Cómo se aplica el hallazgo de Yoshinori Ohsumi en Argentina
El biólogo japonés arrojó luz sobre la autofagia, un proceso que le permite a la célula sobreponerse a situaciones de estrés pero que puede perjudicar al organismo ante patologías como el cáncer. Con estos conocimientos, expertos del Hospital Roffo buscan mejorar las terapias tumorales.
Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) – Hace más de medio siglo que la comunidad de las ciencias biológicas conoce la función de los lisosomas, pequeños orgánulos capaces de desintegrar y transformar los desechos dentro de las células en nutrientes necesarios para su normal funcionamiento. Este hallazgo le valió el premio Nobel de medicina al científico Christian de Duve, en 1974.
Sin embargo, no fue hasta la aparición de los estudios con levaduras del biólogo Yoshinori Ohsumi, en la década de 1990, que se supo de forma compleja cómo es que la célula desarrolla este proceso de autorregulación. Luego de 42 años, el reconocimiento internacional volvió a surgir de la mano de este fenómeno fisiológico.
La autofagia es el mecanismo que le permite a la célula degradar proteínas, carbohidratos, lípidos y otros componentes en nutrientes. Cuando la célula se encuentra en condiciones de escasez de alimento u oxígeno, este proceso se activa permitiendo su supervivencia. No obstante, puede tornarse defectuoso en presencia de patologías como el Alzheimer, el Parkinson o el cáncer, ayudando a potenciar estas dolencias.
Lejos de los laboratorios del Dr. Ohsumi, los especialistas del Hospital de Oncología Angel H. Roffo (UBA) utilizan sus conocimientos para investigar cómo procede la autofagia en cáncer de mama HER2+: una enfermedad en la que el 50 por ciento de los pacientes no responde al tratamiento convencional o desarrolla resistencia al mismo durante el primer año de terapia.
“Hemos detectado una alteración en el proceso de autofagia en células de cáncer de mama que presentan resistencia a la terapia convencional con el anticuerpo trastuzumab”, explica la Dra. Cristina Rodriguez, integrante del grupo de trabajo del Dr. Gabriel Fiszman en el Hospital Roffo, a Agencia CTyS-UNLaM.
Un tumor es un grupo de células que empiezan a crecer en lugares donde no debería crecer nada. A diferencia de las células normales, las cancerígenas se dividen aún siendo adultas y se desenvuelven en zonas donde no llegan los vasos sanguíneos y, por consiguiente, los nutrientes. En estas condiciones hostiles aumenta el proceso de autofagia para la supervivencia celular.
Es aquí donde el beneficio de este mecanismo deviene en obstáculo: los tumores incrementan su capacidad de resistencia a las terapias tumorales, sobretodo, en las células internas que se mantienen distanciadas de cualquier tipo de alimento u oxigeno.
Actualmente, el instituto especializado en oncología realiza estudios preclínicos de terapias con inhibidores farmacológicos del proceso de autofagia en células cancerígenas, pero las condiciones todavía no están dadas para implementar a corto plazo estas alternativas terapéuticas en pacientes.
Uno de estos inhibidores es la cloriquina, una droga aprobada para combatir la malaria. “Se están haciendo muchos trabajos para ver si es posible utilizar este fármaco en combinación con los tratamientos actuales”, remarca Rodríguez y aclara que, si bien la autofagia es un mecanismo de resistencia a las terapias, no es la única barrera al desarrollo evolutivo del tratamiento.
Según la especialista, otras investigaciones sostienen que esta capacidad de preservación de las células, cuando se presenta en estado defectuoso, favorece especialmente a las células madre tumorales, que tienen la capacidad de regenerar todo el tejido cancerígeno y desencadenar posibles metástasis.
En este escenario, la Dr. Rodriguez destaca la posibilidad que brinda el hospital de investigar en ciencia básica para no solo comprender la naturaleza de una de las enfermedades más complejas que padece la población mundial, sino acercarse al desarrollo de terapias futuras más efectivas.