Las crisis del siglo XXI, signadas por la falta de agua potable
La agricultura (70 por ciento), la industria (20 por ciento) y el consumo humano (10 por ciento) concentran la demanda mundial en condiciones de "profunda inequidad social". La falta de acceso al agua potable causa diariamente la muerte de 4.000 niños y dos millones de personas adultas mueran por año producto de enfermedades del agua.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS)- Abrir la canilla para servirse un vaso de agua, lavarse las manos, regar las plantas. Actividades aparentemente tan comunes y corrientes son para mucha gente un verdadero servicio de lujo: más de 1500 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso al agua potable. Y el panorama, a futuro, parece empeorar.
“La crisis del siglo XXI va a ser la crisis del agua y del ambiente” advierte a la Agencia CTyS Aníbal Faccendini, doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales y director de la Cátedra Libre del Agua de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). “Se puede vivir sin celular ni televisión, o incluso pasar un mes sin comer sólido, pero no se pueden pasar más de 72 horas sin líquidos. El agua es un elemento insustituible y constituyente de la vida en el planeta”, explica.
Fuentes de un elemento imprescindible
Muchos opinan que el planeta Tierra debería haberse llamado en realidad Agua, ya que está constituido en un 70 por ciento por este elemento. Sin embargo, de esta enorme cantidad apenas un 3 por ciento es agua dulce y apta para el consumo humano.
Este pequeño porcentaje está comprendido por un 77 por ciento que corresponde a capas de hielo y glaciares y otro 22 por ciento está presente en las aguas subterráneas. El restante se encuentra en lagos y lagunas.
Según detalla la doctora en Química y directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios del Agua, Alicia Fernández Cirelli, estos recursos hídricos se pueden dividir en no convencionales (es decir, la reutilización de aguas residuales) y convencionales, que comprenden las aguas superficiales (ríos, embalses y lagos) y las aguas subterráneas, como acuíferos.
Precisamente, uno de los acuíferos más importantes a nivel mundial es el Guaraní, cuya explotación es compartida por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, de acuerdo a lo establecido en un acuerdo firmado en agosto de 2010. En ese pacto, los países se comprometieron a aplicar “criterios de uso racional y sustentable, respetando la obligación de no causar perjuicio al medio ambiente”.
“El volumen total del agua del Guaraní es de 30 mil kilómetros cúbicos, aunque las reservas explotables están dentro de los dos mil kilómetros cúbicos”, señala Néstor Santa Cruz, doctor en Ciencias Naturales y especialista en hidrogeología.
El académico explica además que si bien no existen estadísticas sistemáticas sobre la extracción y utilización de las aguas subterráneas, a escala global se estima que los acuíferos proporcionan cerca del 50 por ciento del abastecimiento actual de agua potable, el 40 por ciento de la demanda de agua para la industria y el 20 por ciento del agua utilizada en la agricultura.
A su vez, esta agua es sometida a distintos procesos con el fin de evitar posibles riesgos para quienes la consuman. Según diferencia Fernández Cirelli, existen dos tipos de contaminaciones: la microbiológica y la química. “La contaminación microbiológica afecta a grandes porcentajes de la población, y genera mortandad y enfermedades. Muchas camas de hospitales están ocupadas por personas que han consumido agua en mal estado”, asegura.
En cuanto a la contaminación química, la directora del CETA explica que esta se da generalmente a largo plazo con la acumulación de estas sustancias tóxicas en el cuerpo, las cuales pueden llegar a ser carcinógenas. “En la Argentina, por ejemplo, uno de los contaminantes más comunes es el arsénico, que está presente en aguas subterráneas de Santiago del Estero, La Pampa o la provincia de Buenos Aires, por ejemplo”, asevera.
Por su parte, Santa Cruz señala que muchas veces, ya sea de forma directa o indirecta, la contaminación se genera por una influencia de las actividades humanas, como la urbana, la industrial, la agropecuaria, la minera, la petrolera, e incluso por la explotación intensiva de los acuíferos u obras inadecuadas.
“En Argentina- agrega el académico- se presenta una amenaza creciente a la sustentabilidad de las fuentes de agua superficial y subterránea, ya sea por prácticas agrícolas no conservacionistas, la deforestación, el uso de agroquímicos y particularmente la urbanización, que perturban el balance hídrico y las condiciones de calidad de las fuentes”.
