El valor cultural de las focas supera hoy su valor comercial
La captura de cetáceos y focas produce graves consecuencias en los ecosistemas marinos cuando la caza no es debidamente controlada. Mientras que las loberías argentinas se mantienen protegidas por ley, en otros países se desarrolla la caza masiva de varias especies de focas.
(Agencia CTyS) - En el día mundial contra la matanza de focas, el biólogo e investigador del CONICET y la Universidad Nacional de Mar del Plata, Diego Rodríguez, reflexionó sobre esta práctica comercial, que muchas veces trasciende las barreras éticas y humanas. En Argentina se realizaron importantes capturas comerciales de lobos marinos en la Patagonia y Tierra del Fuego desde principios del siglo XX, pero las mismas fueron legalmente prohibidas entre 1953 y 1974 (Decretos 15501/53 y 1216/74)
“La Argentina fue un país lobero hasta la década del 1950, siendo el lobo marino de un pelo la última especie faenada, principalmente porque su pelo resistente era utilizado para manofactura de ropa de trabajo y otros usos en talabartería. Con el desarrollo de fibras sintéticas, se redujo notablemente su mercado”, informó el investigador en diálogo con la Agencia CTyS.
La captura de cetáceos surge para mantener la subsistencia de un grupo de personas determinado o para cazas con fines comerciales. En el primer caso está permitido para grupos étnicos, que son originarios del lugar donde están las focas y que tienen tradiciones, como ocurre con los esquimales.
“Por lo general, los gobiernos de los países árticos otorgan cuotas de captura para subsistencia, es decir, pequeños números de focas que se pueden cazar anualmente para consumo personal. En el caso de Canadá, el gobierno da autorización a habitantes de regiones árticas para poder cazar hasta seis focas por año para consumo personal, ya sea por sus pieles, la carne, las grasas, el aceite, etc.”, detalló el experto.
En el segundo caso, la caza comercial, el objetivo es comercializar los productos. “Este tipo de prácticas se desarrolla en Canadá, Groenlandia, Noruega y Sudáfrica las cuales, en la mayoría de los casos, son de muy difícil regulación”, expresó Rodríguez.
En el territorio de Canadá se pueden encontrar seis tipos de focas diferentes, como la foca común, la foca de Barbada (o de anillos), la foca Gris, la foca Capuchina y la foca de Arpa. La matanza comercial se centra exclusivamente en tres especies: la Capuchina, la foca de Arpa y la foca Gris. Dentro de estas tres, casi el 90 por ciento de las capturas se promedia en ejemplares juveniles de la foca de Arpa.
Hoy en día los servicios culturales que ofrece la fauna marina (ecoturismo, educación ambiental, etc.) son mayores que los servicios comerciales que genera. “Por ejemplo, la ballena franca otorga más servicios estando viva que estando muerta. Se producen mayores ganancias y se genera más trabajo en actividades de avistaje (o whalewatching) que en capturas comerciales”, informó el biólogo.
Métodos de captura
Para la cuestionada caza de focas en la zona de Terranova, en Canadá, se utilizan dos armas: una herramienta llamada Hakapik, que es una especie de hacha pero en punta, y armas de fuego. “Esas son las únicas dos armas legalmente permitidas”, contó el investigador. “El problema -continua- es que la gran mayoría de los animales no mueren de un solo golpe, entonces el lobero debe chequear si está muerto y, en su defecto, sacrificarlo inmediatamente. En territorios cubiertos de hielo y con climas extremos, resulta muy difícil llevar un control fehaciente de las regulaciones sobre el sacrificio humanitario”.
Por un lado, está la captura, que es el número que los gobiernos autorizan para cazar, y otro es el que efectivamente se caza. “En los últimos cinco años disminuyó marcadamente la cantidad de animales que se caza, aunque las matanzas siguen siendo masivas. Por ejemplo, en el año 2012, la cuota de captura era de 400 mil animales, pero en la práctica se cazaron aproximadamente 70 mil focas”, concluyó el experto.
El monitoreo de estas prácticas por comisiones científicas canadienses e internacionales ha confirmado que, para la gran mayoría de los animales sacrificados, no se cumplió con las normas que obligan a la verificación efectiva de la muerte previa al faenamiento de sus pieles, abriendo la posibilidad de la existencia de un sufrimiento innecesario en las focas. A partir de ahí surgen las agitadas discusiones éticas y humanas que ponen en jaque la caza indiscriminada de focas y cetáceos.