Comprueban el impacto de los agroquímicos en el sistema reproductor y el hígado de anfibios silvestres
Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral revelaron que los pesticidas y otras sustancias vertidas en dos arroceras de Chaco y Santa Fe producen anomalías en el hígado y los testículos de ejemplares adultos de ranas y sapos que habitan esos ambientes. Se trata del segundo trabajo a nivel nacional que evalúa los efectos de la exposición a estos químicos en animales colectados en el campo.
Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) – En un estudio recientemente publicado en la revista científica Water Air & Soil Pollution, investigadores del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (FBCB-UNL), evaluaron los efectos de la exposición crónica a agroquímicos en dos especies de anfibios que habitan en arroceras de las provincias de Santa Fe y Chaco.
Si bien el equipo cuenta con una extensa trayectoria en el análisis de los efectos de distintas sustancias biocidas, se trata de la segunda vez que se realiza un estudio de impacto de estas sustancias en fauna silvestre en el país. “Los trabajos de campo nos dan una aproximación de la realidad, que es mucho más compleja de lo que se puede ver en un ensayo de laboratorio, donde las condiciones son controladas”, explicó a la Agencia CTyS-UNLaM la principal autora del trabajo, Lucila Curi.
Para llevar adelante el estudio, los investigadores eligieron, en cada provincia, un campo arrocero y un sitio control o ambiente natural, sin contaminantes, donde se colectaron ejemplares machos adultos de dos especies de ranas y sapos (anuros) distintas.
Para el caso de Santa Fe, seleccionaron individuos de Lysapsus limellum, una especie de rana que cumple todo su ciclo vital, desde la fase de renacuajo hasta adulto, en ambientes acuáticos como los que se generan en las arroceras. En tanto, de los campos de Chaco colectaron ejemplares de Rhinella bergi, un sapo que inicia su etapa larval en el agua pero que luego, ya en su etapa adulta, se traslada a la tierra.
En ambos casos, se trata de animales altamente susceptibles que habitan en dichos cultivos y que, por ese motivo, se encuentran crónicamente expuestos a sustancias como bentazon, molinato, propanil, clomazone, 2,4-D y al herbicida más conocido y estudiado en el territorio, el glifosato, entre otros químicos.
En estos agroecosistemas, habitan muchos animales además de los anuros, como diversas especies de aves, culebras acuáticas, invertebrados, entre otras. Por otro lado, en estas zonas, tal como ocurre en la provincia de Chaco, también puede darse la cría y producción de especies comerciales de peces como el pacú.
Con este escenario, el uso de ranas y sapos como organismos biomarcadores de contaminación ambiental brinda información de gran importancia para tomar medidas que protejan la salud y la biodiversidad, ya que el estado de estos anuros da indicios de lo que podría ocurrir en otros animales e, incluso, en el ser humano.
En ese sentido, el valor de evaluar el estado de animales oriundos de estos entornos es que permite dar cuenta de forma más fehaciente cómo responden a la contaminación con varias sustancias de forma simultánea, en las dosis a las que verdaderamente se exponen y en condiciones climáticas naturales.
Para el trabajo, los investigadores estudiaron específicamente dos órganos blanco, especialmente sensibles a la exposición con agroquímicos: las gónadas (testículos) y el hígado. “Hay agroquímicos -explicó la autora- que tienen la capacidad de actuar como disruptores endócrinos, de manera que pueden alterar las vías de señalización que regulan la reproducción de estas especies. Es por eso que, a partir de cortes histológicos, decidimos observar qué ocurría en las gónadas de ejemplares adultos de ambas especies”.
Por otro lado, Curi agregó que el análisis del hígado también fue relevante porque ese órgano cumple el rol detoxificante en el organismo. De ahí que, si los ejemplares de las arroceras estuvieron crónicamente expuestos, el hígado podría verse más exigido que en ejemplares de ambientes no contaminados.
Las dos especies presentaron anomalías por exposición a los agroquímicos. No obstante, el estudio reveló algunas diferencias. “Principalmente –señaló Curi- la especie presente en los arrozales de Santa Fe, Lysapsus limellum, mostró alteraciones más visibles en los testículos. En los individuos de la arrocera, la espermatogénesis estaba más retrasada que en los del sitio control”.
Ambas especies también mostraron alteraciones en el hígado, pero estas fueron más pronunciadas en los ejemplares de Rhinella bergi, nativos de las arroceras de Chaco. “Veíamos que ese órgano estaba alterado, tenía espacios sinusoides agrandados, células con vacuolas y, además, un número elevado de melanomacrófagos, células que usamos como biomarcador e indicio de exposición crónica”, precisó Curi.
A partir de estos resultados y, sobre todo, de las anomalías reportadas en los órganos reproductivos, el equipo – integrado por Curi y los investigadores Paola Peltzer, Maximiliano Attademo y Rafael Lajmanovich- sugirió realizar análisis más profundos para saber si las poblaciones de anfibios están sufriendo reducción en la fertilidad reducida u otros trastornos que afecten a las poblaciones.
“En el campo, para el cultivo de arroz se utilizan funguicidas, pesticidas e insecticidas, con lo que las distintas especies están expuestas a una mezcla de compuestos durante toda su vida. Esas son todas las realidades que uno puede ver en un trabajo de campo y que son difíciles de emular en el laboratorio. Este tipo de ensayos nos permite conocer de forma más realista lo que está ocurriendo”, concluyó la autora.