Plantan en Buenos Aires un retoño del célebre manzano de Isaac Newton
Se trata de un gajo del histórico árbol, aún conservado en Inglaterra, que inspiró al físico inglés a formular su teoría de la gravitación universal. El manzano fue injertado en el Parque de las Ciencias, en el Polo Científico Tecnológico.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- En una cálida y amena ceremonia, autoridades de ciencia y tecnología, acompañados de un entusiasta y variado público que se congregó en el lugar, plantaron un retoño del que fuera el célebre manzano de Isaac Newton, aquel ejemplar que pasó a la historia por convertirse en inspiración para que el reconocido físico formulara su teoría de la gravedad.
Se trató de parte de los festejos por el Día del Investigador y la Investigadora Científica, celebrado este 10 de abril en conmemoración del nacimiento de Bernardo Houssay, primer Nobel latinoamericano en ciencias. El evento, realizado en el Polo Científico Tecnológico de Buenos Aires, fue el resultado de una organización colectiva llevada a cabo por el CONICET, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, el Centro Cultural de la Ciencia y la CNEA.
No será el primer clon de aquel viejo manzano que crezca y dé sus frutos en el país. Desde hace más de 40 años ya existe uno en el Centro Atómico de Ezeiza, otro en la sede central de la Comisión Nacional de Energía Atómica y uno más en el Instituto Balseiro, en la sureña ciudad de San Carlos de Bariloche.
Fue justamente Guillermo Abramson, investigador del CONICET con sede de trabajo en el Balseiro, quien brindó una breve charla de cómo el árbol, lejos de ser una mera leyenda, tuvo y tiene una existencia real. Más aún, al tratarse de un gajo, se lo considera no como un descendiente, sino una copia perfecta -de allí considerarlo un clon- del viejo árbol de Newton.
“Debemos remontarnos hacia 1665, cuando, al igual que nos pasó recientemente, una fuerte epidemia azotó a Inglaterra- inició su charla Abramson, doctor en Física-. Como parte de las medidas preventivas, la Universidad de Cambridge, de la que por ese entonces un muy joven Isaac Newton se acababa de graduar, cerró sus puertas. A Isaac no le quedó otra que alojarse en la finca de su madre, hasta esperar que pasara la peste”.
De acuerdo a los relatos históricos, al físico se le ocurrió la idea de la gravitación universal cuando vio cómo una manzana caía de forma vertical. “Fue un momento revolucionario, porque Newton pensó que, si una fuerza podía hacer caer a la manzana de ese modo, tal vez esa misma fuerza podría extenderse en el Universo y llegar hasta la Luna, evitando, por ejemplo, que la Luna se saliera de su órbita”, continuó Abramson.
El concepto, explicó el científico del Balseiro, implicó la primera de las grandes unificaciones que tuvo la Física en su historia, al vincular los movimientos terrenales con los celestiales. A partir de ahí, seguirían largas horas para desarrollar las leyes de gravitación universal, el cálculo infinitesimal y la revolución de la óptica y la mecánica, entre otras.
Contó Abramson que la anécdota de la manzana y el árbol fue narrada por el mismo Newton a una gran cantidad de conocidos y parientes suyos, entre ellos su sobrina favorita, Katherine Barton, y que luego fueron muchos los que pusieron esa historia en un papel. Ya en vida, aseguró el investigador del CONICET, el físico inglés gozaba de una notable popularidad, por lo que la gente de distintos lugares se acercaba hasta aquella finca para conocer el famoso árbol.
“Los paisanos les mostraban a los visitantes un árbol que estaba en el jardín frente a la casa. Un manzano que se podía ver desde las ventanas de las habitaciones- continuó Abramson-. Esa tradición de mostrar el árbol se mantuvo hasta 1814, cuando el viejo manzano fue arrancado por una fuerte tormenta”.
Pese a aquel incidente, el manzano original no murió. “Hay dos dibujos de esos años que lo muestran totalmente volteado, con el tronco sobre el piso y follaje nuevo saliendo del manzano. Hay evidencia de que el mismo árbol existe y es uno de los árboles históricos y más protegidos del Reino Unido, con la casa hecha un museo”, aclara Abramson.
Retoños por doquier
Con la llegada del siglo XX, se empezaron a hacer reproducciones de aquel manzano. En 1979, quien fuera por ese entonces presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Carlos Castro Madero, se enteró, en un viaje laboral por Inglaterra, que se podían conseguir retoños del árbol y que se podían plantar en instituciones científicas.
“Al volver a Buenos Aires, Castro Madero inició los trámites para que Argentina tuviese el propio. Desde Inglaterra siempre tuvieron la mejor predisposición: mandaron varios gajos y pidieron que lo recibiera un equipo de profesionales, para poder cuidarlos y adaptarlos al clima y a las condiciones ambientales locales”, relató Abramson. El retoño fue plantado, finalmente, en el invierno de 1980.
El nuevo lugar en el que está el árbol en el predio del Instituto es cerca de la Dirección -antes se encontraba cerca de la tumba de José Antonio Balseiro-. “En verano se llena de follaje y de flores. Al finalizar la estación, para marzo, podemos empezar a cosechar estas manzanas -explicó el físico, con una de ellas en la mano-. Es una variedad chiquita, llamada Flower of Kent, muy utilizada para cocinar tartas o para hacer mermeladas”.
Luego del racconto histórico, la doctora Adriana Serquis, presidenta del CNEA, expresó su deseo de que, debajo de la flamante plantación, “haya, en el futuro, más chicos y chicas sentados, pensando ideas nuevas y queriendo ser investigadores”.
La CNEA, recordó Serquis, “tiene la misión de trabajar para mantener a la energía nuclear con fines pacíficos e investigar otras temáticas como salud, ciencias agronómicas y ambiente, entre otras”, al tiempo que ponderó la posibilidad de que tanto el organismo como el CONICET continúen trabajando de forma colaborativa y colectiva.
Por su parte, la presidenta del CONICET, la doctora Ana Franchi, también celebró la presencia del manzano en el predio del Parque de las Ciencias y se esperanzó con la idea de los niños a sus pies, inspirándose para hacer ciencia.
“En Argentina tenemos muchísimas líneas de trabajo, en muchas universidades. Fíjense todo lo que nos pasó en pandemia y cuánto trabajo hubo de los científicos de distintas disciplinas- remarcó Franchi, dirigiéndose, en especial, a los más chicos entre el público-. Esas personas, científicos hoy, fueron alguna vez niños, que vieron algún experimento o algún hecho en particular y se impresionaron. Necesitamos más árboles como este, más museos y más actividades que los inspiren, porque la ciencia los está esperando”.
En el cierre, el titular de la cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus, recordó que “nada hubiera avanzado en la historia de no ser por la gente curiosa”. “En el campo de la sociología, en torno a la educación, se suele ver que los principales científicos son los chicos, que son los que tienen todas las preguntas y curiosidades para hacer. Pero algo pasa en las escuelas, que hace que se destruya esa curiosidad y se pase a aprender de memoria, cuando lo fundamental son las preguntas”.
Filmus también recordó una cita de Bernardo Houssay, quien decía que “los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico, y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen”. “En Argentina, buscamos que haya cada vez más científicos y más desarrollo, porque será lo que nos dé soberanía. Crear conocimientos para que estén al servicio del país, tal como pasó en la pandemia”, concluyó.