Hito para la ciencia local: ANMAT aprobó la primera vacuna contra el COVID hecha íntegramente en el país
El anuncio fue realizado en el mediodía del miércoles por autoridades nacionales, de la UNSAM, investigadoras que lideraron el proyecto y representantes de la red público privada que financió la iniciativa. La vacuna “ARVAC Cecilia Grierson” estará lista para ser inoculada como vacuna de refuerzo contra COVID-19 en mayores de 18 años, al estar demostrada tanto su seguridad como su enorme eficacia.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- Lo que en los primeros meses de la pandemia parecía una quimera total, hoy ya es realidad y se convirtió en un enorme hito para la ciencia argentina: el Salón Malvinas Argentinas, en el Polo Científico Tecnológico, fue testigo de la emoción y el orgullo de la comunidad científica al anunciar la aprobación, de parte del ANMAT, de la primera vacuna contra el COVID 100 por ciento argentina, llevada adelante por la Universidad Nacional de San Martín y con un enorme apoyo del Estado.
La vacuna argentina “ARVAC Cecilia Grierson”, de este modo, estará lista para ser inoculada como vacuna de refuerzo contra COVID-19 en mayores de 18 años. El desarrollo, además de la UNSAM, fue liderado por el CONICET y el Laboratorio Cassará, quienes conformaron una red público-privada con más de 600 científicos y profesionales pertenecientes a 24 instituciones del país.
“Es, sin dudas, un día histórico para la ciencia argentina. No solo va a implicar ofrecer una respuesta a las necesidades locales, sino, también, un paso enorme en el campo de las exportaciones y la posibilidad de transferir esta tecnología a otro tipo de vacunas”, celebró, en la apertura de la conferencia, el titular del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus.
El funcionario, además, resaltó el trabajo articulado entre todos los actores públicos y privados para llevar a cabo la innovación y ponderó el respaldo estatal para llegar hasta este escenario. “Hablamos no solo de la primera vacuna argentina contra el COVID, sino también la primera de la región. Es un enorme orgullo, pero hay que tener en cuenta que, al principio del camino, el resultado era totalmente incierto. Lo cual habla de lo importante que es que el Estado invierta durante mucho tiempo en investigación básica, dando lugar a este tipo de resultados”, subrayó.
La investigadora del CONICET y líder del equipo de trabajo, Juliana Cassataro, destacó especialmente la labor colectiva que implicó el desarrollo de la vacuna. “El virus del COVID llegó para quedarse. Continuamente vamos a necesitar nuevos refuerzos ante estas variantes. A partir de esta innovación, que supuso el trabajo y el enorme sacrificio de muchísima gente, vamos a poder tener una herramienta y una respuesta local que, ojalá pueda servir también para futuros desarrollos”, puntualizó.
Respecto a los objetivos, Cassataro explicó que la vacuna argentina podrá ser usada para refuerzos de otras vacunas. “El gran problema con el coronavirus es que el virus hace cambios y mutaciones, que hace que la respuesta inmune que uno había generado no sea tan efectiva contra las nuevas variantes. Con los ensayos preclínicos, en la fase 1 del proyecto, habíamos podido demostrar, en 80 individuos voluntarios, que nuestra vacuna inducía una buena respuesta de anticuerpos neutralizantes”, compartió.
Estos anticuerpos, explicó, son los que impiden que el virus ingrese al sistema. En los ensayos de fase II/III se probaron tres fórmulas de la vacuna: dos monovalentes y una bivalente. Las tres demostraron ser seguras y eficaces en 2014 voluntarios. Actualmente, ANMAT autorizó el registro de la versión bivalente para mayores de 18 años, pero en un futuro podría autorizar también las otras versiones monovalentes.
Los resultados, según explicó Cassataro, demuestran que las tres versiones de vacuna son seguras y con baja reactogenicidad (efectos adversos reportados muy leves). El indicador de que ARVAC indujo una mayor protección es el factor de seroconversión, que alcanzó un 90 por ciento en el caso de la versión bivalente. En este sentido, el aumento en la cantidad de anticuerpos fue de entre 10 y 16 veces mayor que antes de aplicar la vacuna.
Respecto a la seguridad, la investigadora expresó que, hasta la fecha, no se notificaron eventos graves. “Todo lo reportado es típico: inflamación en el brazo, muy pocos tuvieron fiebre, ninguno tuvo que suspender el esquema de vacunación por razones de seguridad”.
Por su parte, la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, destacó la posibilidad de tener una herramienta segura, eficaz y de calidad, que permitirá “sustituir importaciones y empezar a exportar”. También recordó la experiencia de otra vacuna argentina, contra la Fiebre Hemorrágica argentina.
“Esa innovación fue resultado de un proceso de investigación junto a Estados Unidos, una vacuna argentina contra una enfermedad argentina, a partir de un fuerte trabajo del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas ‘Dr. Julio Maiztegui’. Cuando llegamos al Gobierno, estaba interrumpida la producción pero, con mucho esfuerzo y en plena pandemia, se pudo reiniciar ese proceso”, recordó, al tiempo que celebró el círculo virtuoso y la retroalimentación entre actores como el CONICET, las universidades públicas y el intercambio con el sector privado.
Orgullo argentino
A la doctora Lorena Coria, investigadora del CONICET e integrante del equipo que logró la proeza, la noticia de la aprobación de la ANMAT le llegó del otro lado del mundo, presentando resultados justamente sobre la vacuna en un congreso científico en Barcelona.
“Es un logro muy emocionante para todo el equipo, producir una vacuna desde cero en el país es un hito para toda la población- expresó, vía Whatsapp, a la Agencia CTyS-UNLaM-. Y se logró gracias a la acción coordinada de muchas instituciones que han participado tanto del ámbito privado y público, demostrando que, cuando hay un objetivo común, se puede hacer la diferencia. Y hoy somos unos de los pocos países que han producido su propia vacuna para COVID-19. Personalmente es un orgullo formar parte de este equipo”, celebró.
Además, la doctora en Ciencias Biológicas expresó que, “en el mundo científico ya se está hablando de la próxima pandemia y cómo nos preparamos para ella a partir de la experiencia con SARS-COV-2. En ese sentido tener capacidad local construida va a ser fundamental”.
Por su parte, Agostina Demaría, integrante del proyecto y con tareas en los ensayos preclínicos, destacó que fue un esfuerzo enorme a nivel colectivo. “Cuando me sumé, había un equipo muy bien armado, tirando para adelante. El nivel de articulación y de colaboración tal vez no se llega a dimensionar, pero es verdaderamente importante”, valoró, al tiempo que compartió la alegría y la emoción del equipo al enterarse de la aprobación del ANMAT.
“Se culminó el esfuerzo de muchos años. Y habla también de la importancia de la educación pública, de la inversión del Estado en ciencia. Se ve el ejemplo de un producto concreto, pero también el rol esencial del CONICET para apoyar la ciencia básica y a todas las líneas de investigación”, cerró, por su parte, Linéia Prado, becaria doctoral y también parte del equipo.