“Prefiero la inflación con trabajo a la estabilidad con desempleo”
El economista y creador del Plan Fénix describe cómo nació el proyecto durante la crisis de diciembre de 2001 y la forma en que se reconstruyó el país con la “equidad social” como base. En diálogo con la Agencia CTyS analiza detalladamente la situación nacional y regional actual.
Roxana Salguero (Agencia CTyS) – En octubre de 2001, un grupo de especialistas en economía que fueron convocados por iniciativa de Abraham Leonardo Gak, en la Universidad Nacional de Buenos Aires, dieron vida a una compleja iniciativa cuyo nombre completo era “Hacia el Plan Fénix, diagnóstico y propuestas”. Entre ellos se encontraban: Daniel Azpiazu, Eduardo Basualdo, Rubén Berenblum, Aldo Ferrer, Natalia Fridman, Jorge Katz, Marcelo Lascano, Oscar Oszlak, Mario Rapoport, Alejandro Rofman, y Salvador Treber.
La premisa consistía en la elaboración de diversas propuestas –a corto, mediano y largo plazo– que reúnan un amplio consenso social, para encauzar a la Argentina en el desarrollo sostenido. El avance económico-productivo debía garantizar además la inserción social y mejorar los ingresos de quienes pudieron mantener una fuente de trabajo. En la Facultad de Ciencias Económicas (FCE), aun continúan reuniéndose y emitiendo documentos sobre la temática, pero con un tratamiento multidisciplinario. En diálogo con Agencia CTyS, Gak hace hincapié en la planificación y estudios que se llevan a cabo en “El Plan Fénix” y evalúa el panorama nacional actual.
¿Cuál es el patrón de acumulación actual de la Argentina?
Claramente hay una confrontación básica entre el modelo de acumulación de la renta financiera y el de la producción. En el Plan Fénix se privilegia al productivo, aunque en el país la renta ocupa un lugar de privilegio. En estos momentos, los bancos siguen siendo centro de generación de utilidades. Hace falta modificar la Ley financiera actual, que data de1976. Cambiar el sistema de acumulación es un proceso que lleva su tiempo porque además hay que promover la producción y los servicios.
Los patrones económicos, o de producción, se corresponden con modelos educativos? ¿Cuál sería el rol de las ciencias argentinas para la economía que viene?
Si, es un engranaje. A medida que la educación mejore se van a producir requerimientos de bienes y servicios que se van a poder satisfacer. Va a generarse una demanda de calidad, a diferencia de la actual que es de alimentos y de industria de poca tecnología. La Argentina tiene que lograr dos cosas: descubrir y construir su propio nicho. El ideal sería que ese nicho se apoye en el desarrollo científico tecnológico. Estamos en condiciones de logarlo porque no existen problemas religiosos, étnicos ó de otra índole como en el resto de Sudamérica. Las posibilidades son enormes pero requieren inversiones y una estrategia a largo plazo.
¿Cuáles son las propuestas que tienen para combatir el trabajo no registrado?
Los que trabajamos en el Plan Fénix coincidimos en erradicar el trabajo informal y, además, el trabajo infantil. Nuestro país está en condiciones de brindarles a los trabajadores las condiciones de vida que se merece cualquier ciudadano y a toda la población. La Argentina dispone de los medios para concretarlo. Creo que si desde las provincias no se designa la cantidad necesaria de inspectores para verificar cómo se encuentran los obreros y empleados, todas las medidas que impartan desde el Ministerio de Trabajo serán insuficientes.
¿Cómo se puede detener el proceso inflacionario actual?
Primero hay que determinar las razones que lo originan, ya que no son las mismas que se produjeron en períodos económicos anteriores. Particularmente considero que todo proceso de crecimiento importante del PBI siempre involucra una leve inflación. En este caso no es por gastos excesivos o por una emisión de moneda desmesurada. Se genera por problemas en sus estructuras bases: crisis de demanda y en la oferta. También, hay empresas que concentran el 60 por ciento de la producción de su sector, constituyendo una especie de monopolio. Para cambiarlo y evitar que unos pocos fabricantes dominen el mercado, resulta imprescindible el diálogo, mecanismos fiscales —que apliquen castigos ante este tipo de concentración—, acuerdos sociales o, como hizo este gobierno, emplear agentes formadores de precios. De todos modos, prefiero la inflación con trabajo a una estabilidad con desempleo, como ya sucedió.
