estudiando desde hace muchos años el quitosano, presente en la cáscara de los langostinos. De hecho, las características antimicrobianas, antifúngicas y antivirales de este material le permitió, incluso, desarrollar, junto a su equipo y el de la investigadora Verónica Lasalle, un spray para usar como medida de protección frente al coronavirus, en plena pandemia.
“Sin duda, si tenemos en cuenta la enorme cantidad de residuos que genera la industria de los langostinos, la recuperación de toda esta biomasa para producir quitosano es de enorme importancia, tanto desde el punto de vista científico, social, económico y ambiental”, señala, por su parte, Daniela Caprile, becaria postdoctoral del CONICET y especializada en el mercado del quitosano.
Un origen científico, un devenir tecnológico
El trabajo de todas estas disciplinas y saberes en torno al quitosano, durante más de una década, derivó en la creación, en 2022, de UNIBAIO, una empresa de base tecnológica con sede en Mar del Plata, que es la que se encarga de la producción de nanotecnología biodegradable a partir de los desechos del langostino.
Integrada por Álvarez, Casalongué, Caprile, Florencia Salcedo (doctora en Ciencias Biológicas) y Matías Figliozzi (economista y emprendedor), la empresa contó, para su desarrollo, con el apoyo de aceleradoras locales e internacionales, además de financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i).
La tecnología desarrollada por Unibaio, explican sus integrantes, permite reducir el impacto ambiental de la agricultura y la contaminación generada por el uso de agroquímicos, sin modificar toda la fórmula de los productos utilizados para producir alimentos.
“Con esta innovación, los agricultores pueden usar los mismos pesticidas o fertilizantes que usaron durante mucho tiempo, pero que ahora son mucho menos tóxicos. La tecnología de Unibaio apunta a cubrir las demandas de las nuevas regulaciones ambientales que buscan prohibir los pesticidas comunes que todavía no tienen reemplazo y contribuir a la acción climática, mientras alimenta a la población mundial de manera más sostenible”, resalta Álvarez, directora del INTEMA (CONICET-UNMDP).
Uno de los pilares del grupo de trabajo, resaltan sus integrantes, es el diálogo de disciplinas, como la biología, la nanotecnología, la economía y la transferencia tecnológica. “El diálogo de saberes es muy importante, ya que no solo facilita la colaboración entre los distintos miembros del grupo, sino que también permite identificar nuevas oportunidades y posibilidades de investigación y desarrollo de productos innovadores y sostenibles”, subraya la doctora en Ciencias de los Materiales.
“Nos conocemos hace muchos años y hemos logrado conformar un equipo multidisciplinario y resiliente, creo que en ello radica una de nuestras mayores fortalezas. Se complementan las perspectivas disciplinarias, con una mirada de negocio de triple impacto -económico, social y ambiental- basada en la economía circular”, concluye Caprile.