El trabajo que antecede al huracán
Detrás de cada respuesta a eventos que ponen en alerta al territorio bonaerense se encuentra la Dirección Provincial de Riesgos y Emergencias. ¿Cómo se identifican y analizan los fenómenos que pueden constituir una amenaza para la población? ¿Qué canales se utilizan para llegar más rápido? ¿Hay fake news meteorológicas? Las respuestas de una gestión integral que apunta a la acción, pero también a la prevención.
Marianela Ríos (Agencia CTyS-UNLaM)- Reza el refrán “al mal tiempo, buena cara”, pero el trabajo de disminuir las condiciones de riesgo de desastres en la provincia de Buenos Aires, la posible pérdida de vidas humanas y los costos asociados a catástrofes y emergencias conlleva mucho más que eso. La Dirección Provincial de Riesgos y Emergencias es un organismo que depende de la Subsecretaría de Emergencias del Ministerio de Seguridad bonaerense, y, desde allí, se implementan mecanismos que contemplan el conocimiento del riesgo, su reducción y mitigación, brindando información a los usuarios para la toma de decisiones a nivel provincial y municipal.
“Hay un largo recorrido entre que se toma un dato meteorológico y esa información llega luego al usuario final. Esa etapa de cierre se conoce como ‘el último kilómetro’, una terminología que tienen los organismos internacionales para hacer referencia a ese momento en el que llega la información y que puede marcar la diferencia entre que se tome una decisión u otra. Hoy en día es donde más se está trabajando porque justamente ahí se identifican las mayores fallas”, explica el director del organismo, Daniel Anaya, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
La Dirección está integrada por tres áreas de trabajo principales enfocadas en el Análisis y reducción de riesgos, la Coordinación de emergencias y la Información y monitoreo de alertas y emergencias. Allí trabajan de manera articulada 30 personas, entre ellas, cuatro meteorólogos, dos especialistas en Sistemas de Información Geográfica y operadores de monitoreo, que analizan la información relevante y la comunican a tres usuarios particulares: Bomberos voluntarios, Defensa Civil y la Comisión Provincial de Guardavidas.
Este nexo, explica Anaya, es de suma importancia debido al exceso de datos que circulan en torno a lo meteorológico. “El problema que hay actualmente es que sobra información y faltan profesionales calificados para poder filtrarla en base a las necesidades de ese usuario. Hay miles de aplicaciones para consultar, pero nosotros trabajamos con los lugares específicos y nos comunicamos vía WhatsApp, para que sea lo más inmediato posible”, precisa.
Los incendios en la provincia de Corrientes, ocurridos en el mes de enero y febrero, implicaron esa coordinación, ya que varias dotaciones de Bomberos de la Provincia de Buenos Aires viajaron a combatir las llamas. El operativo de despliegue del personal estuvo a cargo de la Dirección Provincial de Defensa Civil, con la que articularon varias acciones, entre otras instituciones.
“Fue la máxima expresión de nuestra labor desde el punto de vista meteorológico. Ahí, nuestro trabajo pasó por el procesamiento de imágenes satelitales. Necesitaban saber, por ejemplo, si iba a haber una rotación abrupta del viento o no, y eso no sale en ningún pronóstico. Solo lo puede hacer una persona abocada a mirar esa región”, enfatiza.
Conocer el territorio
La base de la gestión de emergencias es el conocimiento del riesgo y, en esa línea, el trabajo territorial es uno de los pilares. El mapeo de barrios, el contacto con las comunidades vulnerables y las mesas de gestión de riesgo a nivel municipal y provincial, integran las tareas que se llevan adelante para mejorar las políticas preventivas que se articulan con el sector científico y académico para la investigación aplicada.
Fruto de esas tareas y en el marco del proyecto "Anticipando la crecida", del que participan el CONICET, el Instituto del Agua y el Instituto Geográfico Nacional, recientemente se colocó una regla de medición de inundaciones en ambos márgenes del Arroyo Morales en Virrey del Pino y González Catán, partido de La Matanza, referenciándola geográficamente para que los vecinos puedan monitorearla.
“La idea es hablar con ellos y capacitarlos para generar una preparación en la comunidad ante una posible emergencia como son las inundaciones, los incendios domésticos, frecuentes en la época invernal o, en verano, las muertes en las tosqueras. Hay que salir del paradigma de la respuesta cuando la emergencia ocurre y pasar a conocer las amenazas para poder reducir ese riesgo”, destaca.
También cuentan con dos pilotos de drones que llevan adelante relevamientos de masa forestal y condiciones de suelo y arbolado, con el objetivo de alertar a los municipios de alguna situación de riesgo para que planifiquen e implementen acciones preventivas. “Son este tipo de situaciones en las que tenemos que actuar todos los organismos de manera coordinada”, insiste.
Alerta: lluvia de fake news y sequía de especialistas
Así como en diferentes medios o redes sociales circula información errónea sobre noticias del ámbito político, económico o social, esas plataformas también son el lugar donde se puede hallar información falsa sobre fenómenos climáticos. Una foto de un tornado que nunca ocurrió o advertencias sobre estaciones con temperaturas extremas son algunas de las fake news más repetidas. Informarse por canales oficiales y chequear lo que aparece en las diferentes plataformas es crucial.
“Nuestro trabajo con el SMN, en este aspecto, es permanente . Hay una noticia sobre que ‘este va a ser el invierno más frío de los últimos 10 años’ que se difunde siempre. Y nos contactan hasta de empresas de servicio eléctrico para consultarnos si es verdad. Ahí les brindamos la información oficial que, en este caso, es todo lo contrario: se estima que sea más cálido de lo normal”, pronostica.
La circulación asidua de información meteorológica cercana y confiable depende, también, de la propagación de oficinas oficiales y profesionales capacitados a lo largo y ancho del país. Sin embargo, dos de los grandes desafíos que encuentra esta área es la falta de ambos.
“No tenemos una estructura de recursos humanos acorde a las dimensiones y necesidades de nuestro territorio, porque los meteorólogos somos muy pocos, las instituciones muy pequeñas y están todas centralizadas en las grandes ciudades. Eso hace difícil la llegada a esos usuarios que están en el interior del país”, reconoce.
Para Anaya, la falta de profesionales se debe a varios motivos y es la clave para avanzar en una política expansiva. “Si bien la matrícula ha crecido, las carreras -que se dictan en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de los Comechingones- no tienen mucha difusión, las fuentes de trabajo también son pocas y los sueldos bajos. Es muy desproporcionada la inversión que se hace en recursos tecnológicos con relación al humano. Hay que llegar a todo el territorio. Si logramos eso, seguro también habrá personas que quieran ocupar esos lugares”, concluye.