Una respuesta científica para preservar el planeta
Investigadores de distintas partes del mundo crearon una red para estudiar cómo responden los ambientes naturales (desde desiertos a bosques y pastizales) a la recurrencia de eventos de sequía. El 10 por ciento de estos experimentos se realizan en Argentina.
(Agencia CTyS-UNLaM) Que la sequía es un hecho cada vez más frecuente y que el cambio climático, también, son verdades insoslayables. Sin embargo, el por qué ciertos ecosistemas responden de forma distinta a los embates del clima, todavía es un misterio.
Es por eso que científicos de todo el planeta decidieron agruparse para experimentar, en ambientes disímiles, qué pasa cuando se los expone a situaciones de sequía. Así, se creó Drought Net, una red que congrega 140 sitios experimentales alrededor del globo, 14 de los cuales se encuentran distribuidos en Argentina.
La Dra. Laura Yadhjian, investigadora adjunta de CONICET, contó a Agencia CTyS-UNLaM las causas de esta iniciativa: “Lo que nosotros notamos es que los diversos sistemas del planeta se ven afectados de forma diferencial. En algunos casos, hace estragos y, en otros, produce consecuencias más leves en los organismos”.
Con la premisa de que un fenómeno con impacto a escala global debe estudiarse en una escala similar, los investigadores crearon un protocolo para regular las metodologías con las que realizan las evaluaciones de los terrenos.“Intentamos simular sequías que tenga una intensidad similar, de manera tal que las consecuencias que evaluamos después sean comparables entre ecosistemas distintos y, así, se logre comprender qué características hacen que algunos ecosistemas respondan más que otros”, apunta Yadhjian.
El proyecto radica en la simulación de sequías de gran intensidad en parcelas de vegetación natural que van a ser comparadas después con parcelas control, que tienen el mismo tipo de vegetación y están bajo las mismas condiciones ambientales. Las parcelas control reciben las lluvias en un 100 por ciento, mientras que las experimentales reciben entre 40 y 80 por ciento menos, dependiendo de qué tipo de ecosistema se trate.
Si bien el proyecto lleva un año de ejecución, todavía no se han expuesto resultados. No obstante, los científicos involucrados llevan años de trayectoria en estudios de ecosistemas locales y pudieron observar, por ejemplo, que los ambientes secos, como la estepa patagónica, no tienen una baja considerable en el rendimiento productivo cuando se expone a sequía, lo que sí ocurre en regiones como pastizales pampeanos.
Mientras continúan los estudios, las acciones para remediar los efectos del cambio climático se vuelven imperantes. La concentración de dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero seguirá aumentando y es muy difícil frenar esta tendencia. No obstante, se puede trabajar en “reducir la tasa de incremento” de estas emisiones.
“Hay parte de las emisiones que son normales, que tienen que ver con los gases emitidos por seres humanos y animales, el problema surge cuando esas emisiones no son compensadas por un proceso de fijación de dióxido de carbono que es la fotosíntesis elaborada por plantas en los sistemas terrestres y algas en los sistemas acuáticos”, sostiene la investigadora.
La falta de fijación del carbono redunda en el aumento de la temperatura global. Es por eso que se deben implementar acciones para favorecer este proceso natural. Yadhjian sugiere algunas: “Plantar árboles en áreas que no tienen vegetación, detener la quema indiscriminada y la deforestación, evitar periodos de barbecho en campos de cultivo para retener el dióxido de carbono, el agua y los nutrientes, y reemplazar energías fósiles por eólicas y fotovoltaicas, entre otras”.
Se trata de objetivos realistas, pero complejos, que derivan de decisiones políticas, económicas y sociales. Diagnosticar qué ocurre en cada suelo y qué se necesita en cada caso es un primer paso. El resto, depende de todos.