Un microorganismo con capacidad degradativa sobre residuos
Investigadores trabajan en un método que no daña al ambiente y disminuiría el volumen de polipropileno biorientado (BOPP), un material muy utilizado en la industria de los envases flexibles. Argentina, entre los 30 países que más contaminan los mares con desechos plásticos.
Sebastián Alonso (CTyS-UNLaM) – Actualmente, Argentina figura entre los 30 países que más contaminan los mares con materiales sólidos; sólo en 2010 generó 157.777 toneladas de basura plástica. Según un estudio realizado por diferentes instituciones académicas de los Estados Unidos, y la Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth de Australia, de no tomar cartas en el asunto, esa cantidad podría duplicarse en 10 años.
El polipropileno biorientado (BOPP), película plástica que, por su bajo costo de fabricación es utilizado para embalaje, como envoltorio de snacks o galletas, es responsable de gran parte de los residuos que se acumulan en la naturaleza, generando un desequilibrio ecológico con la consecuente contaminación ambiental. La biodegradación de este tipo de materiales plásticos por acción de microorganismos, surge como una opción segura y económica para el tratamiento de esos desechos.
Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) decidieron enfrentar la problemática y plantearon un método alternativo para reducir los volúmenes de BOPP en los rellenos sanitarios. El sistema que desarrollan los científicos santafesinos no produce ningún tipo de efecto sobre el ambiente, a diferencia de la incineración, que es un recurso empleado en varios países para suprimir materiales, con graves consecuencias por los vapores tóxicos generados.
“Todo lo que no puede disminuirse va hacia los rellenos sanitarios, que se vuelven un uso y abuso de la tierra disponible”, asegura, en diálogo con Agencia CTyS-UNLaM, Fernanda Argarañá, miembro del equipo de trabajo y docente e investigadora de la UNL. Según la especialista, “en diez años, los lotes utilizados quedan inservibles y hay que salir a buscar una nueva superficie para enterrar basura”.
Los investigadores recurrieron a la biodegradación, a partir de microorganismos nativos que viven en el suelo y naturalmente pueden minimizar los desechos plásticos al usarlos como fuente de carbono y energía para nutrirse. Aislaron una bacteria, Pseudomonas aeruginosa, que cumple ese rol, y estudian qué enzimas están involucradas en el proceso, con el objeto de aislar los genes que las codifican y obtener un microorganismo genéticamente modificado.
La bacteria apartada se incubó junto a las tiras de BOPP, y después de cuatro meses fueron pesadas y evaluadas. La reducción del peso del polipropileno biorientado otorgó un parámetro para comprobar la actividad de la misma. Además, se midió la actividad de grupos químicos funcionales mediante Espectroscopía Infrarroja con Transformada de Fourier (FTIR) y, con un microscopio electrónico de barrido, se detectó la formación de huecos en la superficie de las láminas, generados por la degradación.
De la observación a la acción
La degradación ideada no se realizaría in situ, en la tierra, sino en un ambiente favorable, tanto para el crecimiento del microorganismo, como para la óptima expresión del producto buscado. “Esto se lograría utilizando un reactor”, detalla la directora del proyecto, la Dra. María Gabriela Latorre Rapela. El proceso permitiría obtener dióxido de carbono, agua, energía, y una biomasa residual mucho menor que la inicial.
El estudio de la UNL se concentró en la degradación del BOPP pero, según Argarañá, “hay muchos plásticos que tienen una estructura base semejante, como el polietileno, y podrían recibir un tratamiento similar”.
Por otra parte, los científicos avanzan en el proyecto junto a la municipalidad de Santa Fe, que implementaría el sistema a medida que las pruebas de laboratorio sigan siendo satisfactorias.