"Las vacunas siempre ofrecen mejores soluciones que problemas"
Mario Lozano, investigador del CONICET y referente en el campo de la virología, destacó la importancia de alcanzar un alto porcentaje de población vacunada para evitar posibles rebrotes de coronavirus. Además, analizó la llegada de la variante Delta al país y subrayó la seguridad de las vacunas disponibles.
Nicolás Camargo Lescano y Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)- En pleno proceso de vacunación, con numerosas gestiones para obtener vacunas y con un ritmo de aplicación que creció durante junio, Argentina logró, en estos días, llegar al 50 por ciento de la población con al menos una dosis, lo que, según los especialistas, es clave para evitar futuros brotes de COVID-19.
“Es muy importante entender que todos debemos ser partícipes activos en la lucha contra el coronavirus. Colaborar con la campaña de vacunación no sólo es un medio de protección individual -porque los vacunados evitan las formas más graves de la enfermedad-, sino que también es un medio de protección colectiva”, resaltó a la Agencia CTyS-UNLaM Mario Lozano, investigador adjunto del CONICET.
Doctor en Ciencias Bioquímicas, docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y con una enorme trayectoria en el campo de la virología molecular, Lozano analizó, en esta entrevista, la campaña de vacunación realizada en el país, la inmunidad generada por las vacunas y el nivel de seguridad de las mismas.
¿Qué análisis hace de la campaña de vacunación que se está realizando en Argentina?
En el último mes, el Gobierno Nacional consiguió una cantidad importante de dosis que permitieron ampliar la velocidad de vacunación. De acuerdo a cálculos previos, alrededor de dos millones de vacunas por mes era una excelente velocidad. Actualmente, estamos casi duplicándolo. De seguir así, vamos a estar mucho mejor preparados para el aumento de casos que supondría la llegada de la variante Delta, que posee mayor capacidad de contagio. Incluso en aquellos países que tenían una gran tasa de vacunación, como, por ejemplo, Israel y Gran Bretaña, comenzó a producirse una nueva ola por esta variante. Por eso es importante que todos entendamos que hay que cumplir estrictamente las medidas que se están pidiendo.
¿Qué lecciones o aprendizajes nos deja la experiencia de Gran Bretaña?
El caso de Gran Bretaña es paradigmático. Tenía a la mitad de la población vacunada con dos dosis, y solo mil casos diarios, hasta que la llegada de la variante Delta hizo subirlos a más de 10 mil o 20 mil por día. Sin embargo, la cantidad de fallecimientos no aumentó en la misma proporción, lo que implica que la vacunación está funcionando y muy bien. Si bien hubo algunos fallecidos, la cifra es muy baja y es un porcentaje normal en estos procesos. Hay que entender que no existen tecnologías cien por ciento seguras y, sobre todo, cuando, por ejemplo, se trata de personas que están muy en contacto con cantidades grandes de virus, o personas que son malas respondedoras a la protección de la vacuna.
De acuerdo a la evidencia científica, ¿cuánto tiempo de inmunidad generan las vacunas que se están aplicando actualmente en el mundo?
Hay que seguir realizando estudios, pero, en general, es un proceso que dura mucho tiempo. En el caso de las vacunas contra la gripe, por ejemplo, tenemos que repetirlas todos los años. Esto no es porque la inmunidad de esas vacunas se pierda inmediatamente, sino porque el virus de la gripe cambia tan rápidamente que hace que la protección de las vacunas del año anterior no sea útil este año. Los coronavirus cambian, pero no tanto, así que es probable que la inmunidad dure un poco más de un año.
¿Qué ventajas/beneficios implicaría que un gran porcentaje de la población esté vacunada?
Cuando tengamos vacunados y protegidos a alrededor del 75 por ciento de la población, vamos a conseguir lo que se llama “inmunidad de rebaño”. Esto significa que, por más que ingrese un nuevo virus al territorio, le va a costar muchísimo generar un brote, porque le va a resultar difícil encontrar individuos susceptibles. Además, aunque algunos puedan contagiarse, la generación de un brote necesita que haya mucha gente en condiciones de ser infectadas, situación que no sería posible en ese caso. De esta forma, nos protegemos todos, incluyendo a las personas que no pueden vacunarse, porque tienen alguna enfermedad inmune que hace que las vacunas no funcionen en ellos, o algún tipo de enfermedad metabólica que les impida utilizar las vacunas.
¿Y respecto a aquella parte de la población que no desea vacunarse, más allá de poder hacerlo?
Es fundamental entender que, si bien ninguna tecnología sanitaria es cien por ciento segura y eficiente, las vacunas que estamos utilizando son muy seguras. Las reacciones graves son mínimas, mucho menores que de la mayoría de los medicamentos que usamos sin leer los prospectos. Si leyéramos los prospectos tendríamos tanto miedo como tienen algunas personas cuando se les dice que ciertas vacunas pueden generar trombosis.
Como el caso de Astrazeneca…
Claro. El ejemplo de las trombosis, asociadas a las vacunas de Astrazeneca, es muy significativo. La Agencia de Medicamentos Europea (EMA) hizo un análisis de los posibles trombos que se generarían con Astrazeneca en un total de 34 millones de personas vacunadas y encontraron 222 posibles casos de trombos. Ni siquiera aseguraron que sea una posibilidad segura, lo suman para dar el número máximo, pero solo 18 fueron graves. Siempre las vacunas ofrecen mejores soluciones que problemas. Aún en esos casos graves, las personas podrían haberse protegido de haber estado atentas a los síntomas que producen los trombos: dolor de cabeza que empieza tres días después de la vacunación y que al acostarnos se intensifica. Adquirir el virus, aún en las poblaciones más jóvenes, resulta más peligroso que cualquiera de los efectos secundarios que genera la vacunación.
¿Cómo evalúa lo hecho por la UNQ en particular y por las universidades nacionales en general en la lucha contra la pandemia?
Lo que hicieron las universidades nacionales fue poner toda su tecnología, capacidad humana y edificios, en función de las necesidades que el Estado planteaba. En particular, en la Universidad Nacional de Quilmes se estableció un laboratorio de diagnóstico, se generaron centros de atención telefónica para el seguimiento y evitar brotes. Además, se trabajó en diagnósticos novedosos como aquellos que buscaron el virus en aguas residuales y permiten detectar por ejemplo en fábricas y escuelas, sin testear a todas las personas. Se puso a las universidades en el lugar que tienen que ocupar, garantizando que todas sus actividades tengan un componente de inclusión, poniendo lo mejor en cada caso y, fundamentalmente, siendo pertinentes para cubrir las necesidades que expresa el territorio a partir del Estado.