La unión hace la fuerza, incluso en la ciencia
Diversas disciplinas naturales, tecnológicas y sociales se aunaron bajo un objetivo común: mitigar los riesgos de sismos a lo largo y a lo ancho del territorio argentino. El mapeo constante de las zonas de riesgo y la recolección de información son claves para el desarrollo de acciones preventivas.
Carolina Vespasiano (Agencia CTyS) - “Argentina es un país sísmico de norte a sur y de este a oeste”, asegura la Dra. en Geociencias e integrante del equipo preventivo de riesgo sísmico, Patricia Alvarado, por lo que considera importante “tener un protocolo en materia de sismos para poder acudir por ayuda lo más pronto posible frente a un terremoto de gran magnitud”.
La gestión de información que surja de este protocolo, coordinado por especialistas del INPRES y del CONICET, se remitirá a la Subsecretaría de Protección Civil y Abordaje Integral de Emergencia y Catástrofes del Ministerio de Seguridad, con el fin de generar políticas para el momento previo al sismo así como la actuación durante el fenómeno, incluyendo también la planificación urbana y económica necesaria para sortear estos sucesos de manera efectiva.
Con esta finalidad, la Comisión de Trabajo de Gestión de Riesgo, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, convocó a investigadores de las áreas de ingeniería, geología, geofísica y sismología para elaborar una “zonificación de detalle” de la actividad sísmica que ayude a actuar eficazmente frente a estos fenómenos.
Si bien en un principio se propone comenzar con la provincia de Salta, donde se registró el terremoto más antiguo –en 1962- y el más reciente –en 2010-, hay otros sectores del país que poseen un registro histórico de terremotos y movimientos sísmicos como el Río de La Plata, la región de Cuyo y Tierra del Fuego.
“Es muy novedoso observar estos fenómenos desde un ambiente interdisciplinario. Hay especialistas de la geología y geofísica que pueden decir donde existen fallas geológicas activas, el INPRES que monitorea y registra la actividad sísmica del país, pero también está el INDEC que habla de los distintos tipos de urbanización que tienen las ciudades, el ORSEP que muestra donde están las grandes obras de presas, el IGN que puede realizar una plataforma integral de mapas de gran definición y la CONAE que puede posicionarse en la localización del terremoto para obtener imágenes de alta resolución”, subrayó la especialista.
Este modelo transdisciplinario se puede aplicar también a otros fenómenos naturales de alto impacto social, ambiental y económico, como las nevadas, la caída de ceniza volcánica, las inundaciones, entre otros desastres naturales. Si bien alcanzar la predictibilidad es un objetivo difícil, necesita de la gestión eficaz de la información recabada para llegar a ser posible.
“Lo ideal es una constante reformulación –explica Alvarado-, para poder observar cómo se avanza y plantear nuevas posibilidades de escenarios que se estudien bajo esa caracterización”. De esa manera, la creación de un escenario que contenga tanto el mapeo de fallas geológicas, como el crecimiento poblacional y de obras civiles de gran infraestructura permite evaluar más eficientemente el peligro.
Tanto los sismos como los movimientos de las fallas y las erupciones volcánicas son fenómenos aún complejos de predecir. Para aproximarse a la mayor antelación posible, es necesario un esfuerzo tanto teórico, como metodológico e industrial para perfeccionar el instrumental y, mediante la información, lograr que la sociedad afectada supere las adversidades. Esta nueva metodología interdisciplinaria ya está siendo ejecutada por países como Jamaica, Colombia y Nueva Zelanda.
“El monitoreo de las placas y de las fallas activas, superficiales o subterráneas, permite ver la importancia de integrar la geología con la geofísica, la instrumentación sismológica, la información de GPS y las ciencias sociales, para poder mapear todas estas fallas geológicas activas que pueden llegar a tener un movimiento si es que lo prevemos y lo conocemos, desde lo superficial y lo profundo”, reflexiona la investigadora, en diálogo con Agencia CTyS.
En ese sentido, Alvarado destaca el rol de la comunicación por parte de los ciudadanos. “Hoy en día, hay países en los que, desde un celular, los habitantes cuentan como percibieron un sismo y, a partir de esa información, se hace un mapa que permite ver cuál es la zona más expuesta a la liberación de energía sísmica”.
Una imperceptible y eterna pelea de titanes
El origen de los fenómenos geológicos se puede encontrar en lo superficial, las fallas, o en las placas tectónicas, cuyos choques de fuerzas son, para la escala humana, casi imperceptibles. “Los movimientos de las placas tectónicas –observa la geofísica-, que son la cascarita de la superficie terrestre, se mueven a razón de milímetros por año, como el crecimiento de una uña”.
Con ese paso lento pero firme, la placa de Sudamérica, que viaja hacia el oeste, comprime a la placa de Nazca, que viaja en sentido contrario y empuja por debajo de la anterior. El resultado de este hundimiento es la elevación paulatina de la cordillera de Los Andes, que en millones de años pasó de ser un fondo marino a ser un majestuoso escenario que tiene al Aconcagua como protagonista y cumbre más alta del continente americano. “Tenemos evidencia suficiente de lo que es capaz la naturaleza, es el hombre el que se para y habita montañas que se han movido con terremotos durante miles y millones de años”, apunta la investigadora.
La construcción, bajo la lupa
El desarrollo de grandes obras de infraestructura, como las represas para generación de energía hidroeléctrica, centrales nucleares, también entra en debate cuando se habla de riesgo sísmico. Al respecto, la experta en terremotos explica: “Las zonas que tienen fallas, como San Juan, Mendoza o todo el oeste, son, a veces, las que tienen la mayor capacidad de generar también electricidad en sus presas y diques. Evidentemente, las condiciones geológicas favorecen ese tipo de escenarios, por lo que la sismicidad se prevé en la construcción de cualquier emprendimiento”.
Entre los estudios y mediciones que deben realizarse, se encuentra la previsión del desarrollo de un sismo de gran tamaño (magnitud 7, 7,5 u 8 en la escala de Richter) y su recurrencia, es decir, cada cuantos años se puede esperar que uno de estos sismos ocurra. Mientras tanto, la renovación de materiales y diseño arquitectónico ocupan un lugar fundamental para reducir el impacto por colapso edilicio.
“Hay una gran implementación de sistemas novedosos de disipación de energía sísmica, en puentes y edificios, que tienen una especie de aislante y, si viene un sismo, pueden mecerse, acompañando el movimiento y resistiendo sin que vaya a colapsar la construcción”, amplía Alvarado, al tiempo que advierte el rol fundamental de la planificación: “Las construcciones bajas, las veredas amplias y el cableado subterráneo son condiciones que permiten garantizar una efectiva reducción de riesgos de desastres para salvar vidas”.