La pesadilla voladora de la ballena Franca Austral
El avistaje de ballenas en Puerto Madryn es una de las atracciones turísticas clásicas del país. Sin embargo, los constantes ataques de las gaviotas a los cetáceos empañan la fantástica experiencia. Junto a científicos locales, las autoridades de Chubut aplicarán un control biológico.
Gaspar Grieco (Agencia CTyS) - Se siente observada. Por más que intente escaparse sabe que está acorralada. Lucha por proteger a su pequeño pero ya no aguanta. Necesita respirar. Cuando sube a la superficie inhala una pequeña bocanada de aire mientras divisa a sus agresores que, nuevamente, cumplirán su objetivo.
Los problemas que sufren las ballenas por parte de las gaviotas cocineras representan una de las postales más conocidas de los últimos 10 años en la ciudad de Puerto Madryn. Los gigantes cetáceos son víctimas de un daño tan notorio que, recientemente, la Dirección General de Evaluación Ambiental junto con la Dirección de Fauna y Flora y la Dirección de Conservación de Áreas Protegidas de la Provincia de Chubut promovieron la aplicación de un plan de acción para disminuir los ataques.
Las gaviotas cocineras (Larus dominicanus) se alimentan de la piel que desprenden del lomo las ballenas y de su grasa, causándoles en muchos casos heridas sangrantes profundas que podrían infectarse permitiendo el ingreso de patógenos. A su vez, su ataque también perjudica la lactancia de las pequeñas crías.
“El continuo hostigamiento de las gaviotas produce que los ballenatos se alimenten menos y, por lo tanto, que no alcancen un peso óptimo para afrontar después la migración hacia las áreas oceánicas de alimentación. Por otro lado, podemos pensar que un ballenato mal alimentado y débil, podría enfermar gravemente por el sólo hecho de tener una gaviota lastimándolo”, explica a la Agencia CTyS Marcelo Bertellotti, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del CONICET.
El plan de acción que se llevará a cabo plantea la eliminación de gaviotas para proteger a la población de ballenas, puesto que hipótesis recientes sugieren que el aumento de su número se está desacelerando, quizás debido a los constantes ataques de las aves.
Los científicos del laboratorio de Ecofisiología Aplicada al Manejo y Conservación de la Fauna Silvestre del Centro Nacional Patagónico (CENPAT-CONICET) también forman parte del proyecto. “Nosotros asesoramos a las autoridades provinciales sobre la factibilidad del método y analizamos si este plan tiene un verdadero efecto sobre las tasas de ataque”, cuenta el investigador del CONICET.
Los gigantes marinos han tenido una historia trágica en debido a la caza indiscriminada que los dejó casi al borde de la extinción. Incluso, luego de que esta práctica fuera prohibida, flotas balleneras internacionales continuaron la cacería ilegal frente a las costas de Península Valdés. Sin embargo, gracias a la intensificación de los controles nacionales, se observa un aumento de un 7 por ciento anual desde los años ‘60.
Pero, en forma paralela, la población de las gaviotas se fue triplicando en los últimos 30 años. Según estudios del equipo de investigación del CENPAT, el aumento en la cantidad de gaviotas, hoy estabilizado, puede atribuirse al consumo de descartes pesqueros en el mar y en basurales de las ciudades costeras patagónicas, que también aumentaron su demografía y desarrollo industrial.
Volando en busca de víctimas
Según el doctor Bertellotti, el ataque de las gaviotas “es un comportamiento muy raro” que, en Chubut, se originó hace alrededor de 30 años. Llama la atención a los científicos que estas especies de gaviota y de ballena también están presentes en otras regiones, como en Sudáfrica, pero allí no se han registrado ataques como en el sur argentino.
“Al principio, teníamos la hipótesis de que era un comportamiento de unas pocas gaviotas especialistas. Pudo haber tenido un origen de este tipo, pero se propagó. Lo que pensamos es que es un comportamiento que se está generalizando. No significa que todas las gaviotas van a alimentarse de ballenas, sino que en algún momento las gaviotas van a probar y, si tienen éxito, van a seguir probando”, puntualiza el biólogo.
Por su forma de alimentarse, las gaviotas cocineras son oportunistas y generalistas. A diferencia de otras especies, estas aves tienen distintas formas de conseguir su comida. Pescan, cazan en la superficie, hacen pozos en la arena, roban, se alimentan mar adentro, en la playa y consumen carroñas. También son la especie más abundante en casi todos los basurales de las ciudades costeras.
La Península Valdés presenta dos golfos (San José y Nuevo) muy cerrados con estrechas bocas que forma una costa redonda, y por ende, las ballenas que mueren allí termina apareciendo en alguna de sus playas y se convierten en alimento de las gaviotas.
Además, al ser mamíferos marinos sin pelos, las ballenas están constantemente cambiando de piel (exfoliando). Entonces, al saltar, desprenden trozos de piel floja que atraen a las gaviotas. Actualmente, se estima que, cada año, unas 2.500 ballenas arriban a la Península Valdés entre los meses de julio y diciembre.
“Nosotros manejamos la hipótesis que, entre ambos comportamientos, el carroñero de comer animales muertos en la playa y el oportunista de pescar esos pedacitos de piel que se le desprenden a las ballenas después de los saltos, surgió el comportamiento de sacar pedazos de piel de las ballenas vivas antes de que se desprendan. Este comportamiento, tal vez inicialmente desarrolados por unos pocos individuos, luego se propagó por aprendizaje entre las gaviotas”, argumenta Bertellotti.
El científico destaca que el avistaje de ballenas en Península Valdés posibilita una experiencia única, muy emotiva, pero muchas veces se ve empañada por los ataques de gaviotas. “La gente se va con un sabor amargo cuando ve con impotencia cómo las gaviotas hostigan a las ballenas”, concluye el científico.