Un problema cultural
Pero, ¿cuánta agua necesita una persona para poder vivir? Según el umbral de estrés hídrico adoptado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, cada habitante necesita alrededor de mil metros cúbicos anuales. Argentina, por caso, dispone de una oferta hídrica anual superior a los 20 mil metros cúbicos por habitante.
El problema -alerta Santa Cruz- es que una gran parte de la población mundial se sitúa muy por debajo de los umbrales mínimos de necesidades básicas del agua. Además, existen aproximadamente 1.100 millones de personas que viven a más de un kilómetro de una fuente de agua y utilizan diariamente menos de cinco litros de agua no segura.
En este sentido, uno de los problemas señalados por los especialistas es el factor cultural, es decir, la falta de conciencia y el mal uso que diversos sectores de la población hacen del agua.
“La tendencia a nivel mundial es que se garantiza más agua para los productos comerciales que para los seres humanos”, advierte Faccendini, y agrega: “El 70 por ciento del consumo del agua dulce se lo lleva la agricultura, el 20 la industria y apenas el 10 por ciento es para consumo de las personas”.
Para el académico de la UNR, además, es necesario un “profundo cambio cultural para valorar el agua, ya que de lo contrario se puede volver un problema muy serio en el futuro”.
Al igual que Faccendini, Fernández Cirelli también señala el hecho de que el mayor usuario del agua es la agricultura, a la vez que indica que cada producto utilizado por el ser humano requiere, en su proceso, del uso del agua. Sin embargo, para la doctora en Química hay un aumento de la concientización en el uso de los bienes hídricos, pero no es igual en todas las regiones.
“En Mendoza, por ejemplo, hay mucho más recaudos en cuanto al uso del agua. No suelen lavarse los dientes con la canilla abierta, por ejemplo. En cambio, en Buenos Aires, es común que el portero del edificio barra las hojas con agua potable, es decir, agua que está disponible para el consumo”, ejemplifica.
Por eso, la doctora recuerda que es una responsabilidad de todos no ensuciar ni contaminar el agua.“Lo importante es que también la población civil tome conciencia de la importancia del tema. Desde el mundo científico se pueden dar soluciones, pero es fundamental que la gente reconozca que es un recurso esencial para la vida. En ese sentido, es clave la educación formal e informal, para la concientización”, resalta.
La falta de distribución, ¿el foco del problema?
Para Faccendini, el hecho de que millones de personas mueran año a año por la falta de agua potable es la consecuencia de una “profunda inequidad social”. “La mayoría de los países en que no se accede al agua apta para el consumo son del hemisferio sur, y no del hemisferio norte. Y esto no es casualidad”, asegura.
Para fundamentar su opinión, el docente de la UNR apela a las cifras: “Hay aproximadamente siete millones de habitantes en la Argentina que no acceden al agua potable, y en Brasil son 40 millones los que están en la misma condición. En total, en América Latina hay alrededor de 70 millones de individuos que no tienen acceso al agua apta para el consumo”.
En la misma línea, Fernández Cirelli apunta que si bien han habido grandes programas internacionales para garantizar el agua potable y el saneamiento, todavía sigue siendo un déficit muy grande en Latinoamérica y en otras zonas del mundo.
“Hay una distribución despareja, pero como en todo. En el caso de Buenos Aires, por ejemplo, las localidades de la zona norte son las que tienen mejores índices en varios aspectos, como por ejemplo cloacas. La situación se agrava hacia el oeste, y mucho más hacia el sur”, destaca la especialista.
Para Faccendini, sin embargo, la mayor preocupación es que muchas veces se naturaliza esta falta de equidad social. “Se naturaliza que dos millones de personas adultas mueran por año producto de enfermedades del agua, y se naturaliza que cuatro mil niños mueran por día por no acceder al agua potable. Esto es lo más grave de la situación”, resalta el académico.
El gran desafío, entonces, es plantear y garantizar agua potable y apta para el consumo para toda la población, por un lado, y durante la mayor cantidad de tiempo posible. En este sentido, Fernández Cirelli recuerda que si bien el agua es un recurso finito, es también un recurso renovable.
A juicio de Faccendini, resulta esencial plantear que el agua “es un bien común fundamental. No se trata de una propiedad jurídica individual ni colectivo, sino que es propiedad del bien común, que es aquella en que cada ciudadano es sujeto de ese derecho pero en forma simultánea y en conjunto con la comunidad”.
Más aún, en opinión del académico, “el agua debe estar en manos del Estado, sí o sí” porque “cuando el cae en manos del mercado se seca, porque termina siendo un negocio, se vuelve un bien mercantil. Y eso es muy peligroso”, concluye.