"La ciencia es una herramienta de transformación social"
Roberto Salvarezza, titular del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, destaca el enfoque federal y las nuevas dinámicas de trabajo adoptadas durante la pandemia. Subraya la importancia de los tratamientos y las vacunas que se están desarrollando en Argentina contra el COVID-19 y adelanta las líneas estratégicas en las que se trabajará en el escenario de pospandemia.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- En su primer año de gestión, marcado fuertemente por la pandemia, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT) se propuso desplegar toda una dinámica de trabajo que permitió ofrecer rápidas respuestas frente al COVID-19, como kits de diagnóstico, elementos de protección y tratamientos. Recientemente, además, se retomaron políticas que se habían iniciado a principios de año pero que tuvieron que ser pospuestas por la pandemia.
“Desde el MINCyT, entendemos a la ciencia como una herramienta de transformación social. La ciencia y la tecnología tienen que ser de calidad y de muy buen nivel, pero, sobre todo, tienen que ser ciencia y tecnología destinada a resolver los problemas del país”, aseguró a la Agencia CTyS-UNLaM el ministro del MINCyT, Roberto Salvarezza.
Doctor en Bioquímica e Investigador Superior del CONICET, Salvarezza comparte sus expectativas en torno a la Ley de Financiamiento de Ciencia y Tecnología, subraya el aporte de iniciativas como Pampa Azul y los satélites del SAOCOM y destaca la importancia de que Argentina también tenga sus proyectos en torno a una vacuna para el coronavirus.
¿La experiencia de todos estos meses permite pensar otras formas y dinámicas de cómo hacer ciencia y tecnología en Argentina?
Sin duda alguna. El área de Ciencia de 2003-2015 trabajó, más que nada, en reconstituir el sistema de ciencia, que estaba muy golpeado. La actividad era un tanto endogámica, sólo se pensaba en cómo mejorar el sistema. En este nuevo período, no sólo estamos trabajando en el sistema, sino también en cómo solucionar problemas de la sociedad. Y, para eso, tenemos que darle otra dinámica. En este período, por ejemplo, los proyectos fueron evaluados en dos meses, cuando los ciclos del proyecto eran de un año. El dinero tardaba en llegar seis meses, y, en estos proyectos, tardamos cuatro meses en otorgar los fondos para investigar. Se convocó en base a objetivos, y no por proyecto de investigación. Se trabajó de forma mucho más articulada con laboratorios privados y se pudo llevar un prototipo, como fue el caso de los kits de detección del coronavirus, a la producción masiva. Es enorme la experiencia que hemos adquirido en ese sentido y que queremos aplicar en otras áreas, como, por ejemplo, la tecnología de alimentos.
Hubo variadas convocatorias a proyectos científico-tecnológicos de diversos puntos del país. ¿Considera que se empezó a lograr la dimensión federal, que aparecía como una suerte de deuda pendiente del sistema de ciencia y tecnología?
Sí, hubo dos ventanas a convocatoria de proyectos que se abrieron con mucha intensidad. La Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i) trabajó con mucha velocidad, para que los ciclos de evaluación y financiamiento que te comentaba antes se acortaran muchísimo. Y el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología (COFECyT) trabajó fuertemente junto la Agencia y el Ministerio para poder darle una dimensión federal a las convocatorias. Se realizó, por ejemplo, la convocatoria COVID Federal, que fue destinada a que los diferentes organismos de ciencia de cada provincia pudieran interactuar fuertemente con sus sistemas territoriales. Es decir, todo ese trabajo del COVID Federal sirvió para enlazar el sistema nacional de ciencia y tecnología con las demandas que tienen las provincias. Y toda esa dinámica también implicó salir de las herramientas convencionales y tradicionales que tenía el COFECyT, a las cuales necesitábamos renovarlas y darles otra dinámica. Toda esa experiencia ha sido sumamente enriquecedora.
En relación a las vacunas, ¿qué herramientas aportó y aportará el MINCyT en todo el proceso de implementación y campaña para la vacunación?
Nuestra actividad y aporte frente a las vacunas fue todo el seguimiento del aval científico. Estudiamos e hicimos un seguimiento en torno a las plataformas que utilizaban las vacunas internacionales, las distintas fases que fueron atravesando, su validación internacional y las publicaciones en las revistas científicas, entre otras cuestiones. Trabajamos mucho en comunicar, para que se fueran estableciendo lazos de confianza en torno a la seriedad que tiene los procesos de validación, más allá de que fueron procesos urgentes, dados los tiempos. Y, además, hay que destacar la confianza en la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), que certificará y regulará con la enorme espalda que es toda la ciencia internacional que ha estado validando todo este proceso.
¿Cuánta importancia le asigna a que el país tenga, actualmente, dos proyectos propios, en torno a la vacuna, uno en la Universidad Nacional de San Martín y el otro en la Universidad Nacional del Litoral?
