Entre los misterios de la mente y la computación
Un grupo de investigación de la UBA desarrolla técnicas computacionales que pueden distinguir patrones inherentes al pensamiento humano en los discursos y ayudar a los médicos. Un cruce entre neurociencias con la informática que abre fronteras.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS)- Estudiaron millones de movimientos de partidas de ajedrez (sí, leyó bien, millones). Luego analizaron, de forma exhaustiva, los discursos en obras clásicas, como la Ilíada o la mismísima Biblia, para terminar con el estudio de los discursos de pacientes esquizofrénicos y de consumidores de éxtasis.
¿Cuál es el hilo conductor entre estas, aparentemente, inconexas tareas que llevaron a cabo investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA? La respuesta está en el cruce de dos disciplinas como la neurociencia y la informática. Si por separado son útiles, en conjunto potencian los conocimientos que se pueden alcanzar en materia de mente y computación.
“Lo que nos preguntamos nosotros es lo que se preguntaban los grandes genios hace 50 años: cómo podemos hacer para que las computadoras piensen, para que sientan algo, para que procesen información”, destaca Fernández Slezak, doctor en Ciencias de la Computación, investigador del CONICET y líder del equipo.
En efecto, uno de los primeros que intentó develar este complejo interrogante fue Alan Turing, considerado padre de la computación y llevado recientemente a la pantalla grande en El código enigma. “Turing publica un paper titulado Computacion and Intelligence en la revista Mind (Mente), lo cual indica cuán relacionadas estuvieron la neurociencia y la informática, desde sus orígenes”, apunta el científico.
A través de las distintas etapas de análisis, la investigación busca entender los procesos del cerebro humano para aplicar estos mecanismos a los desarrollos de las computadoras, a la vez que entender el comportamiento humano en la toma de decisiones en distintas situaciones.
Las estrategias mentales, al tablero
La primera etapa de la investigación estuvo concentrada al análisis de partidas de ajedrez, a través, desde luego, de las computadoras. La selección, según Fernández Slezak, obedeció a que se trataba de un repositorio de datos sencillo, con reglas claras y con mucha literatura previa.
En base a estos exámenes y con el apoyo de diversas teorías psicológicas, los investigadores pudieron determinar la aparición de distintas actitudes del jugador, que dependían de las intenciones de ganar o evitar perder.
“Todas estas estrategias –relata Fernández Slezak- respecto a las posturas y predisposiciones a jugar de forma más agresiva o más conservadora pudimos analizarlas a partir de los análisis cualitativos de millones de jugadas. De cómo cada jugador se posicionaba de acuerdo al oponente que tenía enfrente”.
El siguiente paso de la investigación consistió en el análisis de textos, que representaba un salto cualitativo y un gran desafío. En ese sentido, fue clave la construcción de una máquina de Google que convierte a texto millones de libros de todas las épocas y que les proporcionó un repositorio amplio y diverso.
En esta etapa, el equipo de investigación se propuso cuantificar la teoría del psicólogo Julian Jaynes, quien a través de su concepto “bicameralidad” proponía una evolución de las cámaras cerebrales, las cuales habrían empezado a sincronizarse y a tomar decisiones en conjunto. “Si la teoría de Jaynes fuera correcta, habría una evolución en la conciencia a lo largo del tiempo, que se podría apreciar en las obras escritas. Y eso es lo que fuimos a buscar”, especifica el investigador.
Con ese interrogante como objetivo, el equipo de investigación utilizó técnicas computacionales para medir y analizar el concepto de introspección en obras como la Ilíada, la Odisea y la Biblia.
“James afirmaba que el estilo literario no refleja otra cosa que un cambio en la mente humana, un cambio psicológico o cultural. Si en una obra el protagonista escuchaba voces que lo obligaban a actuar, de un modo casi esquizofrénico, en la otra el personaje es un ser que reflexiona y que toma decisiones conscientes. Allí se puede ver la diferencia”, destaca el especialista.
La importancia de estos descubrimientos radicó en que lo que James decía encontrar en los documentos a partir de la lectura, el equipo de investigación de Fernández Slezak pudo cuantificarlo a partir de la lectura de una computadora. “Sin haber leído nunca ni la Ilíada ni Odisea, pudimos llegar a las mismas conclusiones que este psicólogo”, subraya el investigador.
Del éxtasis a la esquizofrenia
Luego de estos avances, investigadores de Nueva York que habían trabajado con grupos de pacientes que consumían éxtasis contactaron al equipo de Fernández Slezak con la propuesta de trabajar en conjunto. “Tenían varias entrevistas hechas a los pacientes y nos consultaban si podíamos analizarlas, con el objetivo de encontrar patrones”, detalla el especialista.
Así como antes habían “calibrado” las técnicas computacionales para detectar la introspección en los textos, los investigadores tenían ahora el desafío de detectar entre pacientes que habían consumido éxtasis y los que habían consumido placebo. “Buscamos conceptos asociados a los efectos de esa droga, como la hiperexcitación, el aumento de la empatía, la extroversión, etc. Y pudimos describir con efectividad todos los casos”, apunta.
De forma simultánea y análoga, trabajaron con investigadores de Brasil, que tenían como grupo de estudio pacientes con esquizofrenia y bipolaridad. “Ese fue un reto mucho más complejo. A partir del análisis computarizado del discurso de ciertos pacientes, debíamos analizar cuántos de los pacientes que se acercaban a una guardia psiquiátrica podían tener un episodio de esquizofrenia en el futuro”, relata.
En base a los análisis, detectaron seis casos que cumplían con ciertos requisitos, lo cual obligaba a los médicos a estar en alerta. La predicción tuvo un 100 por ciento de efectividad. “Desde luego-aclara Fernández Slezak-, esto no significa que tengamos una máquina que hace diagnósticos a futuro, sino que simplemente se trata de un índice que parece ser muy preciso. Encontrar evidencia en datos que parecían perdidos es todo un estímulo”.
El investigador aduce además que, cómo el proyecto tiene un plazo de 20 años, todo lo que se obtiene hasta ahora son resultados preliminares. “No hay que olvidarse de que el que toma la decisión no es una computadora, sino el médico. Nunca una computadora podrá reemplazar a una persona, pero si aporta más datos para ayudar al profesional a tomar una decisión, será más que positivo”, concluye.