En el contexto internacional ¿Cuáles son las expectativas económicas y de crecimiento que se prevé en América Latina?
Hay una situación excepcionalmente favorable que, a mi entender, se debe a dos razones muy importantes. Por un lado, los pueblos incorporaron el conocimiento de lo que fue la devastación de los últimos cinco siglos. Al asumirlo, America Latina está demostrando que se encuentra dispuesta a recuperar su soberanía y ser dueña de sus decisiones. Por el otro lado, el surgimiento de seis gobiernos que coinciden en ideas de mediano y largo plazo; con sus similitudes y diferencias asimétricas que, a veces, dificultan las relaciones regionales pero, al mismo tiempo, es un desafío importante.
En la UNASUR se piensa en una integración pero preservando la soberanía de cada país, ya que las diferencias existentes son enormes. Por ejemplo, la política brasileña— en términos económicos, financieros y monetarios— es diametralmente opuesta a la nuestra. Ellos son muy dependientes de lo que sucede en el exterior. En el caso de Venezuela y Ecuador, ambos estados están en un camino de instalación en el mundo mucho más activo que la Argentina. En cambio, Chile apuesta al modelo neoliberal.
¿Y en la Argentina?
Nuestro país tiene que superar las dificultades que surgen del vínculo que mantiene con Brasil. No hay que olvidarse que el 25 por ciento de las operaciones de exportaciones argentinas son con el país carioca. Si a ellos les va mal, a nosotros también. Pero lo esencial es recuperar y mantener la soberanía en la toma de decisiones; generar un mercado interno fuerte y defender el empleo. Estas son las bases fundamentales de un modelo que está demostrando su capacidad para sobrevivir a estas circunstancias. A medida que avance vamos a tener mejores producciones. En el largo plazo, la Argentina va a tener un crecimiento económico —por un periodo prolongado— entre un 6 y 7 por ciento anual.
¿Cuáles son las oportunidades que prevé el organismo para América del Sur, considerando los recursos minerales, que es una reserva importante energéticas y de agua dulce?
La situación real es que tenemos una constitución que le otorga a las provincias la propiedad de los bienes del subsuelo. Esto es una limitación crucial. Otro impedimento es la existencia de un sector económico muy concentrado, incluso extranjero. Sin embargo, gracias a la política económica desarrollada —que generó una renta extraordinaria de los productos primarios— sector, que tradicionalmente piensa en sí mismo y que a lo largo de la historia ha tenido poder político y económico permanente, considera que esto último ya es un derecho adquirido. Por eso, aceptan a regañadientes el desarrollo industrial. De repente, se encuentra con que ya no existe una clase social que pertenece al agro. La propiedad está en manos de intereses económico que pueden ser tanto financieros, comerciales o primarios. Hay que reconocer que, si durante más de treinta años se desmanteló al Estado, la recuperación no va a ser en seis o siete años. En el caso de los acuíferos no es un tema menor y tampoco fácil. Es un proyecto a largo plazo que, al modificar la concentración de interés económicos extranjeros, va a desencadenar batallas muy duras, pero que habrá que librarlas.
¿Cuáles son las debilidades de la región sudamericana?
Tiene muchas y es fundamental saber reconocerlas. Principalmente las asimetrías en los regímenes políticos y económicos, problemas humanos, sociales, de distinta naturaleza. Pero, curiosamente, al mismo tiempo, tiene un mercado potencial fenomenal. Más de 500 millones de habitantes en Sudamérica. Particularmente, hago hincapié en una marcada diferencia entre Latinoamérica y America del Sur. En el primer caso, creo que América central está muy atada, fuertemente, al imperio, y México, por ser un país limítrofe, está en una actitud muy dependiente de los Estados Unidos. En cambio, en el segundo caso, existen enormes posibilidades de crecimiento y de independencia. Debemos pensar al sur del continente como nuestro mercado interno y trabajar para alcanzar la igualdad de todo tipo de condiciones, no solamente las económicas.
¿Cómo influyen los aspectos culturales en el desarrollo económico de la Argentina?
La cultura atraviesa todas las áreas. En el país no existen problemas étnicos, sin embargo, se tiene que hacer justicia con los pueblos originarios. En esa misma línea, tenemos que pensar cómo modificamos culturalmente a una argentina que está demasiado acostumbrada al consumismo y a las soluciones individuales, aunque sea otro tipo de problema cultural.
