Confeccionaron un libro para bebés no videntes
Los niños ciegos llegan a conocer lo mismo que los videntes, pero a través de otras estrategias intelectuales. El juego es crucial. Sin embargo, los papás se angustian al no encontrar los juguetes adecuados. Investigadoras del CIIPME – CONICET elaboraron una solución: un libro repleto de texturas, sonidos, formas y olores que permite una integración sensorial. El cuento está escrito en tinta y en braille, para que chicos y padres se familiaricen con este sistema de lectura a través del juego.
Nadia Luna (Agencia CTyS) - El pequeño Louis Braille miró alrededor con atención. Sus padres estaban inmersos en los quehaceres cotidianos. Sabía que no debía entrar al taller de su papá, “el mejor talabartero de Francia”, según decían. Pero estaba aburrido. Sigilosamente, abrió la puerta. El olor a cuero siempre le había gustado. Tomó un tornillo y se dispuso a hacer agujeros en un trozo de ese material. De repente, el tornillo se le escapó de la mano y rebotó en su ojo, lastimándolo gravemente. El médico no pudo hacer nada para detener la infección, que pronto se le extendió al otro ojo. A los tres años, Louis Braille se había quedado ciego.
A los diez tuvo que mudarse solo a París, a estudiar en un instituto para chicos ciegos. Siempre fue un alumno brillante. Sin embargo, había una barrera que le dolía: los libros. Un día, el capitán Charles Barbier visitó la escuela y habló de un método que usaban sus soldados para comunicarse en la oscuridad, que representaba sonidos a través de puntos en relieve. Louis decidió basarse en él para crear un sistema que permitiera a los ciegos leer y escribir.
Finalmente, con solo quince años, encontró la solución. Fijó seis puntos en una hoja de papel, organizados en tres filas por dos columnas. Según los puntos que pinchara con el punzón, representaría una letra distinta del abecedario. A pesar de los obstáculos que tuvo que enfrentar para que el método se implemente de forma masiva, entre ellos una tuberculosis fulminante, Louis pudo ver la primera máquina para imprimir en braille unos años antes de morir.
Hoy, el sistema braille es mundialmente utilizado. Incluso los bebés que aún no saben leer se sienten atraídos por esos puntos y los exploran con sus manitos, mientras juegan. Otras cosas que les llaman la atención son los olores, sonidos y texturas. Con el objetivo de estimular su integración sensorial, especialistas del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Psicología Matemática y Experimental (CIIPME – CONICET) confeccionaron un libro destinado a bebés y niños ciegos.
“Se trata de mostrar el derecho a jugar del bebé no vidente. La ley de discapacidad está, pero la cuestión es cómo llevar esto a cosas concretas para que el chico y el padre puedan jugar”, explica a la Agencia CTyS la Dra. Alicia Oiberman, a cargo del desarrollo. El Grupo de Investigación para Bebés Ciegos (GIBCI) se completa con Daniela Teisseire, Elsa Bei y Jorgelina Barres. Para Jorgelina, “la integración no es solo sensorial, sino también social y emocional, porque el papá va visualizando el braille como un juego, no como un mundo aparte al cual no va a tener acceso”.
Las páginas del libro-juguete El osito y la rana están hechas de goma eva de distintos colores, por lo que resulta atractivo al tacto del bebé y a la vista del padre. El cuento, escrito en tinta y en braille, acompaña una amalgama de sensaciones: el olor a lavanda, la forma de una flor, el sonido de un cascabel, la suavidad de un osito de peluche. Para definir los elementos que iban a formar parte del libro, se basaron en la preferencia de los bebés. “Los chicos juegan y eligen. Lo que hemos tratado de plasmar en este libro es lo que les resulta atractivo”, señala Daniela.
Juego, luego conozco
Daniela es la psicóloga a cargo del Servicio de Estimulación Temprana de la Escuela de Educación Especial Nº 33 “Santa Cecilia”, de la Ciudad de Buenos Aires. El GIBCI se formó en 2006, cuando ella se acercó al CIIPME con la idea de armar una grilla que muestre cuáles son las estrategias intelectuales que usan los bebés no videntes menores de 2 años para conocer. Para eso, les propuso a los papás que asistan al centro de investigación con los niños, una vez por semana.
