Entender las playas del pasado para predecir las del futuro
Investigadores del CONICET analizan la evolución de las playas fósiles para comprender fenómenos actuales y generar modelos predictivos que permitan visualizar las modificaciones que podrían presentar los ambientes costeros. El manejo sustentable, una de las claves para su preservación.
Marianela Ríos (Agencia CTyS - UNLaM) - El sol, el mar y la arena son sinónimo de vacaciones y meses estivales. Sin embargo, son cada vez más las personas que deciden asentarse en ciudades costeras. Este incremento de la densidad poblacional tiene sus consecuencias y, en un contexto de cambio climático, poder entender la dinámica de las playas, resulta imprescindible.
“Hoy en día, la playa forma parte del lugar donde habitamos los seres humanos. La población mundial está tendiendo a incrementarse en las zonas costeras, por eso es fundamental evaluar el impacto que generamos en esos ambientes, y, para eso, necesitamos entenderlos”, introduce Manuel Isla, doctor en Ciencias Naturales e investigador del CONICET, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
Entenderlos implica viajar millones de años atrás, estudiar lo que se conoce como playas fósiles o del pasado. Se trata de aquellas que, actualmente, se encuentran preservadas por modificaciones en el nivel del mar o por la elevación natural del terreno. De su evolución, se pueden comprender fenómenos actuales e, incluso, prever cambios a futuro.
“Las playas del pasado tienen algo muy útil que es la preservación. La arena que estaba en ese momento, hoy en día se convirtió en una roca sólida que puede estar en el subsuelo o en una superficie completamente preservada. Entendiendo cómo se conservó eso es que, probablemente, podamos empezar a entender qué se va a preservar de las playas que vemos actualmente”, explicó Isla.
Esos cambios no son inmediatos. Según explica el investigador del CONICET, muchas veces hay modificaciones que se creen definitivas porque pueden estar 10 años en el mismo estado, pero ese periodo en la escala del tiempo geológico es solo un instante: “Hay sedimentos que se están moviendo hoy, pero hay un proceso que va a movilizar todo eso y de acá a 100 años puede quedar algo o nada”.
La huella que cambia las reglas
Las playas del pasado cuentan con una gran ventaja para su estudio: la ausencia del ser humano. Los procesos naturales fueron los únicos responsables de los cambios que se produjeron. En la actualidad, no ocurre lo mismo. Las actividades antrópicas generan un gran impacto en los ambientes costeros y muchos fenómenos que se producen tienen su origen en esa intervención.
Para Isla, los ambientes naturales, sobre todo las playas, tienden a encontrar un equilibrio. El problema es que la acción de las personas sobre estos lugares puede acelerarlo o impedirlo. Un ejemplo de ello, es la instalación de carpas. “Hay una cuestión cultural que tenemos con esto de ir a la playa con la carpa, para poder estar más horas, que es antinatural porque uno está cubriendo zonas que deberían estar liberadas para que el sedimento pueda moverse según el viento y las olas”, precisa.
En ese sentido, las construcciones de cemento cercanas a la costa también impactan negativamente sobre el ambiente. “Tal vez uno cree que al estar apartadas y no arriba de la playa, no afectan, pero toda la playa es un concepto mucho más amplio que el mar y la arena. Esto, incluso, implica un problema mucho más grande que la instalación de carpas que son más livianas”, alerta.
Por ello, la clave para pensar en su preservación es el manejo sustentable. Según el doctor en Ciencias Naturales, este concepto tiene que ver con “aprovechar el ambiente natural y sus recursos sin modificarlo de una manera que sea irrecuperable”. El desafío, sostiene, es generar modelos predictivos que vayan en esa línea.
Del dicho al hecho
El estudio de la dinámica de las playas permite crear conjeturas de lo que podría ocurrir, pero también de lo que se podría evitar. Por ese motivo, pasar de la teoría a la práctica es fundamental. “Desde nuestro conocimiento la idea es aportar a que se evalúen ciertas medidas, que son a prueba y error. Quizás la estructura que es más eficiente desde lo teórico es poco práctica para los fines que nosotros usamos la playa”, reconoce.
Dentro de esas metodologías que se están evaluando, Isla destaca una: las escolleras. Son estructuras compuestas por bloques de piedra en forma de cordones que, generalmente, se colocan de manera perpendicular a la costa: “Esto lo que hace es interrumpir la deriva de los sedimentos, haciendo que queden atrapados y, por ende, se empiecen a acumular. Por eso hay muchas playas que presentan una gran acumulación de arena solo de un lado, generando problemas de erosión y retrocesos”.
Según el investigador, actualmente se están empezando a implementar otras “ideas más novedosas”, como colocar rompeolas en forma paralela a las playas, lo que hace que siga funcionando como barreras pero sin interrumpir la migración lateral de sedimentos. “De esta manera, atenúa un poco la acción de la ola para que no se lleve tanto la arena. La ciencia está para tratar de minimizar los efectos y, en ese sentido, intentamos aportar desde nuestro conocimiento para prever lo que puede o no pasar”, concluyó.