¿Cómo surgió la iniciativa “Hacia el Plan Fénix, diagnóstico y propuestas”?
Venía pensando en este tema desde hacía tiempo. En junio de 2000, manifesté que era imprescindible que se planteasen los temas económicos. En esa época dirigía las publicaciones de la UBA –Encrucijadas y ENOIKOS– y convoqué a los directores de áreas de la FCE para que se escribiesen artículos sobre problemas nodales. Pero el titular del Centro de Investigaciones Económicas –el extinto doctor Julio Olivera– sostuvo que se hiciera directamente un plan económico. En octubre de ese año comenzamos, hasta ahora, a reunirnos todos los jueves para cumplir el objetivo. El primer documento, realizado en septiembre de 2001, se publicó en el número 19 de la revista ENOIKOS. Era una propuesta económica que nos encaminaba a la construcción del Plan Fénix. Se hizo sin ningún tipo de recursos y, a través del correo electrónico llegó a todas las universidades del país. Fuimos uno de los primeros en declarar que no se debía pagar la deuda externa, que había que renegociarla en plazo, tiempo y monto.
¿Qué respuesta obtuvieron de ese primer paso?
Nunca nos imaginábamos que pudiera alcanzar el impacto que se obtuvo. La primera universidad en abrirnos sus puertas fue la del Comahue. Allí, en un aula con capacidad para 400 personas, ofrecimos una charla de 5 horas. El ambiente estaba muy enfervorizado. A los pocos días nos trasladamos a la de Córdoba. Esa experiencia fue apoteótica: nos esperaban más de 1.500 individuos. Todos estaban muy nerviosos y ansiosos. Teníamos que contenerlos. Pero por problemas de espacios, un tercio se tuvo que retirar. Algo similar sucedió en Santa Fe.
¿Cómo trabaja y realizan las planificaciones entre especialistas de diversas áreas?
Generalmente, cuando se producen discusiones muy ásperas, no surgen por tratarse de profesionales de distintas disciplinas. Los conflictos se suscitan porque el espectro ideológico es muy amplio. Por un lado, los de centro izquierda son los que más debaten y difieren y, por el otro lado, los de centro derecha también tienen sus dificultades entre sí. Pero de las diferencias también emergen ideas y propuestas increíbles.
¿En qué consiste el trabajo con las universidades que están cooperando con el Plan Fénix?
Es increíble. Llama la atención. Tenemos una coordinación general, con unidades regionales, y ya realizamos quince encuentros. Los eventos se realizan en las 35 universidades públicas y, además de brindarnos un espacio, participan activamente. Se publicaron seis libros de estrategias y planificación (a mediano y largo plazo). Las universidades cuentan con predicamento en la sociedad. Tienen credibilidad para toda la comunidad. También elaboramos documentos, que no poseen una frecuencia establecida. En tanto, muchos jóvenes tomaron la posta, pero lo más importante es la pluralidad de voces. En la Universidad Nacional de Luján un grupo que está abocado a la economía heterodoxa y otro equipo está colaborando desde el Ministerio de Economía. La mayoría de ellos trabaja en la coyuntura. Sin embargo, uno de los principales propósitos imperantes es focalizarnos en la planificación.
¿Tomaron el modelo keynesiano o un enfoque más aproximado al cepaliano?
Adoptamos aportes de ambas tendencias. Originariamente, miembros de la agrupación como Aldo Ferrer, Benjamín Hopenhayn, Jorge Schvarzer y Norberto González fueron formados en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), más precisamente con el economista argentino Raúl Prebisch. Por eso, estas ideas están siempre latentes. Pero lo más importante es que no son contradictorias con el enfoque keynesiano. También hay otros sectores como los neokeynesianos. No nos encasillamos. Existen muchas corrientes en el mundo que estudian a la economía confrontando al neoliberalismo ó neoclasisismo.
* Abraham Leonardo Gak se graduó como contador público en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y, desde 1962, tuvo diversos cargos directivos en esa Casa de Altos Estudios. Fue rector de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini y Consejero Superior de la UBA. Además, fundador del Plan Fénix –y su director hasta 2007– dirigió las publicaciones de las revistas universitarias OIKOS, Encrucijadas, ENOIKOS y Vínculos. Actualmente, integra el Comité Científico del Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Entre Ríos y es el Director del Área de Proyectos Estratégicos de la Facultad de Ciencias Económicas.