"Es un acuerdo histórico, pero no hay compromisos concretos"
Gabriel Blanco, investigador del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, analiza el compromiso al que llegaron las naciones en la Cumbre del Clima en París. Advierte que todavía queda mucho por hacer y cuestiona las políticas llevadas a cabo en la Argentina en desarrollo y medio ambiente.
Del 30 de noviembre al 11 de diciembre, París fue la sede de la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático. Gabriel Blanco, ingeniero e investigador de la UNICEN, estuvo allí en calidad de investigador del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). El año pasado, el IPCC presentó un informe en el que concluía que el hombre es el principal responsable del calentamiento global y que si el aumento de temperatura superaba el umbral de los dos grados habría consecuencias devastadoras. Blanco fue autor coordinador del Grupo de Trabajo III de dicho informe.
Gabriel Blanco (especial para Agencia CTyS)- El acuerdo al que se llegó en la Conferencia Mundial del Clima (COP 21) es histórico, principalmente, por la cantidad de países que adhirieron y el hecho de que todos tienen ahora algún tipo de compromiso. Entre estos países está el grupo de naciones que más gases de efecto invernadero producen. Pero el acuerdo no es extraordinario en cuanto a su nivel de ambición o compromiso.
Si bien se logró crear un marco de cooperación para combatir el cambio climático, a la hora de mirar la letra chica no hay ningún compromiso contundente de parte de ningún país y no quedó expresada en números concretos la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. El acuerdo habla de no superar 2ºC de aumento de la temperatura media global y menciona que deberían hacerse esfuerzos para que no supere 1.5ºC; el problema es que las contribuciones presentadas por cada país para reducir las emisiones de gases, en su conjunto, no alcanzan para llegar a ese objetivo, con lo que se genera una suerte de contradicción.
En cuanto a financiación para los países en desarrollo, si bien se acordó lateralmente que se destinen 100 mi millones de dólares anuales a partir de 2020, no quedó expresado de esa forma en el acuerdo ni se aclara cómo se distribuirá ese monto ni que instrumentos se utilizarán par a que lleguen a los países en desarrollo, cuestión que suele generar discusiones y enfrentamientos.
La gran diferencia con respecto a otras reuniones fue que en esta había un acuerdo previo entre los dos países que más gases de efecto invernadero producen, China y Estados Unidos. Firmado hace un año en la reunión entre sus presidentes, ese acuerdo fue una especie de “no agresión mutua”, donde ambos se comprometían a hacer lo que podían. Esto permitió destrabar la negociación en París: tanto China como Estados Unidos habían sido dos de los grandes oponentes que hacían que todo fuera más dificultoso. En esta Conferencia, ambos estuvieron relativamente “tranquilos”.
Lo que viene a partir de ahora es lo más difícil. En principio, se pidió a todos los países que para el 2018 vuelvan a presentar nuevas contribuciones, en lo posible más ambiciosas, para reducir los gases de efecto invernadero. Se espera que en el transcurso de los próximos años, cuando cada país empiece a ejecutar sus planes pueda repensarlos y mejorarlos, para poder estar más cerca del objetivo de no pasar de 2ºC, y si es posible no superar 1,5ºC de aumento de temperatura.
Los desafíos de Argentina
En el medio de la Conferencia en París hubo un cambio de Gobierno en la Argentina y la delegación no siguió participando tan activamente por respeto a las nuevas autoridades las cuales podían tener posiciones diferentes a las llevadas hasta ese momento. Más allá de esta cuestión, Argentina va a tener que repensar qué quiere hacer con su propio desarrollo, porque en algunas cuestiones está a contramano de la situación a nivel general y de lo que se requiere para hacer frente al cambio climático y a las problemáticas ambientales en general.
Hay una mirada histórica en el país en la que se postulan dos caminos supuestamente antagónicos: el desarrollo o el cuidado de los recursos naturales. Esta dicotomía, además de ser obsoleta, es totalmente falsa. Y el replanteamiento en cuanto a este tema no es sólo para cumplir con un acuerdo internacional, sino también para mejorar la calidad de vida puertas adentro. Hay ciertas políticas que tienen efectos negativos, como el monocultivo de soja, la megaminería, las megarepresas hidroeléctricas y el petróleo no convencional. Es necesario repensar la diversificación de la producción, repensar el transporte, el tema energético, para empezar a transitar un sendero de desarrollo más sano y sustentable.