Allí, dentro de la cámara Gesell, Daniela trabajaba en la estimulación del bebé, junto al padre, mientras sus compañeras observaban y anotaban, para luego sistematizar las experiencias. Finalmente, llegaron a la conclusión de que los bebés ciegos llegan a conocer lo mismo que los videntes, pero por otros caminos neurológicos. “Piaget planteaba que los bebés ciegos de nacimiento, aunque no tuviesen otra patología, tenían retraso. Nosotras vimos en estos chicos que no hay tal retraso, llegan a hablar y a caminar a la misma edad, pero por otras vías”, asegura Alicia.
La principal diferencia es que los bebés no videntes no poseen coordinación óculo-manual, es decir, no pueden unir lo que ven con el tacto. “Vos entraste a la biblioteca y tuviste una idea instantánea de dónde estás gracias a la vista”, indica Jorgelina. “El ciego no puede. Él va a llegar al conocimiento de la pieza, pero por otros medios. Tiene que recorrer, palpar, hablar, escuchar. Para ellos, el eco es muy importante”. En el mismo sentido, Elsa recuerda: “había una bebé, Mili, que la primera vez que vino se puso a gatear en la cámara Gesell y nunca se chocó con nada. Debía percibir los obstáculos por la vibración de las ondas sonoras”.
Las investigadoras siempre les recuerdan a los padres la importancia de una estimulación adecuada. “Hay dos cosas que estigmatizan al ciego: el braille y el bastón blanco. A veces, empezar a leer en braille y a usar el bastón son etapas que al padre lo shockean. Entonces, el chico puede atrasarse en la adquisición del autovalimiento porque el padre no está preparado para dar el paso”, explica Jorgelina. “Es el padre quien tiene que habilitar a su hijo para que acceda al mundo y desarrolle su potencialidad. Lo va acompañando con la palabra, pero lo va dejando que se desplace en forma autónoma”, recalca Daniela.
El juego es una estrategia fundamental que utilizan los bebés ciegos para conocer. Cuando juegan, ellos tiran cosas como cualquier bebé, con la diferencia de que están atentos para escuchar cuándo cae el objeto, ya que de esa manera miden el espacio. Lo mismo sucede cuando recorren los bordes de una mesa con la mano o golpean el piso con los pies. “Se podría decir que ellos tienen un lenguaje corporal específico y eso es lo que estamos descubriendo”, sintetiza Alicia.
Con respecto a las restricciones que pueden tener a la hora de jugar, Daniela refuta una: “Quizás uno pensaría que ellos no pueden jugar a juegos de ocultamiento, pero nuestros niños lo juegan igual. Por ejemplo, se esconden una tela atrás, desaparece la voz, se alejan del adulto… Ellos palpan para encontrar”.
Con tinta, papel y vocación
Aparte del libro de goma eva destinado a los bebés no videntes, las investigadoras del GIBCI armaron un segundo libro. Tradujeron la historia de vida de Louis Braille y la adaptaron a una versión pensada para niños ciegos. La Editora Nacional Braille y Biblioteca Parlante imprimió cincuenta ejemplares. En tanto, del libro-juguete se hicieron cien. Ambos serán destinados a las bibliotecas de escuelas municipales de educación especial.
“Los libros se hicieron de manera artesanal. Las impresiones de las imágenes, por ejemplo, las hice yo con las impresoras de acá. A la editora le dimos la tinta y el papel. Y para que el matricero haga el libro, conseguimos una donación particular”, cuenta Elsa.
Pero el esfuerzo va rindiendo sus frutos. Como el libro para bebés no videntes salió publicado en el catálogo de Innovar 2012, el concurso realizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, las investigadoras ya han tenido propuestas para comercializarlo. “Nos han llamado de dos provincias, de librerías didácticas que se interesaron en el libro”, concluyen, alegres, mientras invitan a todas las instituciones y personas que así lo deseen, a sumarse a este proyecto que quiere mostrar que los bebés no videntes también tienen derecho a jugar.