¿Ajustar o no ajustar? Esa es la cuestión
Las recetas económicas variaron, y mucho, a lo largo de la historia. Enrique Fowler Newton, prestigioso contador y académico, brindó en una charla los debates y posturas en torno a ajustar o no en situaciones de inflación.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- El concepto siempre rondó los periódicos, las radios y los noticieros de televisión. Apareció en momentos de dictadura y de democracia, de peronistas y radicales, de conservadores y liberales. Siempre ahí, la inflación, siendo protagonista casi exclusiva en materia de políticas económicas. Puertas adentro del mundo académico, el debate ha pasado-y pasa- sobre cuándo se debe ajustar por inflación, definida esta última como aumento generalizado y sostenido del nivel de precios y servicios existentes durante un período de tiempo.
La conferencia ofrecida semanas atrás por Enrique Fowler Newton –prestigioso contador público egresado de la UBA- ofreció algunas pistas al respecto. A lo largo de la ponencia, el académico abordó distintas aristas de la problemática. Primó, eso sí, un claro desacuerdo de Newton por los enfoques utilizados para tomar decisiones. “Hay una degradación de la discusión doctrinaria del tema. Debería discutirse basándose en conceptos, pero en realidad muchas veces aparecen conceptos carentes de lógica o que nada tiene que ver con el marco conceptual”, resaltó el especialista.
Puntualmente, Fowler Newton se refería al “cambio permanente de discursos y normas para no incomodar al gobierno de turno” en materia de inflación. “Se han tomado decisiones a partir de la creencia de que el ajuste por inflación es malo para la imagen del país- ejemplifica el especialista-. Si se ajustara, entraría en una lista de países en la que los inversores no querrían invertir. Como no conviene estar en esa lista, no se ajusta pero por conveniencia. Eso me parece claramente inmoral”, aseguró.
100 pesos de ahora… ¿son iguales que 100 pesos de 10 años atrás?
Fowler Newton inició su recorrido teórico marcando algunos problemas generales respecto a la temática. En particular, al hecho de no utilizar una unidad de medida homogénea. “Se acumulan medidas contables incomparables- afirma el académico, y ejemplifica- Uno compra un terreno por 100 pesos en el 2001 y compra otro terreno por 100 pesos en 2011. Sería un error pensar que tiene 200, por más que en ambos casos es 100 tienen distintos poder adquisitivo, dado el contexto”.
Otros problemas incluyen el comparar medidas contables, valga la redundancia, incomparables. “El caso más conocido es el del plazo fijo. Si pongo 100 pesos con un interés del 25 por ciento, obtengo 125 pesos. Pero si la tasa de inflación del período fue del 22 por ciento apenas gané tres, y si la tasa de inflación fuera del 30, perdí cinco pesos. Son datos que no suelen tenerse en cuenta”, ilustró.
Y aunque se actualice debidamente las medidas contables del patrimonio, alertó Newton, “los resultados acumulados se miden en exceso y se avala la distribución de ganancias puramente imaginarias”. En resultado, especificó el académico, los aportes de los propietarios se miden en defecto y los resultados acumulados se miden en exceso.
La solución propuesta por Newton es un ajuste integral. En sus palabras, “las medidas contables para estados financieros se reemplazan por otras medidas contables que estén expresadas en una moneda de una fecha determinada. Sobre esas nuevas medidas contables en moneda homogéna se aplica las normas contables de medición que corresponda”.
Un breve recorrido histórico
Luego de la crisis económica y social de diciembre de 2001, el por ese entonces presidente Eduardo Duhalde decidió ponerle punto final al 1 a 1 en 2002, lo que generó “un golpe inflacionario. Luego se fue atenuando la inflación y para 2003 ya no era significativo.
Según la Federación Argentina de Consejos Profesionales en Ciencias Económicas (FACPCE), “sólo hubo contexto inflacionario entre enero de 2002 y septiembre de 2003. No encaró seriamente su obligación, guardó silencio total y fue funcional a los intereses del gobierno kirchnerista”, criticó Fowler Newton, quien además especificó que “había que evaluar el contexto, tarea a cargo del FACPCE, y en función de esos resultados había que ajustar o no”.
Como resultado de este escenario, apuntó Fowler Newton, “los estados financieros no reflejaban la inflación posterior a febrero de 2003, eran engañosos y facilitaban la distribución de resultados inexistentes”.
La llegada de la resolución técnica 39 (RT 39), en octubre de 2013, establecía que la obligatoriedad de ajustes pasaba a depender de una evaluación del entorno económico. “Constaba de una variable cunatitativa (10 por ciento trienal de inflación acumulada, medida en base a datos del INDEC) y cuatro variables cualitativas. El tema es que no definía quién debía evaluar las características del entorno económico, sino que debía hacerlo cada emisor respecto de sus propios estados financieros”, detalló Newton.
La interpretación 8 de parte de la FACPCE, sin embargo, en junio de 2014, “requiere ajustes por inflación cuando se alcanza el 100 por ciento trienal y los prohíbe si no se cumple esa condición. Por lo tanto, no se tenían más en cuenta las cuatro pautas o variables cualitativas”.
Con la llegada de Cambiemos al poder, se tomó otra postura respecto al índice de precios. “El gobierno actual discontinua la política de suministrar permanentemente información falsa y discontinúa la política de publicar índice de precios falsos. El tema también- alertó el académico- es que no corrigió datos del período de falsificación, hasta octubre de 2013, y no se publicaron datos del Índice de Precios Internos al por Mayor de noviembre y diciembre de 2015”.