Las especies aéreas y el hombre, un conflicto a solucionar

Todos los años, cientos de aves y otras especies aéreas mueren al chocar con edificios, aviones y todo tipo de artefactos. Una investigación del CONICET, la Universidad Nacional del Comahue y la Universidad de Swansea (Gales) propone métodos efectivos para reducir el impacto.

Gaspar Grieco (Agencia CTyS) - Como en el recordado clásico de Alfred Hitchcock, “Los pájaros” (The Bird), miles de aves colisionan contra edificios, molinos de viento y hasta pueden ser disturbadas por drones.  Un reporte de los EEUU indica que entre 1990 y 2004 hubo casi 39 mil choques de aves con aviones, lo que ocasionó pérdidas cercanas a 900 millones de dólares anuales

En un estudio publicado recientemente en la revista científica Science, el doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (CONICET -Universidad Nacional del Comahue), Sergio Lambertucci, propone generar “reservas aéreas” y considerar al aire como “un hábitat a conservar”, entre otras estrategias.

Existen sitios en donde hay mucha diversidad de especies y de procesos ecológicos, como por ejemplo las migraciones y la polinización, que necesitan del aire para producirse. “Por ello –señala el científico- en estos sitios deberían declararse reservas al menos temporales y prohibirse el sobrevuelo. Además no deberían instalarse otros artefactos que utilizan parte del espacio aéreo como los molinos eólicos, edificios, antenas y torres eléctricas”.

Lambertucci considera necesario que no se utilicen artefactos aéreos en sitios clave y lo explica con ejemplos. “Los cóndores andinos, que nidifican en la cordillera y bajan a comer a la estepa, utilizan rutas de vuelo bastante precisas que necesitan a diario. Si uno interrumpe esa ruta de vuelo, esto podría aumentar el costo energético que le implica al cóndor moverse del nido a la zona de alimentación. Por otro lado, si se instalan parques eólicos justo sobre su ruta de vuelo, esto podría producir una mortandad muy importante para la dinámica poblacional de la especie”, advierte.   

Recientemente, algunos países están tomando algunas medidas al respecto. En Nueva York, por ejemplo, el Estado dispuso bajar la intensidad de la luz de sus edificios públicos por la cantidad de especies migradoras que mueren en colisiones al confundirse con la luz. En el Estrecho de Gibraltar, en tanto, los parques eólicos contratan gente que detiene los molinos cuando ingresa una bandada de aves.

El biólogo reconoce estas iniciativas, pero las considera insuficientes. “Son medidas puntuales que generalmente se dan en el mundo desarrollado. Por ello, proponemos que si se plantea hacer un aeropuerto, molino de viento o edificio, saber a priori cómo se mueven las especies para impactar lo menos posible”.

Otro de los potenciales peligros que podrían afectar a las especies que recorren el cielo son los aviones no tripulados (drones), los cuales se están usando cada vez más y en todo el mundo. Hasta el momento, prácticamente no hay datos específicos ni estudios realizados al respecto. Lambertucci, particularmente, se muestra preocupado: “Hay muchas especies que si uno las molesta en la incubación pueden llegar a abandonar sus nidos. Nosotros no sabemos qué produce, pero antes de empezar a usarlos masivamente, hay que evaluar ese posible impacto”.

El científico destaca también la necesidad de una adecuada educación y la generación de políticas públicas para detener la caza de aves en sitios específicos como, por ejemplo, en la República de Malta, donde los pobladores siguen la tradición cultural de cazar aves que pasan migrando en la primavera y el otoño en grandes cantidades. Esta cacería es tradicional y recientemente en un plebiscito la gente de Malta decidió continuar con esa práctica. “Es un trabajo netamente educativo, donde hay que llegar a la gente y ver cómo hacer para modificarlo”, concluye.