El haber apoyado estos dos proyectos fue, fundamentalmente, para poder sumar experiencia. Una vacuna es un proceso muy complejo, en el que hay que invertir un monto de dinero muy grande y una cantidad tiempo también muy importante. Nosotros consideramos que estos dos proyectos nos van a otorgar muchos aprendizajes, para poder luego aplicar en experiencias para otras enfermedades que tenemos en el país, como el dengue o el zika, entre otras, y para lo cual debemos desarrollar algún tipo de protección. Y, más allá de las vacunas, tenemos muchas expectativas en dos tratamientos: el del suero equino inmune, de INMUNOVA, sobre el que se presentaron en ANMAT los estudios clínicos de 240 pacientes con diverso grado de gravedad, para ver cómo fueron los resultados. También tenemos un ensayo clínico muy interesante, único en el mundo, en torno a la ivermectina.
¿Qué expectativas tienen, desde el MINCyT, en relación a la ley que se está debatiendo actualmente en el Congreso para el financiamiento de la ciencia?
Tenemos muy buenas perspectivas. Ya en 2020 ejecutamos más fondos en Ciencia y Tecnología que en 2019: habíamos empezado con un 0,23 por ciento del PBI, este año ya estamos en un 0,25 y el año que viene estaremos en un 0,27. La ley que se debate estos días en el Congreso, que ha sido enviada por el Poder Ejecutivo a sesiones extraordinarias y que tiene el aval de todos los bloques, plantea tener un 0,9 por ciento del PBI en la función Ciencia y Tecnología para el 2030. Eso es muy importante porque sería una suma enorme de inversión, y sería lo que pone el Estado. Cuando uno mira los estados más desarrollados, ve que destinan un promedio de 0,8 por ciento del PBI. Y hay que tener en cuenta que ese número no incluye ni el salario de docentes universitarios ni comprende la inversión privada. Es decir que, si nosotros podemos garantizar un 0,9 por ciento en el 2030, probablemente estemos garantizando alrededor de un 1,5, en los números finales. A ello se le suma la Ley de Promoción de Economía del Conocimiento, que hará que la inversión del sector privado se incremente.
¿Qué líneas y campos estratégicos se están pensando de cara al futuro y cómo se está trabajando en torno al Plan Argentina 2030?
En relación al Plan Argentina 2030, ya se delineó en cuanto a cómo se va a convocar. Es un proceso complejo, porque requiere toda una validación. Consideramos que tiene que tener muchos más actores que los que había tenido el de Argentina 2020, que había sido bueno pero que le faltaba convocar a más actores de la sociedad. Hoy, estamos relanzando objetivos como el de Ciencia contra el hambre, que tiene tres aspectos fundamentales. Por un lado, las tecnologías aplicadas a la producción de alimentos, porque hay mucho conocimiento en el sistema universitario y se han desarrollados variados alimentos saludables. También están como objetivos el acceso al agua, a partir de tecnologías sobre calidad del agua o geología para poder ubicar acuíferos en lugares donde no tienen acceso al agua. Es el caso de muchos pueblos originarios, en los que gran parte de sus problemas de salud están vinculados a la falta de acceso al agua potable. También queremos hacer hincapié en todo lo vinculado a la investigación en Ciencias Sociales, ya sea inclusión, pobreza, educación inclusiva, entre otras.
¿Cuáles son las expectativas y desafíos que se abren en torno a la reactivación del Programa Pampa Azul, en esta nueva etapa?
El apoyo a Pampa Azul es importantísimo, nosotros consideramos que es un momento crucial para volver a la investigación en el mar porque implica la construcción de la soberanía argentina en un territorio de disputa. Es necesario que Argentina consolide esa investigación. En ese sentido, hicimos una inversión de 160 millones de pesos para poder reparar los dos buques del CONICET, que estaban muy maltratados, y para poder tenerlos el año que viene en condiciones de poder navegar. Y así con muchos otros aspectos. Todo ese trabajo se da con una interconexión entre los distintos ministerios que integran Pampa Azul. Estamos reforzando y articulando fuertemente tanto en la soberanía como en el aspecto productivo, para poder poner toda la riqueza que tiene el Mar argentino en valor.
¿Y en torno al SAOCOM y sus aportes?
Estamos trabajando para que toda la información que tienen de capacidad los dos satélites, el SAOCOM 1A y 1B, puedan llegar a la sociedad y ser aprovechadas por distintos organismos, como el Ministerio de Agricultura, entre otros. Hay muchísima información que ambos satélites pueden brindar, incluso, para vender las imágenes a otros países. Porque estos satélites hacen órbitas polares y recorren numerosos países: tienen información para la agricultura, todo lo vinculado a riesgos, a desplazamientos de tierras, a inundaciones…toda esa información puede ser aprovechada.