Estudian a los peces para evaluar la calidad del agua
Cuando se quiere conocer el nivel de perturbación de un acuífero se estudian el agua y los sedimentos, pero ahora los investigadores recurren a una metodología novedosa: el uso de los marcadores biológicos.
Agencia CTyS (Gaspar Grieco) - Científicos del Instituto Nacional de Limnología (INALI) del CONICET y de la Universidad Nacional de Litoral se proponen descubrir cuál es el estado de perturbación del Río Salado de Santa Fe utilizando biomarcadores en peces.
Un biomarcador es la respuesta celular, bioquímica o fisiológica de un organismo a un peligro potencial, que puede ser química, física o biológica. En el caso del Río Salado, se utilizaron peces de la especie Prochilodus lineatus (sábalo).
Según registros de varias investigaciones, el Río Salado se encuentra afectado por metales pesados como el cadmio, el plomo, el cobre y el cromo.
“Hay una respuesta bioquímica y fisiológica medida en los peces que demuestra que algo está pasando en varios sitios del río”, explica a la Agencia CTyS la Doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del CONICET, Jimena Cazenave, en referencia a las enfermedades sufridas por los sábalos producto de los tóxicos presentes en el lugar.
Más que salado, contaminado
La primera etapa del desarrollo de la investigación consistió en el muestreo de biomarcadores en sábalos de cuatro sitios del santafesino Río Salado. El primero está ubicado en la zona urbana de Santo Tomé, cerca de la desembocadura del río, y el segundo se encuentra aguas abajo del arroyo Cululú, en un área con una gran influencia industrial. Los otros dos sitios escogidos pertenecen a zonas agrarias de la localidad de San Justo y el norte provincial.
Según el paper que publicó el equipo de trabajo en la revista internacional Enviromental Pollution, la elección de los sitios de muestreo dependió del diferente uso de la tierra en zonas aledañas al río.
A partir de los resultados observados con los biomarcadores, el grupo actualmente se encuentra realizando monitoreos de compuestos tóxicos en agua, sedimentos y tejidos de peces, a fin de dilucidar qué tóxicos están presentes y en qué niveles. “Una vez obtenidos estos resultados, se podrá alertar a la población si los niveles de tóxicos en sábalos están por encima o por debajo de los niveles permitidos”, detalla Cazenave.
No quisiera ser un pez
Los sábalos utilizados en los cuatro sitios de muestreo, que fueron capturados y trasladados vivos al laboratorio, demostraron que la contaminación del agua es un hecho. El uso de biomarcadores, en tanto, resultó tan efectivo que los científicos observaron grandes diferencias en el estado de salud de los peces, según el área en donde fueron capturados.
Los peces provenientes del área urbana de Santo Tomé, fueron los que presentaron un mayor grado de estrés. “Esto se evidenció tras observar en su organismo altos valores de glucosa, gran cantidad de glóbulos blancos, mayor actividad de detoxificación, daño oxidativo y extensas partes afectadas con patologías tisulares”, puntualiza la investigadora. Por otro lado, los sábalos de los otros tres sitios también mostraron un cierto grado de estrés, pero no al mismo nivel que los muestreados en la zona urbana.
La investigadora explica que, luego de anestesiar y sacrificar a los peces se procede al estudio de la sangre y sus vísceras, que son conservadas inmediatamente a -80ºC. Cada órgano estudiado demuestra alteraciones en sus funciones vitales.
“A las branquias se les dice órganos de choque porque son el primer órgano que está en contacto con el medio, por eso es muy importante estudiarlas. El hígado, como en el hombre, es el principal órgano de metabolización de los compuestos, toda sustancia extraña que ingresa al organismo va a tratar de ser transformada para lograr su eliminación del organismo.”, concluye la científica.