Heces fosilizadas, otra forma de conocer el pasado

Un grupo de científicos recompuso parte del pasado prehistórico a partir del estudio de coprolitos humanos encontrados en el Parque Nacional Perito Moreno. Las investigaciones permitieron conocer mejor el consumo de alimentos de las sociedades originarias.

Guillermo Meliseo (Agencia CTyS) - Las cuevas fueron una de las tantas  moradas que usó el hombre miles de años atrás. Allí organizaban el fuego, construían sus herramientas de piedra y decoraban sus paredes con manifestaciones artísticas con un sentido profundo de la belleza. Pero estas viviendas de piedra no eran utilizadas exclusivamente por el hombre.  

Estudios recientes que se desprenden del análisis de heces humanas fosilizadas (coprolitos), indican que grupos de cazadores/recolectores utilizaban las cuevas en los meses de primavera y verano, para luego marcharse en invierno en busca de lugares menos rigurosos y más seguros.  Así, aprovechando su ausencia, los guanacos pasaban el invierno dentro de las cuevas. De este modo, hombre y animal, compartían la misma morada sin coexistir en el mismo espacio.

Los coprolitos son heces deshidratadas o mineralizadas que contienen inclusiones, tanto de origen orgánico como inorgánico. Son fósiles valiosos debido a que brindan información sobre la composición de la dieta, y a la vez aportan datos para la reconstrucción del ambiente en el que se hallaron las muestras. Su recolección, en el Cerro Casa de Piedra 7 (Santa Cruz), permitió conocer parte del consumo vegetal de los grupos aborígenes y el uso de ese espacio.
 
“Mediante el análisis microscópico se reconocieron restos de epidermis y granos de polen pertenecientes a distintos tipos de plantas y arbustos, como varias especies de gramíneas, murtilla y chaura”, explica Lidia Susana Burry en diálogo con la Agencia CTyS, tras agregar que “la presencia de restos de estas dos últimas especies indican que el individuo que las ingirió ocupó el sitio en verano u otoño, ya que estas plantas fructifican en primavera y principios del verano, y desde febrero a julio respectivamente”.
 
Las observaciones bajo la lupa también permitieron identificar fragmentos de carbón, huesos, insectos del orden coleópteros y vegetales. “Con las heces fosilizadas se puede hacer una reconstrucción de la dieta vegetal del hombre, pero no me atrevería a decir si eran buenas o malas dietas. Como en la Patagonia había cazadores/recolectores, la dieta era muy fuerte en carne de guanaco y recolección de frutos y tubérculos y esos grupos humanos ocuparon la Patagonia durante miles de años”, cuenta la experta.

La murtilla y la chaura son plantas nativas con frutos comestibles, los cuales eran consumidos por las poblaciones con las que se encontraron los españoles cuando llegaron a la Patagonia, en particular como fruta fresca o para preparar chichas. “En los coprolitos también se hallaron restos de gramíneas, que habitualmente no son consumidas por los individuos, por esto inferimos que la presencia en los coprolitos podría deberse al consumo de estómagos o intestinos de guanacos, dado que este animal constituía la principal fuente de alimento de los antiguos cazadores/ recolectores”, informa la bióloga.
 
El Cerro Casa de Piedra se encuentra localizado en el Parque Nacional Perito Moreno, al Noroeste de la Provincia de Santa Cruz. Se trata de un afloramiento de rocas volcánicas, que presenta un frente norte de 300 m de longitud en donde se ubican un conjunto de cuevas y aleros que miran hacia el Norte, muchos de los cuales presentan materiales arqueológicos.

“El análisis de paleoheces en nuestro país es un área de investigación reciente, cuyos estudios se están abordando a partir de diferentes disciplinas, como la paleoparasitología, la copropalinología y la arqueobotánica”, expresa Burry. Y concluye: “Este abordaje interdisciplinario producirá información para futuros trabajos de hábitos de vida de las poblaciones originarias y de reconstrucción de los paleoambientes”.