De Buenos Aires a Boston: talento científico de exportación
Cuatro investigadoras locales fueron premiadas por la organización científica más importante del mundo en el área de la endocrinología. Experiencias de su viaje a EE.UU., donde conocieron a los referentes de la temática y donde ser argentinas les otorgó un plus en las pasantías en los laboratorios.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- Las buenas noticias pueden encontrarte en los lugares más insospechados, incluso si estás de vacaciones del otro lado del mundo. María Andrea Camilletti se había ido unos días para Australia cuando un mail le informó que la Endocrine Society, la mayor organización mundial en el campo de la endocrinología, las premiaba a ella y a su compañera de laboratorio, Erika Faraoni, por sus líneas de investigación llevadas a cabo en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME). Junto a ellas también fueron premiadas Clara Valeri, del Centro de Investigaciones Endocrinológicas "Dr. César Bergadá", y Sol Recouvreux, del Instituto de Oncología "Ángel Roffo". Las únicas argentinas en una larga nómina de premiados.
Para Camilletti y Faraoni-licenciadas en Ciencias Biológicas y en Biotecnología, respectivamente- y para las otras ganadoras de la distinción "Early Career Forum Travel Award", el galardón se convirtió en la puerta de entrada al Congreso ENDO 2016, realizado en Boston en abril de este año y donde asistieron especialistas en la materia de diversas partes del mundo.
“La experiencia del Congreso superó ampliamente nuestras expectativas- cuenta a la Agencia CTyS-UNLaM Camilletti quien, al igual que Faraoni, realiza su tesis doctoral en el Laboratorio de Fisiopatología Hormonal del IBYME, dirigido por la doctora Graciela Díaz-Torga-. Estar todo el tiempo con gente experta en los temas en los que vos trabajas, que dirige laboratorios en Estados Unidos o que es editor en jefe de revistas científicas internacionales fue una gran oportunidad de sumar conocimiento y de ampliar nuestra red de contactos”.
En Boston presentaron y defendieron sus trabajos ante jurados y evaluadores. “La experiencia fue totalmente positiva por el trato que nos dieron-aporta Faraoni-, no nos imaginábamos que nos iban a recibir tan bien, ya sea para darnos consejos, compartir sus experiencias personales en la ciencia o para contarnos que estaban buscando investigadores para sus laboratorios”, comentaron.
Pero la travesía por Estados Unidos no se detuvo allí. Luego del Congreso, hicieron una pasantía de varias semanas en el laboratorio del Dr Daniel Rifkin, Profesor de la Escuela de Medicina NYU y Director del Programa de Graduados en Biología Celular de la Universidad de Nueva York. Según las jóvenes premiadas, la experiencia de hacer ciencia en la Argentina les aportó un plus extra.
“Veníamos acostumbradas a tal ritmo de trabajo que éramos nosotras las que abríamos y cerrábamos el laboratorio cada día- relata Camilletti-. Y no es que los científicos allá no trabajen, sino que acá estamos acostumbrados a un nivel mucho más intenso. Y, además, sabemos enfrentarnos a posibles inconvenientes como falta de reactivos o elementos para trabajar en el día a día. Allá es todo más directo y más fácil”.
Esa misma adaptación a los problemas es, para Faraoni, una de las razones por las que más se valora a los científicos argentinos. “Destacan mucho a los investigadores formados acá, porque ante un determinado inconveniente con una técnica probamos múltiples alternativas; tal vez estamos un poco acostumbrados a hacer malabares con lo poco que contamos”, asegura. La experiencia en el Congreso y en las distintas charlas les permitió, en este sentido, conocer a un importante número de colegas científicos argentinos que están perfeccionándose y que ya manifestaron sus deseos de volver al país.
Una respuesta para el 20 por ciento
La investigación que llevó a estas dos científicas a ser distinguidas por la Endocrine Society se centra en el estudio de la hipófisis, una glándula que produce numerosas hormonas. Particularmente, el grupo de la doctora Díaz-Torga se centra en el estudio de los prolactinomas, un tipo de tumor hipofisario, por lo general benigno, que se desarrolla cuando hay un desbalance en la regulación de las células que producen la hormona prolactina, íntimamente relacionada con la lactancia.
“Ya sea por razones genéticas o por alteraciones hormonales, hay un crecimiento en tamaño y número de las células que secretan la prolactina, que se llaman lactotropos”, detalla Camilletti. En las mujeres, los síntomas que se evidencian con la presencia de un prolactinoma van desde la galactorrea –es decir, la secreción de leche por las mamas fuera del período de lactancia-, alteraciones del ciclo menstrual, problemas de fertilidad, hasta un cansancio constante o problemas con los niveles de calcio en el cuerpo.
En los hombres, al no ser tan visibles los síntomas como en el caso de la mujer, los prolactinomas pueden ser más agresivos, ya que la detección es en general más tardía. “La hipófisis está apoyada sobre el hueso esfenoides y por encima se encuentra el nervio óptico. Si el tumor crece, puede presionar este nervio, por lo que los pacientes hombres suelen empezar las consultas por un problema de visión”, agrega la licenciada en Ciencias Biológicas.
El tratamiento para este tipo de tumores implica el uso de drogas dopaminérgicas, que inhiben la secreción de prolactina. El problema es que entre un 15 y un 20 por ciento de los pacientes no responden a estas drogas, por lo que se debe apelar a cirugías en la base del cerebro, con las complicaciones que esto implica.
En el laboratorio de Fisiopatología Hormonal del IBYME, este grupo de investigadoras están estudiando nuevas terapias para el tratamiento de estos tumores resistentes. Un posible blanco terapéutico es el sistema TGF-β1hipofisario. “En el trabajo con ratas, descubrimos que aquellas que tienen prolactinoma tienen también una actividad reducida de este sistema que es un sistema inhibitorio”, apunta Faraoni, quien agrega que, cuando se logra estimular este sistema, se reducen el tamaño tumoral y la hiperprolactinemia.
La etapa siguiente implicaría llevar a cabo estos estudios en biopsias humanas de prolactinomas. “Lo ideal sería lograr algún tipo de acuerdo o protocolo con algún hospital o clínica para que nos proporcionen estas muestras y así poder corroborar si la estimulación del sistema TGF-β1deriva en una reversión de los parámetros tumorales”, asegura la licenciada en Biotecnología.
Si las buenas noticias sorprenden en todo tiempo y lugar, la motivación para trabajar día a día también encuentra fuentes inesperadas. “Justo después de empezar a investigar este tema en el laboratorio, empecé clases de danza-cuenta Camilletti- y mi profesora me comentó que le habían detectado un prolactinoma. Al poco tiempo, mi cosmiatra me contó que a la hija le habían diagnosticado lo mismo…esos casos los vas tomando como una motivación más para continuar con nuestros estudios. Nos parece que la relevancia no sólo está en la frecuencia y en la difícil detección, sino también en ese porcentaje de pacientes que no responde a los tratamientos actuales. Hacia ellos apuntan nuestros esfuerzos”, puntualiza.
El laboratorio de Fisiopatología Hormonal del IBYME está dirigido por la doctora Graciela Díaz Torga e integrado por María Cecilia Bottino, María Andrea Camilletti, Erika Faraoni, Alejandra Abeledo y Lara Calabró.